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SOCIEDAD | 18-01-2018 10:17

Volvieron los '90: La venganza de Punta en su temporada récord

El balneario dejó de ser tabú. La avanzada macrista en un verano colmado de argentinos en Uruguay. Historia de una pasión nacional.

Punta del Este. Verano del 2018. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sale de la casa que compró a más de un millón de dólares y camina las dos cuadras que lo separan del parador “La Huella”. Pasa el día con su familia y con amigos en la costa. Está relajado. El titular de Transporte, Guillermo Dietrich, y el vicejefe del Gobierno porteño, Diego Santilli, se hospedan en un lujoso hotel con vista al mar y todos los días bajan a la playa en “La Barra”. Casi no usan el auto. Como si siguieran un manual, cada vez que aparece una cámara, sonríen, saludan y dicen, con marcada amabilidad, que no van a dar notas, que están de vacaciones.

Las escenas, acaso triviales, revelan un cambio de época: los funcionarios de Cambiemos ya no se esconden cuando viajan a Punta y, aunque evitan hablar con periodistas, no tienen pudor de ser fotografiados. Muy lejos parece haber quedado el verano pasado, cuando el presidente Mauricio Macri, recomendaba el bajo perfil y la austeridad a los miembros de su Gabinete. Mucho más atrás quedó la etiqueta pecaminosa que la era kirchnerista le había estampado a la costa uruguaya.

La postal de esta temporada, en la que comparten espacio celebridades, empresarios y miembros de la clase dirigente, se completa con la llegada masiva de argentinos a Punta del Este. Desde la intendencia de Maldonado confirman que, este año, cerca del 80% de los veraneantes son argentinos y se calcula que, en total, llegarán a ser 600 mil los que pasen sus vacaciones del otro lado del río.

Los empresarios uruguayos descorchan y celebran la fiebre de consumo del país vecino. Desde la década del ‘90, los argentinos no mostraban esta efervescencia veraniega que ahora se observa a simple vista. Hasta el tráfico colapsó. “Hace más de 20 años que vengo y es la primera vez en mi vida que decidí usar el GPS. Conozco de memoria todos los atajos pero incluso esos se atascan”, se le escuchó decir a Marcelo Tinelli.

El Este está volviendo a ser lo que alguna vez fue. Se cierran negocios en bermudas y con los pies en la arena, los empresarios tradicionales y los nuevos aprovechan para estrenar sus lanchas, la farándula se mezcla con los funcionarios recién estrenados y brillan las fiestas privadas en chacras o paradores con acceso exclusivo. Una revancha del balneario top rioplatense, que renueva sus credenciales con masivo apoyo argentino.

La vuelta Pro

Punta del Este siempre fue para los argentinos que la pueden disfrutar, la utopía del paisito perfecto. Un paraíso seguro, ajeno a miradas prejuiciosas, en donde gozar de los consumos de alta gama deja de ser excepcional para convertirse en grata normalidad. Ese lugar en el que los paradores reúnen sin previsión a quienes Buenos Aires separa con otra lógica distancia. Donde ver estacionadas en la calle Ferraris de varios colores, como si fueran autitos de juguete, parece normal, y las fiestas exclusivas se cuentan de a varias por semana. Un mundo así de bello para todos (los que están).

En los '90, con el menemismo, Punta del Este (y en menos medida, Pinamar) se convirtió en escenario de la rosca política. Durante el kirchnerismo, en cambio, pasó a ser un pecado para los políticos. Esa línea del tiempo fue retratada por NOTICIAS según pasaron los años. En enero de 1999 la tapa titulada “Poder y Champagne” mostraba a un Mauricio Macri (todavía con bigotes) acompañado por Isabel Menditeguy, junto a su padre Franco y Flavia Palmiero, por entonces su pareja. El tandem padre, hijo y bellas mujeres se ganaba una calificación que hoy suena retro: “los dueños del verano”. Y en verdad lo eran.

Probablemente ninguno se imaginó que 19 años después Macri sería presidente y pasaría sus vacaciones alejado del glamour y los flashes, en un country de Villa La Angostura. Tampoco habrán pensado que el verano del 2018 iba a ser el primer año que Franco no iba a recibir en su casa de Manantiales.

Los ‘90 fueron los años de las modelos, de las fiestas y del descontrol masivo. El uno a uno le había permitido a la clase media viajar a los mismos lugares que antes estaban reservados sólo a un público de alto poder adquisitivo. Pero la crisis económica del 2001 volvió a alejar a muchos de las costas vecinas.

