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SIN CATEGORíA | 26-09-2018 11:34

Marina Arismendi, de comunista a vazquista

Hija del líder histórico del PCU, terminó siendo leal al presidente Vázquez.

La frase del título es del politólogo Adolfo Garcé y resume en cuatro palabras el derrotero ideológico de la ministra de Desarrollo Social. Según Garcé, cuando Tabaré Vázquez ganó las primeras elecciones de la izquierda en su historia, la eligió para formar su gabinete por ser secretaria general del Partido Comunista Uruguayo (PCU). Era un popurrí de ministros que representaban el amplio abanico del Frente Amplio. “Tenía representado en su gabinete, casi a una mesa chica de la mesa política del FA. Pero en su segundo mandato, Vázquez cambió el criterio: eligió fieles, leales a él”, y así fue que volvió a pensar en Marina Arismendi, María Julia Muñoz, Víctor Rossi o Danilo Astori, ya no por su sector partidario, sino por ser “vazquistas”.

Y ser leal al presidente le costó a Marina Arismendi (69), además, un paulatino alejamiento a la dirección de su sector, según Garcé. El hoy secretario general del Partido Comunista, Juan Castillo, reconoce que Arismendi está distanciada de la orgánica del partido, del debate y la toma de decisiones de la dirección. Y explica cómo se fue gestando ese divorcio: “Desde la militancia hemos construido una relación de respeto con Marina. No quiere decir que en su vida orgánica y militante no haya tenido un corte con el PCU, porque sí lo tuvo. Ella fue la secretaria ge neral del partido en los momentos más embromados, cuando la cola era para irse, no para entrar al partido”, dijo Castillo. Fue en el año 92, tras la debacle interna de los comunistas a raíz de la caída del socialismo real que Marina asumió una dirección colectiva junto a Carlos “Púa” Tutzó, Daniel Banina y Pedro Balbi. Hasta que en 1998 se hizo cargo de la secretaría general del partido en soledad.

En esas estaba, como la vocera principal del PCU, cuando al ganar Vázquez en 2004 le propuso integrar el gabinete como titular de un ministerio que él crearía: el Ministerio de Desarrollo Social. “Al principio, ella planteó en una reunión del comité central que el MIDES le absorbía mucho tiempo y le hacía imposible sumarse a las tareas de conducción del partido. Fue quedando visible su desatención al partido, no le daban los tiempos de ser ministra y estar en la discusión cotidiana de cosas del partido”, la justifica Castillo. Fue así como en el 27° congreso del PCU de 2006 se nombró a Eduardo Lorier, hoy embajador en Cuba, como su sucesor. Marina es, para muchos, “la hija de Rodney”. Su padre es el gran referente intelectual de los comunistas. “Rodney Arismendi fue una figura muy importante en el movimiento comunista internacional. Cuando cubanos y soviéticos tuvieron una relación tensa, él era el mediador. Era un tipo muy respetado en la URSS”, dice Garcé.

Rodney, reconocen todos, no tenía una relación muy estrecha con su hija Marina. El “elegido” para él y para Jaime Pérez era Esteban Valen ti. “Marina no podía ni pisar el PCU porque ni se hablaba con su padre. Valenti era para Jaime y para Rodney como un hijo, era el protegido”, dice Bianchi, y comparte Garcé. “Lo veían como el sucesor que conduciría el partido”, señala el politólogo.

Rodney, por su parte, fue electo senador en las elecciones de noviembre de 1989 con la 1001, pero falleció en diciembre. Sin apoyo para reformular el partido, Jaime Pérez pidió no escuchar más hablar de “la dictadura del proletariado” tras la caída del muro de Berlín y sugirió implotar el partido. Pero Marina lideró un movimiento ortodoxo que reivindicaba el sentimiento comunista. “Ya no hay dioses”, expresó en una reunión del comité central del partido, y así empezó a mandar entre los comunistas. Pero la designación de Vázquez como ministra en 2005 dejó a Arismendi, de oficio maestra, lejos de las decisiones orgánicas de su sector. Así y todo, Castillo dice que se reúne “una vez por semana o cada 10 días” con Marina, como vocera del gobierno. “Por respeto al apellido del padre”, acota Bianchi, quien no la tiene en alta estima.

Arismendi no llenó el MIDES de comunistas. De hecho, desde el PCU le cuestionaron en su momento que no tuviera en cuenta al partido para rodearse de gente “de confianza”. Su viceministra Ana Olivera, es una comunista militante, y también lo es Federico Graña, director nacional de Promoción Sociocultural y activista LGTBI. Eso sí, si bien manda ella, habla muy poco con los medios de prensa. “Se expone poco, hablan los demás. Quizás, incluso, sea a pedido expreso de Vázquez”, especula Garcé.

Un asesor técnico de la diputa da Gloria Rodríguez la tildó de insensible y autoritaria. Castillo negó estos atributos, pero un diputado del MPP reconoció que algo de eso hay: “Piensa que está trabajando con lúmpenes, no con proletarios. Eso la puede conducir a una falta de sensibilidad”, dijo.

De hecho, tras la interpelación de Rodríguez por el traslado de pacientes ciegos del Instituto Cachón en agosto de 2016, la bancada oficialista hizo una sintomática declaración “de apoyo a las políticas sociales del MIDES” y no de apoyo a la figura de la ministra. El diputado mujiquista reconoce que eso no fue antojadizo.

Arismendi parecía blindada a los llamados de atención de sus correligionarios. “Se le dijo que el traslado de esos ciegos a otro instituto era un error, y no hubo caso. Ella tomó la decisión arbitraria de reubicar a los ciegos en otro lado, sin convencerlos primero. Se lo advertimos y nada. Ahí te das cuenta de su soberbia. Quizás sea algo que la caracteriza, sí”, admitió el representante del MPP.

por César Bianchi

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