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CULTURA | 05-04-2018 16:31

La hija secreta de Mitterrand y su novela argentina

Mazarine Pingeot fue la hija oculta del ex presidente francés. NOTICIAS la entrevistó para hablar de “Théa”, su última novela que describe a la Argentina de la dictadura.

A media mañana del 10 de noviembre de 1994 los consejeros irrumpieron nerviosos en el despacho de François Mitterrand. Los franceses se acababan de desayunar con la portada del “Paris-Match”. En la fotografía de la primera página, el presidente francés aparecía apoyando su mano en la espalda de una joven a la salida del restaurante Le Divellec. La imagen mostraba el gesto tierno y paternal del entonces mandatario de 77 años (ya gravemente enfermo) hacia una muchacha desconocida. Pero el parecido era inocultable y el título, breve y contundente: “Mitterrand y su hija”.

La prueba de uno de los secretos de estado mejor guardados de Francia: la existencia de la hija ilegítima de un presidente en ejercicio.

El escándalo podía anticipar la dimisión de ese hombre que llevaba 13 años al frente del Elíseo -el mandato más largo de la historia gala- y que a lo largo de ese tiempo había mantenido oculta a una familia paralela.

Sin inmutarse, con la imagen fría y cínica que le encantaba cultivar a la “Esfinge”, como lo apodaban, Mitterrand alzó la mirada hacia sus asistentes y señalando a la chica dijo: “Es linda, ¿verdad?”.

A unas pocas cuadras, en el departamento en el que vivía con su madre -situado al lado del Palacio del Elíseo y propiedad del estado- estaba la chica linda de la foto. Su nombre era Mazarine Pingeot.

Reconocida por su padre a los 9 años, jamás usó el apellido paterno. Una joven anónima que pasó casi dos décadas entre las sombras y que, de la noche a la mañana, se transformó en la hija ilegítima de un presidente en ejercicio: "Mi padre me llamó y me dijo: 'Prepárate'. Fue ultraviolento. Pasé de la invisibilidad a la exposición y me sentí aún más encarcelada".

Después del cisma que produjo en su vida cotidiana la revelación de su existencia, los franceses volvieron a verla en las imágenes tomadas por medios de todo el mundo durante el funeral del ex presidente de la República, una fría mañana de enero de 1996. En primera fila, la viuda y la amante. Los hijos legitimos y ella. Mazarine alcanzó el protagonismo en medio del dolor.

Tras bambalinas. Mazarine Marie nació en Aviñon en 1974, fruto de la historia de amor que comenzó en la década previa, entre François Mitterrand y Anne Pingeot, una experta en arte y curadora del Museo d’Orsay nacida en el seno de una familia burguesa de Auvergne y casi treinta años menor que su amante. Era la típica representante de la Francia católica de derecha que llegó a París a los 17 años para hacer estudios de Historia del Arte. Anne visitaba a menudo a los Mitterrand, que eran amigos de sus padres. Y así comenzó una relación apasionada. La mujer del político, Danielle, lo supo pero no le dio el divorcio. Anne lo aceptó pero le pidió tener un hijo.

Mitterrand, en plena campaña política, sabía que tapar a una mujer era más fácil que ocultar una familia. Para no levantar sospechas recién conoció a Mazarine un mes y medio después de su nacimiento. Mientras tanto Anne, para evitar el escarnio, presentó a su familia la niña como un bebé que había quedado a su cuidado.

Pero todo cambió cuando Mitterrand se convirtió en el primer mandatario socialista de la Quinta República. Mazarine tenía seis años y recuerda cómo descubrió la identidad del hombre que le leía cuentos antes de dormir: en la pantalla de un pequeño televisor, cuando era ungido Presidente de Francia.

Al principio, estaban juntos los fines de semana en Souzy, una residencia de la República, lugar de reposo de los presidentes. Dos años después, Mitterrand les propuso vivir con él en un apartamento al otro lado del Sena, no lejos del Elíseo. A partir de entonces, a ese lugar acudiría casi todas las noches para comer unos sencillos huevos al plato, leerle historias a su hija y marcharse al trabajo cada mañana.

Carcel de oro. Mazarine sumó los relatos de su vida como hija clandestina en dos libros autobiográficos “Boca cosida” (2005) y “Buen soldadito” (2012). Contó sobre esa infancia de silencios rodeada de libros, mascotas y ocho guardaespaldas en una casa que parecía una prisión y donde un padre entraba y salía “entre familias”.

Casi desafiante, a veces, François Mitterrand se exhibía junto a ella. Siempre sin presentarla o decir quién era. La llevaba a conciertos, restaurantes o en algunas giras oficiales. Cuando visitaba el Palacio del Elíseo salía escondida en el asiento de atrás del coche.