De hecho, aquel verano del 2001, el entonces presidente Fernando de la Rúa inauguró la temporada en Mar del Plata junto a su secretario de Turismo, Hernán Lombardi, quien había diseñado la campaña “Mejor Argentina”, para fomentar el veraneo nacional. Pero ni siquiera eso le salió bien a De la Rúa porque a los pocos días su hijo Fernando “Aíto” fue fotografiado por la prensa nacional en Uruguay. La anticampaña familiar fue tema de burla durante todo el verano.

Fue recién entre los años 2004 y 2005, con la reactivación económica, que el Este volvió a tener el esplendor argento. En ambas temporadas, NOTICIAS contó cómo se vivía este resurgimiento en sus tapas: “El regreso de la ostentación” y “La nueva frivolidad”. Había comenzado a emerger una clase alta culposa que prefería pasar sus veranos en fiestas privadas y no en eventos públicos. El fenómeno fue bautizado con el tono patagónico que impregnó aquellos años: de la pizza con champagne al cordero con malbec.

El estilo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández nunca congenió con el balneario esteño asociado al alto status y se instaló la idea de que veranear allí suponía un pecado burgués. Los funcionarios K viajaban a Europa o por el resto del mundo pero siempre con perfil bajo. Aunque nada debía contradecir la estética nack&pop, algunos se sintieron tentados, como cuando en 2011 se supo que la líder de la Tupac Amaru, Milagro Sala, había asistido a un recital de Charly García en el lujoso Hotel Conrad de Punta. Dos años después, en el 2013, cuando la grieta había afianzado la demonización del veraneo en el exterior, el ex ministro de Economía Axel Kicillof fue abucheado en el barco que lo traía de Uruguay.

Cuando Mauricio Macri llegó al poder en 2015, le dio la orden a sus funcionarios de enviar un mensaje de austeridad para todos los argentinos. Había que ajustar y la política tenía que dar el ejemplo. Por eso, incluso en el verano del 2017, fue difícil encontrar funcionarios en las tradicionales costas uruguayas. Estaban. Pero se escondían.

“Ahora se muestran más porque hay un gran capital político que se consiguió el año pasado. Y una mirada más puesta en la gestión”, opina Vallejos sobre el cambio 2018. Adriana Amado, analista en comunicación política y doctora en Ciencias Sociales, coincide: “El macrismo volvió porque necesita reforzar lazos. Los primeros años tuvieron otro perfil. Había cuestiones que no hacían por prurito y que ahora ya no son tan importantes. Primero porque saben que igual los van a criticar, después porque no perdieron el mote de ricos”.

En este contexto, la lista de funcionarios macristas que se instaló en Punta del Este es larguísima: el ministro de Finanzas, Luis Caputo; el secretario general de Presidencia, Fernando De Andreis; el ministro de Producción, Francisco “Pancho” Cabrera; el ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo; el asesor del Presidente, José Torello; y el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas; el secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del ministerio de Cultura, Iván Petrella; el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó; el intendente de Vicente López y primo del presidente, Jorge Macri (que se hospedó en la casa de su tío Franco). El jefe de Gabinete, Marcos Peña, fue el único que sólo pisó Punta del Este para bajarse del avión y continuar viaje hasta La Paloma, a unos 100 kilómetros del balneario VIP, donde pasó las fiestas con familiares. Aunque como años anteriores eligió pasar sus días de descanso en Guazuvirá, un balneario ignoto para el jet set, a 60 kilómetros de Montevideo.

El subsecretario de Juventud, “Piter” Robledo, fue el único que se dejó ver de noche. Además de aprovechar el mar, salió a divertirse y se jugó unas fichas en el casino del Enjoy.

El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, no sólo decidió vacacionar en Punta sino también celebrar allí su cumpleaños 48, el pasado 7 de enero junto a su mujer, Victoria Costoya, y sus dos hijos. Destinó sus días a pasar tiempo en familia en “La Susana” uno de los balnearios más visitados por la prensa, ya que es el que elige Carolina “Pampita” Ardohain.

No sólo el oficialismo tuvo buena asistencia en el Este: Adolfo Rodríguez Saá y Francisco De Narváez fueron dos de los históricos desde los ‘90 que se dejaron ver en esta oportunidad. Lo mismo sucedió con algunos empresarios, como Jorge Brito Jr., del Banco Macro, que en esta oportunidad viajó en familia.

