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COSTUMBRES | 04-03-2018 03:00

Tendencia: nuevas modas japonesas

Cada tanto, una técnica oriental copa Occidente y todos se ponen a ordenar cajones o plantas a la manera nipona. ¿Consumismo o anhelo espiritual?

De ordenar los placares, Marie Kondo pasó a organizar el saber ancestral japonés y editarlo en bestseller mundial. Los libros del método que patentó (KonMari) llevan vendidos más de 8 millones de ejemplares en 40 países. Tiene 45.5 millones de seguidores en Twitter y una empresa con base en San Francisco (Estados Unidos) con la que se propone “organizar el mundo y generar alegría en la vida de las personas”. Hace rato que se habla de “marikondear” una casa y ahora acaba de anunciar que tendrá su propia serie en

Netflix, donde aplicará sus enseñanzas.

KonMari es el más masivo de los métodos japoneses que fascina a Occidente. Pero no el único. Están también Kakeibo, Kintsugi y WabiSabi para el hogar. Bienestar for import.

Por partes

Natsue Kaneko, Agregada Cultural de la Embajada de Japón en Buenos Aires, llegó a la Argentina hace cuatro meses y dice estar sorprendida de que estos métodos se propaguen en estas latitudes. Sostiene que tradicionalmente los japoneses tenían los conocimientos y hábitos del orden, pero que fue Kondo la primera en teorizar al respecto y darle una forma organizada y de servicio. Cecilia Onaha, directora del Archivo Histórico en la Asociación Japonesa y doctora en Estudios Culturales en Japón, describe a esa comunidad como creativa, práctica y metódica. “Creo que en muchos casos son totalmente contrarios a nosotros y por eso producen una fascinación especial en los argentinos”, asegura. En el poco tiempo que lleva Natsue Kaneko en Buenos Aires, ya recibió a fanáticos del KonMari que buscan más información en la embajada. Lejos de lecturas entreveradas, asume que la necesidad de ordenar de sus compatriotas se explica por una densidad de población veinticuatro veces mayor que la argentina, que hace sustancial maximizar espacios.

Stella Maris Acuña, lingüista especializada en Japón, señala que el generar espacio, trasciende el orden hogareño. “En el Ikebana, el arte japonés de arreglo floral, se cortan las hojas a la rama para que tenga más espacio. En la pintura Sumi-e, que se hace con tinta china sobre papel de arroz, el espacio en blanco es un elemento indispensable y expresivo”, explica. El blanco es “el” color porque en él se pueden ver todos los colores que la imaginación permita. También es comparable con los silencios del Haiku, poesías muy breves, compuestas por tres versos, de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, donde se apela a que el lector complete lo que lee a partir de lo no dicho, de lo insinuado.

Acuña señala que lo que conocemos como “Ceremonia del té” condensa el espíritu del WabiSabi. “Reúne cuatro palabras clave: la armonía, el respeto, la pureza y la humildad. Esos conceptos son los que conducen al dominio del propio yo. El arte japonés implica un camino, o sea, el perfeccionamiento de una virtud del ser humano”. Natsue Kaneko agrega: “No buscamos la perfección hacia afuera sino hacia el interior, tener orden es ser dueño de sí mismo”.

Simple y natural

Aunque el WabiSabi es difundido como una propuesta para “transformar la casa con armonía y equilibrar las emociones”, en Japón no existe tal aplicación. Difícil de traducir con el diccionario occidental, es más acertado definirlo como un sentimiento. “No es un método sino un afecto a la naturaleza y al estado de lo imperfecto, a una belleza efímera que se ve claramente en el cambio de estaciones”, explica Kaneko. De ahí que las viviendas típicas japonesas imbriquen el interior y el exterior de las casas.

La cultura del bonsái, por ejemplo, posibilita convivir con la naturaleza dentro del hogar.

Deshacerse de lo que no se usa o de lo que, en palabras de Kondo, no da alegría es otra clave. “El espíritu minimalista está en nuestra cultura y en la sangre. Pero, a su vez, nuestra vida se ha venido llenando de objetos”, explica Kaneko y aporta un dato que tira por tierra las idealizaciones: también su país fue arrasado por el tsunami del híper consumismo. Según detalla, desde fines de los ‘80 hasta 2010, los japoneses quedaron entrampados en poseer y acopiar. “Creo que ahora estamos volviendo a la simplicidad en la vida y es valorado el tener menos”, asegura. En ese contexto, la propuesta de Kondo llegó “just-in-time”. A su vez, el orden nipón está lejos del intento local de lograr una “casa de revista”: “En Japón rige el principio de no causar molestias a los demás, todo el tejido social se conforma de relaciones interpersonales y no de individuos. Entonces, es importante ser ordenado para no afectar a quienes conviven con uno”, explica Onaha.

