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ECONOMíA | 15-07-2018 02:39

La sequía de Latinoamérica: estructura productiva bajo la lupa

Se cumplen 16 años sin ganar un Mundial, pero también siete de crecimiento mediocre.

Latinoamérica cumple 16 años sin ganar un Mundial. Es algo inédito. Hasta 2002 solían turnarse campeones europeos y sudamericanos, pero nunca pasaban cuatro Copas del Mundo bajo una hegemonía, en este caso del Viejo Continente. Pero quizás más preocupante para nuestras poblaciones sea que la región lleva siete años sin crecer a las tasas necesarias para pegar el esquivo salto al desarrollo.

América Latina va camino de otra década pérdida. En 2011 creció por última vez más del 4% anual. Ni hablar del 9% al que se expandía China entre los 80 y la primera década de este siglo. Desde 2012 y hasta 2018, nuestra región ha combinado años de expansiones mediocres con otros de contracción.

En la llamada década perdida de los 80, con la crisis de la deuda externa que afectó a todos, Sudamérica creció sólo 1,3% promedio anual. En los 90, en el inicio de la era neoliberal, al 2,7%. Entre 2000 y la crisis mundial de 2008, con el boom de precios de las materias primas, al 3,5% y entre 2009 y 2017, el 1,9%, según datos que recopiló el economista Federico Poli sobre la base de datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Poli, consultor en Francia, ex director de asuntos económicos de la Secretaría General Iberoamericanna y ex subsecretario de Pyme, admite que hay países con mejor y peor desempeño: “Que hubo una mala cosecha, que bajaron los precio de la soja, el petróleo, el cobre, son fenómenos que afectan a todos. Es verdad que Venezuela y la Argentina son las desilusiones más grandes, pero hay otros países más estables, que están mejor que hace 30 años, pero que siguen atados al ciclo de las materias primas. No hay historias de catch up (avance tecnológico respecto de los países desarrollados) como en Asia”.

El consultor argentino comenta que si uno toma los más antiguos datos disponibles en organismos internacionales, puede advertir que desde 1980 en adelante Sudamérica sufrió déficits de cuenta corriente (componente de la balanza de pagos de un país en el que pesa sobre todo el intercambio de bienes y servicios) en casi todos los años, excepto entre 1992 y 1994 y entre 2003 y 2007. Desde 1990 en adelante, la región siempre padeció altos déficits fiscales. “Vivimos de prestado del mundo y los estados viven por encima de lo que recaudan. Somos una región que consume un montón, no ahorra ni invierte. Asia también tuvo déficit, pero porque hizo infraestructura. Entonces tenemos baja productividad, una estructura productiva poco diversificada, pocas actividades intensivas en conocimiento y la sociedad más desigual del mundo. Tenemos el mismo problema que hace 60 años”, lamenta Poli.

¿Cuál es la razón? “Cuestiones sociológicas, políticas, tenemos capitalistas rentistas, no salimos de la trampa del ingreso medio”, se refiere el consultor a los países que no son pobres pero tampoco llegan a la prosperidad. Ningún país latinoamericano supera la barrera de los ingresos medios, de 22.000 dólares de PBI per cápita, según el parámetro del FMI. No hay un Corea del Sur, con 28.000 dólares, un ejemplo de país que pasó del subdesarrollo al desarrollo, a diferencia del modelo que propone Cambiemos, Australia. Antes de la última devaluación de monedas latinoamericanas, Uruguay estaba en 18.000; Panamá, 16.000; Chile, 15.000; la Argentina, 14.000; Costa Rica, 12.100; Brasil, 10.200; México, 9.700; República Dominicana, 7.800; Perú, 7.100; Colombia, 6.500; Ecuador, 6.200; Guatemala, 4.700; El Salvador y Paraguay, 4.500; Bolivia, 3.600 y Venezuela, 3.100.

