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OPINIóN | 14-06-2018 12:39

Aborto al Senado, la parada que puede volver a sorprender

En la Cámara Alta el proyecto deberá lidiar con el sector más conservador, tanto del oficialismo como del peronismo en mayoría. Por qué puede pasar igual. Macri y las historias argentinas que desmienten los costos políticos.

Como si se tratara de una jugada de ajedrez, la definición por la ley de despenalización y legalización del aborto en Argentina tiene en vilo las relaciones políticas puertas para dentro de cada partido.

La propia coalición Cambiemos se ha visto atravesada por este debate, siendo la Coalición Cívica que responde a Elisa "Lilita" Carrió la única pata de esa alianza que ha mantenido la cohesión a la hora de tomar una decisión. En contra, claro, siguiendo los preceptos religiosos de la líder del espacio. El PRO, por su parte, se ha visto dividido en posturas divergentes, entre las que picó en punta la del presidente del bloque, Nicolás Massot, que abrió el debate como si se tratara de una cuestión de kirchnerismo vs. macrismo, una postura que, por suerte, no tuvo mucha adherencia dentro de su propio bloque. La realidad del debate iba por otra sintonía, como se pudo ver en la exposición de Fernando Iglesias, que terminó siendo aplaudido –aunque usted no lo crea– por unas cuantas bancas del kirchnerismo y afines. O más notoriamente, por la proximidad a la hora de la votación y por lo encendido del discurso, en el caso de la diputada Silvia Lospennato, que despertó una ovación que incluyó a una sonriente Victoria Donda y al bloque del FIT, Nicolás Del Caño incluido. El radicalismo también se vio cruzado por el debate y no pudo mostrar cohesión, al existir casos de legisladores que se manifestaron en contra de la despenalización. Consumada la votación, mientras el presidente de la Cámara, Emilio Monzó, intentaba resolver el cuestionamiento de los legisladores santiagueños que votaron en contra y figuraban como positivos –corregido sin alterar el resultado– Carrió pidió la palabra para hacer una aclaración que sonó a advertencia: "No he hablado para preservar la unidad de Cambiemos".

No fueron pocos los que, al ver el debate desde afuera, criticaron la posición del Frente para la Victoria devenido en Unidad Ciudadana y los partidos del interior que adhieren al ideario kirchnerista. El motivo era elemental: durante los 12 años y 6 meses que el kirchnerismo estuvo en el poder, salvo una excepción dada por el período 2009-2011, siempre contó con mayoría parlamentaria en ambas cámaras. Y el aborto no se debatió. Más aún, fue la propia Cristina Fernández de Kirchner quien se manifestó públicamente en contra del mismo. Con el paso del tiempo, quedó probado que, o todos cambiaron de parecer –incluyendo a Cristina– o que el espíritu de pertenencia partidaria es capaz de mandar los ideales al bolsillo hasta nuevo aviso.

Tampoco fueron pocos los que nos preguntamos, nuevamente, si no es hora de buscar un sistema de representación parlamentaria uninominal, dado que la queja en conjunto de todos los sectores giraba en torno a no poder creer quienes habían llegado allí por nuestro voto.

La realidad es que el debate planteado atraviesa a todos los sectores políticos por distintas razones que quizás no fueron consideradas pero que a mi me resultan llamativas. La primera es que esta cámara de diputados tiene un promedio de edad de 52 años. Esto puede decir nada o, del mismo modo, recordarnos que el promedio de esta cámara era adolescente cuando comenzaron las primeras marchas en reclamo de la despenalización del aborto en democracia, sin contar a los que nacieron con el debate en crecimiento. Por otro lado, esta cámara de diputados tiene una participación femenina del 39,9% –la más alta de América Latina– pero que en la franja de menores de 40 años, trepa al 55%.

Hay cosas de la vieja política que quedaron pedaleando en el aire. La pertenencia partidaria fue la primera de ellas. Una foto a favor, otra en contra de la ley, ambas con funcionarios del oficialismo como protagonistas. Un bloque que cuenta con Fernando Iglesias y Nicolás Massot, con Silvia Lospennato y Elisa Carrió.

Pero cuando se escuchó mencionar a la Multipartidaria de Mujeres, todo se puso más interesante. Son mujeres de distintos partidos, unidas más allá de sus diferencias políticas, en pos de un fin común: los derechos de la mujer. Desconozco si el nombre fue elegido porque caía de maduro o adrede. Me gusta pensar en la segunda opción: la Multipartidaria fue una mesa de coordinación conformada en 1981 e integrada por la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Partido Intransigente, la Democracia Cristiana y el MID con el objetivo de presionar por un derecho que les era negado a todos por igual, en este caso, el ejercicio de la Constitución Nacional.

