Friday 29 de March, 2024

OPINIóN | 09-08-2018 21:17

Mauricio Macri no tuvo empacho en refundarse a sí mismo

En algunos meses destruyó a su familia paterna y construyó una nueva, glamorosamente perfecta, exhibida como trofeo en los medios de comunicación y las redes sociales.

Le inició a su padre un juicio por insania hasta hacerlo renunciar a todos sus bienes; mientras la familia lloraba la muerte de su hermana mayor, Sandra, él internó a su hermana menor, Florencia, en una clínica psiquiátrica. Se distanció de su hermano Mariano y puso a su hermano Gianfranco a cargo de los negocios compartidos. Se rodeó de sus amigos del Cardelan Newman y de las relaciones sociales de su madre Alicia Blanco Villegas. Transformó las empresas heredadas de su padre en fondos de inversión, transfirió las acciones de sus constructoras a testaferros e hizo que sus principales socios, su primo Ángelo Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo, hicieran lo mismo.

Cambiaron de socios y diseminaron sus valores y propiedades en múltiples fondos de inversión y en empresas radicadas en paraísos fiscales para que sus fortunas y sus negocios resultaran imposibles de rastrear.

Cuando comencé a escribir Big Macri, creí que sería un nuevo capítulo de una saga teñida de los aromas dulces y los colores cálidos del sur italiano. Pero no: hace rato ya que Macri prefiere las márgenes del Hudson. Llegar en jogging y campera Uniqlo a las reuniones en que se habla de miles de millones de dólares es mucho más elegante que andar de traje. Ya nadie besa anillos como en las películas de Francis Ford Coppola ni necesita conocer el Vaticano. Las nuevas generaciones de La Famiglia son budistas, toman clases de respiración y no tienen empresas sino fondos de inversión. Mauricio Macri no quiere ser el hijo de Don Corleone, quiere ser Axelrod.

Para eso, claro, debió matar a su padre. Y para eso no tendrá empacho en matar a su primo Ángelo, y a los amigos de su padre que formaron durante años aquello conocido como la Patria Contratista. Franco Macri deambula a veces como un fantasma por la residencia de Olivos, pero ya no interviene en las discusiones políticas ni económicas. “Ganaron los del Newman, yo ya no manejo nada”, le dice a los empresarios que lo llaman para pedirle que interceda.

Pero las maldiciones familiares no son tan fáciles de romper. Y mucho menos cuando son las que construyeron la arquitectura del poder que hoy lo sostiene.

Ángelo es el primo protegido de toda la Familia. Porque es el hijo de la única mujer, porque fue siempre el Primo pobre, el que no compartía los negocios. Por eso Franco dudó cuando de buenas a primeras le anunciaron que compraría IECSA, la joya de la corona de las empresas familiares. Mauricio Macri tenía un plan: iba a ser jefe de gobierno porteño, IECSA era una de las principales contratistas del estado en la ciudad y no quería sacarle esos negocios. Quería otorgarle además la mayor obra de infraestructura de la historia, el entubamiento del arroyo Maldona. Por eso en un pase de magia de papeles y cajas chinas, IECSA quedó a nombre de Ángelo Calcaterra. Nunca nadie vio sin embargo los once millones de dólares que decía que había pagado con la empresa.

Cuando lo entrevisté para el libro El Pibe, Franco Macri me dijo: “ese fue Mauricio con los italianos, me robaron la empresa. Ángelo no tenía la plata para comprarla”.

El año pasado, repitió la maniobra. Ahora la dejó en manos de Marcelo Midlin, el empresario que le presta su Fondo de inversión para arreglar todo lo que no se puede mostrar. Sabía que estaba avanzando la investigación por el soterramiento del Sarmiento y que más temprano que tarde se conocería que IECSA era socia de Odebrecht.

Alejado de la familia, decidido a avanzar si mirar atrás, Mauricio Macri creyó que había aventado los fantasmas. Pero el sábado 4 de agosto se encontró con la novedad: uno de los gerentes de IECSA, Javier Sánchez Caballero, estaba en prisión dispuesto a contar que si alguna vez había tenido alguna relación con funcionarios y políticos era por orden de la familia Macri. Ángelo decidió adelantarse, un poco para proteger a su empleado, otro poco para intentar controlar los daños. Pero la puerta de La Famiglia quedó abierta.

Cuando Mauricio Macri se despertó esa mañana después de soñar que el presidente había desaparecido, se encontró convertido en el hijo de Franco.

*periodista, diputada Nacional por el FPV y autora de "El Pibe" y "Big Macri".

por Gabriela Cerruti*

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