Celebridades y glam

Una de las cosas que celebran los funcionarios es moverse sin ser asediados por los transeúntes. Las miradas se las llevan las celebrities. Además de Pampita y Marcelo Tinelli, onmipresentes en las revistas del espectáculo, es posible cruzarse junto al mar con Ricardo Darín, Adrián Suar, Nicolás Repetto, Pico Mónaco o Nicole Neumann, una tentación para el cholulo dormido que todos llevamos dentro.

Así como los empresarios avanzan negociaciones con los pies en la arena, los famosos no dejan de sacarle rédito al verano. Las presencias en eventos y boliches se cobran, esta temporada, entre 1.500 y 15.000 dólares y, si se habla de ligas mayores, el cachet puede llegar a los 40.000 en moneda verde.

Al anochecer se imponen las reuniones exclusivas, como la del cumpleaños del presidente de Ferrari Argentina, Julio De Marco, que se hizo en su casa y contó entre sus invitados con peso pesados como Cristiano Rattazzi y Alejandro Bulgheroni.

En esta temporada 2018, el negocio publicitario se concentró en las fiestas de los paradores. “La huella” (el nuevo parador de Amex), “La Susana” y “Montoya” monopolizaron la movida y la mayoría de sus fiestas contaron con el auspicio de marcas de bebidas alcohólicas, bancos, tarjetas de créditos y empresas de celulares.

El calendario de eventos da el presente en José Ignacio y en la resurgida zona de la península, gracias a los espectáculos organizados por Enjoy Punta del Este, que contó con las fiestas de Caras, de Gente y a la nueva estrella Candelaria Tinelli, cantando en Ovo, su parador de playa. Todo muy colorido pero para nada económico: las entradas a los boliches cuestan entre 30 y 50 dólares.

El gran año para el balneario también lo avalan los emprendimientos de real estate, presentados en sociedad con megaeventos, como el de Venetian, un proyecto que involucra una inversión de más de 80 millones de dólares y que es una iniciativa del estudio de arquitectos Weiss Mora Weiss, al que asistió como invitada Susana Giménez; o el Crystal View, proyectado por el Grupo Solanas y, en “La Mansa”, el FENDI Château Residences del Este.

El sector inmobiliario, ilusionado con este renacer, aprovecha para expandirse. El puente Laguna Garzón, que une los departamentos de Rocha y Maldonado y que contó con el apoyo del empresario argentino Eduardo Costantini, permitió el desarrollo de zonas a las que antes sólo era posible llegar con balsas.

Pero, a pesar de que la temporada 2018 tiene personajes y escenas que recuerdan el esplendor vivido en el pasado, la nueva era le trajo una impronta propia que combina elite con sencillez y que se observa, más que nada, en la estética de sus visitantes. Al mejor estilo “easy chic” (ver nota de la sección Costumbres, en la página 52), los veraneantes inviert en forma pero con un look “despojado”.

Aunque intenten resaltar lo "easy chic" del look, en Punta es imposible ignorar el dinero. Se ve en los taxis BMW o Mercedes Benz. Como en ningún otro lugar, en Punta los millonarios pueden salir en sus autos Ferrari, Porsche o Hammer con la garantía de que nadie los molestará. Punta, este año, incrementó las medidas de seguridad y se pueden ver postes de luz con hasta seis cámaras apuntadas en diferentes ángulos.

Casi masivo

La clase media acomodada argentina completó el paisaje. De hecho, este año se prevé que habrá casi 365 mil más turistas nacionales que el año anterior. Sólo en la primera semana del 2018, 65 mil visitantes se hospedaron en la ciudad y, a esta altura, la capacidad hotelera llegó a su máximo.

Nada frenó la llegada masiva de turistas. Ni los precios. Los hoteles 4 estrellas, que cuestan en promedio 450 dólares, llegaron a pedir hasta 800 la noche. Y los alojamientos 3 estrellas alcanzan los 300 dólares.

Un indicio de que no sólo de alta gama vive Punta: “Hace años que no tenía cola para comprar”, cuenta un empleado de Manolo, uno de los restaurantes más conocidos. Después del sector hotelero, el que más se benefició fue el gastronómico. Todo está lleno, los sitios tradicionales y los nuevos emprendimientos. Comer puede costar unos 50 dólares.

Hablar de dinero, de todas formas, puede resultar un tabú más difícil de remontar que el del sexo. Vestidos de blanco, con ponchos folk y bronceados bien conseguidos a sol lento, los artífices del verano feliz siguen sumándose a una escena perfecta.

 

Por Pablo Berisso, Giselle Leclercq

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Redactor especial.

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