Cavallo. En la asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que se celebró en marzo pasado en Mendoza, la entidad también advertía en un informe que Latinoamérica debía mejorar en inversión y productividad, aunque proponía una receta diferente. Uno de los autores del informe del BID, Eduardo Cavallo, hijo del ex ministro de Economía argentino, proponía a los países “revisar sus políticas impositivas y laborales para garantizar la competitividad”. Poli, en cambio, opina que, “aunque quizá haya problemas laborales y tributarios en algunos países, no explican la falta de productividad, inversión y diversificación, que tiene que ver con una economía que no produce bienes de alta tecnología, que generarían buenos sueldos, ni bienes de consumo masivo basados en bajos salarios, que se exportarían a todo el mundo, con una parte de la sociedad que consume por encima de sus posibilidades y otra que vive marginada y necesita de un Estado, que es deficitario”.

El economista brasileño Luiz-Carlos Bresser-Pereira, ex ministro de Hacienda de su país y profesor emérito de la Fundación Getúlio Vargas, aporta su visión: “Cuando las commodities volvieron a bajar, Latinoamérica volvió a ir para atrás respecto de sí misma y del mundo. ¿Por qué? Hay una explicación general que es la trampa de los países de renta media, pero eso siempre pasó en la región. ¿Qué ocurrió de diferente desde los 80? En los 80 tuvimos una gran crisis de deuda externa por la locura de endeudarse en moneda extranjera y hoy la Argentina está sufriendo el problema del financiamiento externo de su déficit. Y en los 90, con la apertura comercial, que yo apoyé en esa época, se eliminaron aranceles y subsidios a la industria que hasta ese momento nos prevenían de la enfermedad holandesa, es decir, la apreciación cambiaria que se provoca por el ingreso de capitales por la exportación de recursos naturales y que les quita rentabilidad a los productos industriales. Con el boom de las materias primas de los 2000 hubo una reprimarización de las exportaciones latinoamericanas y se acabó con el desarrollo de la industria”.

El economista chileno Andrés Solimano, presidente del Centro Internacional de Globalizacion y Desarrollo (Ciglob), observa que los precios del petróleo y los metales, como el cobre, vienen recuperándose desde la segunda mitad de 2017, pero este año comenzó la salida de capitales de los mercados emergentes. “Hay una historia de commodities y flujos de capitales que afectan a todos, pero también hay diferencias nacionales”, señala Solimano. “Brasil tuvo problemas políticos y económicos internos desde 2014. La Argentina ahora tiene un programa del FMI, que puede corregir desequilibrios pero nunca trae crecimiento. México lleva 30 años creciendo lento, con una pobreza del 52%, alta desigualdad y un problema de violencia que explica su actual giro a la izquierda después de haber apostado al neoliberalismo. Venezuela vive una supercrisis de inflación y desabastecimiento. Chile pasó de crecer 5,3% anual entre 2010/13 al 1,5% entre 2014/17 y no fue porque pasó de (Sebastián) Piñera a (Michelle) Bachelet sino porque depende mucho de los precios de commodities. En cambio, Japón, Taiwán, Corea del Sur y ahora China tuvieron un desarrollo industrial durante décadas, apoyado por el Estado, y les dio resultado”, admite Solimano.

Similitudes. La economista colombiana Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencas Sociales (Flacso) en México, también comienza por observar que “los países de América Latina tienen estructuras productivas disímiles: mientras México y los del Caribe y Centroamérica se montaron en modelos de producción insertos en las cadenas de valor denominadas maquila, es decir, ensamblaje, los de Sudamérica tienen una estructura cada vez más volcada al llamado neoextractivismo”. Sin embargo, “en unos y otros ha descendido el contenido de valor agregado nacional y la participación de las remuneraciones laborales en la distribución funcional del ingreso, con lo cual se ha debilitado la demanda interna y su poder de dinamizar la economía. En los dos, por diversas razones, se ha elevado considerablemente la propensión a importar. El modelo de desarrollo exportador latinoamericano es intensivo en importaciones y poco demandante de trabajo, con el resultado de que ahora se necesitan tasas de crecimiento del PBI muy superiores a las anteriores para generar el mismo crecimiento del empleo. Las inversiones públicas se redujeron sustancialmente y las privadas no arribaron en el volumen requerido y hacia los sectores dinámicos”, lamenta Puyana.

Otra es la receta que propuso el Banco Mundial en su reunión semestral de abril pasado: recortar el déficit fiscal, pero sin afectar la infraestructura y el gasto social. "Déficits fiscales más bajos y menor carga de deuda ayudarían a incrementar el crecimiento”, propuso su economista jefe para Latinoamérica, Carlos Vegh.l

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