Claro que no todo el mundo se compadecía de ella. Hay quienes no dejaron de recordar que la historia de reclusión que cuenta Mazarine se cargó a la espalda de los contribuyentes franceses, que costearon tanto las residencias como el numeroso servicio de seguridad que velaba por ella. Más aún, insisten en el empeño que Mitterrand puso en crear una célula antiterrorista para protegerla de la curiosidad periodística, que permitió las escuchas ilegales y hasta el chantaje a quienes pudieran revelar la existencia de su hija oculta. La hija oculta, mientras tanto, sufrió crisis depresivas, anorexia y hasta se refugió en la bebida.

Entre las sombras. Mazarine tiene hoy 43 años. Es periodista, profesora universitaria de Filosofía y escritora. Casada con el político Didier Le Bret y madre de tres hijos, asegura que a fuerza de terapia y escritura, saldó cuentas con esa infancia complicada. Pero siempre queda una huella.

A propósito de su último libro, “Théa” (Alfaguara), recién publicado en nuestro país, Mazarine Pingeot dialogó con NOTICIAS sobre su obsesiva búsqueda de los orígenes.

Noticias: "Théa" es un libro sobre los orígenes. Un tema recurrente en sus libros autobiográficos. ¿Por qué le interesa tanto este tema?

Mazarine Pingeot: Es fascinante para mí y guía mi trabajo. Creo que es algo que le concierne a todo el mundo, pero cuando estos orígenes están manchados por el misterio, por razones históricas o familiares, uno se los cuestiona desde otro lugar.

Noticias: A pesar de que hace unos años decidió incorporar el apellido Mitterrand, nunca parece asumirlo como propio. ¿Es un homenaje a su madre o prefiere mantener el anonimato?

Pingeot: Por ambas razones. La familia de mi madre es muy importante para mí, es mi familia y, por lo tanto, es mi apellido. Llevo el apellido Miterrand en mis documentos de identidad, pero continúo firmando a Pingeot, porque comencé a escribir con este nombre. El apellido y el nombre que recibimos llevan una historia que nos precede, nuestro camino es asumirla o no.

Noticias: ¿Por qué elegió a Antoine, un argentino, como el espejo para que Théa pueda sumergirse en sus orígenes?

Pingeot: Durante mucho tiempo había querido trabajar en este período de la Argentina, impresionada por la historia de las abuelas de Plaza de Mayo y su búsqueda de la verdad. Luego, me interesó el tema de la mentira política y especialmente, la cuestión de la desaparición. Es un problema que me atormenta. ¿Cómo se hace con un dolor íntimo pero a la vez histórico? Leí muchísimos libros sobre la Argentina, vi documentales de la época, y también una de mis mejores amigas es argentina. Nunca he estado allí, pero es un país que me fascina.

Noticias: Usted habla sobre los secretos de la familia y cómo estos definen la vida de sus miembros. Usted lo sufrió en carne propia. ¿Cómo es vivir una vida en secreto?

Pingeot: Esta es una gran pregunta: yo no tenía ningún secreto. Yo “era” un secreto. No poder preguntarnos sobre nuestros orígenes hace que la construcción de identidad sea difícil. Por lo demás, tuve una infancia normal. Bueno, realmente no sé lo que significa normal.

Noticias: ¿De qué manera ser un secreto de estado marcó su historia personal?

Pingeot: Es difícil de decir porque nunca conocí otra vida y no puedo comparar lo que podría ser con lo que soy. Pero es cierto que otorga una cierta responsabilidad y uno pierde la inocencia. La infancia ha sido bastante oscura, ¡pero está sanando!

Noticias: Su personaje descubre cosas terribles sobre su padre. ¿Cree que el amor filial puede superar aquello que nos avergüenza de nuestros padres?

Pingeot: Es muy doloroso para un niño darse cuenta de que el padre y la madre que ama no son necesariamente adultos que apreciaría. Pero esta dualidad está presente en todos nosotros. No somos los mismos en nuestras familias, en nuestro trabajo, con nuestros amigos. Tenemos estas diferentes facetas que siempre son una sorpresa para los niños que solo conocen a sus padres como padres. Pero más allá de eso, siempre me he preguntado cómo los hijos de los verdugos podían vivir este atroz conflicto entre el amor y el disgusto.

Noticias: ¿Habló de sus orígenes con sus hijos?

Pingeot: Por supuesto. Cuando me preguntan, les cuento todo. No hay tabúes.

Noticias: ¿Cómo le cayó la publicación de “Cartas para Ana" de François Mitterrand (Gallimard) la recopilación de las 1218 cartas que le escribió su padre a su madre?

Pingeot: Son cartas hermosas y me parece importante que este libro exista. Aunque reconozco que leer las cartas de tus padres siempre es extraño. Es como si los estuviese espiando a través de la cerradura.

Noticias: Hace dos años posteó un artículo sobre un candidato sueco que dije ser hijo ilegítimo de su padre. ¿Cree que hay más secretos para descubrir?

Pingeot: No lo creo y no estoy segura de que me interese saberlo. Mi último libro, “Magda”, trata de esto: ¿conoces a tus padres? ¿conocemos a sus hijos? No, por supuesto, nunca completamente y eso es algo bueno para todos.

por Gabriela Picasso

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