Segunda batalla: el Senado

Cantar victoria es lindo para quienes desean la despenalización y legalización del aborto. Pasada la alegría/decepción, según corresponda, todavía resta una parada áspera: el Senado de la Nación. El recinto de la cámara alta figura en el imaginario popular como un ente más conservador, y con buenos motivos para creer en ello. Principalmente, por su espíritu de composición: no se eligen legisladores en proporción a la cantidad de habitantes como en la cámara de diputados, sino que son tres por cada provincia y tres por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tradicionalmente, las presiones y roscas políticas juegan en otra liga: gobernadores, presidentes de partidos, ex presidentes.

Para los más especulativos con los resultados políticos, la parada del Senado tiene una ventaja que juega en favor de quienes están a favor de la despenalización: por como están compuestas las cámaras, si la ley se caía en diputados, el responsable principal de cara a la opinión pública sería el propio oficialismo; en cambio, si el peronismo quiere, el Senado la aprueba. Nadie espera demasiado de Cambiemos en el Senado en favor de la despenalización, con las posturas ya conocidas de Esteban Bullrich, quien llegó a pedir documento de identidad para embriones, Federico Pinedo o la de Gabriela Michetti, coordinadora de la foto de funcionarios oficialistas contrarios a la despenalización.

Resultará interesante ver a los senadores peronistas que quieren despegarse de Cristina estar nuevamente entre la espada y la pared: votar con ella o no.  Viendo la posición de los gobiernos de San Luis o Salta, se puede considerar –con razón– que acá tampoco se tratará de unidad partidaria si no de costumbres y creencias. Allí están puestas las esperanzas de todos los sectores a favor y en contra de la despenalización. ¿Mantendrán el estado de las cosas como hasta hoy y aceptarán el costo, o cambiarán la situación actual de la ley? Creer que sólo pesaran las convicciones personales es desconocer las normas básicas y elementales de la élite política.

¿Costo? 

Finalmente, resta descartar que si el Senado llegara a aprobar la ley tal y como salió de la cámara de diputados, es al menos imposible suponer que el presidente de la Nación la vete. Fue él quien habilitó el debate por considerar "madura" a la sociedad argentina.

Hay voces que se han levantado en contra del gobierno por esta posición, tan sólo por haber habilitado el debate, un debate que se podría haber habilitado de todos modos si los legisladores se ponían de acuerdo. Incluso hay varios que dicen haber votado a Cambiemos y que hoy se sienten traicionados. No es de olvidar, tampoco, la postura de todos los sectores de la Iglesia –que al tratarse de una cuestión dogmática, han mantenido la cohesión pública– y la bronca entendible, desde esa postura, hacia el gobierno. Por el bien del sistema republicando y soberano, esperamos que la diferencia sea religiosa y no una orden de la autoridad de otro Estado soberano.

Por último, quiero recordar que las medidas que más han afectado el statu quo a lo largo de la historia, poco han influido en generar una imagen negativa del Presidente al momento de ser aprobado. Durante el primer mandato de Julio Argentino Roca el congreso sancionó la ley de educación pública, obligatoria, gratuita y laica, además de la ley del Registro Civil. El tema no pasó por un tubo y hasta se rompieron relaciones con el Vaticano. Sin embargo, no fue el fin de Roca sino todo lo contrario, dado que fue electo nuevamente presidente unos años después. Es más, en una biografía tan controvertida como la de Roca, el único aspecto positivo en el que coinciden todos los historiadores, es en cómo defendió esas leyes emanadas del Congreso.

En 1947, la sanción del voto femenino generó unos debates que a la vista de hoy resultan hilarantes –"¿Cómo van a tener nuestros mismos derechos si son distintas a nosotros?" era el más habitual–, pero promovido por un cambio social que atravesaba a varios partidos sin importar las ideologías y que ya arrastraba una corriente internacional provenientes de los países más avanzados del mundo –y, para variar, Uruguay–la ley salió y no significó un rechazo al peronismo por parte de sus votantes. Probablemente haya habido quienes se escandalizaron y se sintieron traicionados, pero no es en ese tono en el que se dan los cambios políticos. ¿O acaso Cristina Kirchner no obtuvo su más apabullante triunfo un año después de la aprobación del Matrimonio Igualitario, que implicó una pelea puertas adentro de los sectores más conservadores del Partido Justicialista?

Se han escrito y se seguirán escribiendo kilómetros de libros sobre qué es lo que nos pasa a la hora de votar. Sin embargo, a la hora de los resultados electorales, pareciera que pesan otras cosas.

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