Otra característica muy japonesa que se replica en KonMari es el animismo. “Antes de comer, por ejemplo, agradecemos a las personas, a la naturaleza que permitió esa comida y a los objetos, es un agradecimiento a la vida que da vida, es un ritual”, explica Kaneko. De ahí que esté resurgiendo el Kintsugi, la técnica de reparación de cerámica donde las partes rotas se pegan con una laca. En la Argentina se hace una lectura psicologizante: unir los pedazos y resaltar la belleza de las “cicatrices de la vida” podría ser la imagen perfecta de la capacidad de resiliencia. “En Japón es simplemente una técnica de reparación que permite apreciar y agradecer los objetos por los que sentimos afecto”, dice Kaneko y cuenta que actualmente en su país se venden kits de Kintsugi para principiantes, destinados especialmente a los jóvenes,que son los que están retomando la tradición.

Siguiendo en la misma línea de disciplina organizativa, el Kakeibo es un método de administración de finanzas hogareñas que tiene como gran secreto el registro detallado de cada gasto. Eso sí, no se hace en cualquier cuaderno ni planilla de Excel sino en libretas formateadas, editadas y comercializadas especialmente con ese fin. “El Kakeibo es muy común en Japón, hay muchos tipos de libretas y ahora inclusive proliferaron las App para descargar el método en los teléfonos móviles”, avala Kaneko. El sistema fue creado en 1904 por Motoko Hani, fundadora de la revista femenina nipona más antigua. Por entonces, la administración del hogar quedaba a cargo de las mujeres y ellas hacían malabares para llegar a fin de mes. Detallar cada egreso según el rubro, era una buena herramienta para cuidar los ingresos. Si Lita de Lázzari aconsejaba caminar, las japonesas se acostumbraron a anotar. ¿Cambian los hábitos simplemente por tener la información, por ejemplo, de que un mes se gastó un 20 por ciento más en Ocio que en Educación? Para Kaneko, sí: “Es muy importante visualizar y estar conscientes de en qué gastamos”.

Espejitos de colores

Marian Moya, es antropóloga y socióloga, doctora en la Universidad Rikkyo de Tokio y consultora cultural en interculturalidad Japón-Latinoamérica. Dice que “lo japonés” se presenta como una mezcla de lo tradicional y lo moderno. “Parecería que fueran países diferentes: uno, el tecnológico, hipermoderno, futurista, y el otro, el tradicional, de los templos, las geishas, los samurais y los cerezos en flor. Estos imaginarios se han vuelto mercancías: las ideas, los símbolos, la imaginería "exótica" o "tecnologizada" de Japón se plasma en mercancías (tangibles o intangibles) consumidas en Occidente. Además, la "marca Japón", inscripta en el marco de políticas del estado japonés para exportar sus productos culturales, contribuye con la expansión y la consolidación de esos imaginarios sobre lo japonés”, dice y agrega que suele compararse esa percepción idealizada con la propia auto-percepción, a veces también distorsionada: “los japoneses son muy trabajadores, nosotros somos vagos”; “el trato japonés es respetuoso, nosotros somos maleducados”.

Más allá de las condiciones socio económicas, ¿la forma de encarar la vida es realmente más armoniosa, tranquila y feliz que la argentina? Moya piensa que hay factores que hacen a una mayor calidad de vida –como el orden en la convivencia cotidiana, el respeto en la comunicación y en el cuidado de los bienes públicos, el acceso a beneficios para todos en una sociedad capitalista que se asemeja en algunos sentidos a un socialismo- y otros que llevan al extremo la perfección, la eficacia y la eficiencia–se trabaja demasiado (el karoshi es la muerte por exceso de trabajo), se presentan frecuentes cuadros patológicos como el cáncer de estómago, hay una de las mayores tasas de suicidio y las amistades son más frías. “La rigurosa autodisciplina y el autosacrificio en pos del bien común, la represión de los sentimientos, el sentido de ‘giri’ (reglas sociales que deben obedecerse estrictamente), la exigencia de respetar el "deber ser" a cualquier costo, entre otras cuestiones, contribuyen a que los japoneses no siempre la pasen tan bien como nos parece”, apunta Moya.

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por Valeria García Testa

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