Thursday 18 de April, 2024

OPINIóN | 02-08-2018 17:28

De los sobornos del Senado a los cuadernos K

El arrepentido que, hace 14 años, reveló a la Justicia cómo había pagado las coimas de la ley laboral, analiza el caso del chofer de Baratta. Por qué él no fue preso y Centeno sí.

La Argentina no deja de sorprendernos nunca. Este nuevo hecho que revela un entramado de corrupción sistémico es mucho más grande que el que yo denuncié años atrás. Sin embargo, mi caso sirvió para derribar el mito de que la corrupción era imposible de ser probada.

A partir de mi confesión algo se rompió o cambió en la sociedad. Hoy la gente común que tiene información se anima a hablar, se anima a contar lo que sabe y a confiar en alguien: en el periodismo. Lo mismo que me paso a mí.

El periodismo es el único ámbito de poder en el cual confía el ciudadano común. La contracara de eso es el descrédito que sufren los poderes del Estado.

Ahora bien, en lo que me tocó vivir a mí, la situación de la Justicia era aún peor ya que no contaba con las herramientas que nacieron como consecuencia del caso de las coimas del Senado. No dudo en afirmar que hoy tenemos ley del Arrepentido gracias a que un Tribunal sin sentido común, absolvió a todos los imputados de ese asunto, entre los que me incluyo.

Una justicia alejada de la sociedad.

Este nuevo asunto vuelve a poner en el ojo de la discusión pública la eficacia de la ley de Arrepentido. Efectivamente, este imputado que llevaba las anotaciones detalladas de todos los actos de corrupción que realizaban diariamente sus jefes, tiene un “puente de plata” – ya insinuado públicamente por el propio Fiscal Stornelli – de acogerse a la figura del cooperador y recibir solo un castigo formal, evitando años de prisión.

Eso en mi época era impensado. Yo confesé sólo por convicción, sabiendo que podía recibir un severo castigo. Este señor de los cuadernos se encuentra en una situación procesal privilegiada.

Realmente espero que se encuentre bien asesorado y advierta que –más allá de evitar la cárcel- cuenta con una oportunidad histórica de ayudar a la sociedad argentina a salir de años de corrupción e impunidad.

por Mario Pontaquarto*

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