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PERSONAJES | 25-10-2018 14:46

Daniel Guebel: “La literatura es la droga que consumo”

Libro nuevo, lecciones de piano, Kafka, narcisismo y literatura argentina. Ángeles y demonios de un escritor compulsivo.

Antes de sentarse a la mesa, Daniel Guebel prepara café doble en la cocina de su casa de Núñez. En el cuarto de al lado –techo alto, piso de madera, biblioteca abigarrada de libros– duerme un piano.

Noticias: ¿Toca el piano?

Daniel Guebel: No, no sé nada de música. Escribí un libro sobre artistas musicales pero no sé tocar ningún instrumento, pero adoro el sonido del piano. Es marca Erard, es francés y es de principios del siglo XX. Tiene una funda encantadora que dice: “Música es el lenguaje espiritual de la humanidad”.

Noticias: ¿Está de acuerdo con la frase?

Guebel: Diría que es uno de los lenguajes espirituales, no el único.

Ganador del Premio de la Academia Argentina de Letras el año pasado por su novela “El Absoluto”, Guebel es uno de los escritores más prolíficos de su generación. Lleva editadas 17 novelas, entre las que destacan “La vida por Perón” –llevada al cine en 2005 por Sergio Bellotti– y “Derrumbe”. También es periodista –escribe artículos en el diario Perfil– y conductor de uno de los pocos programas de literatura que reporta la grilla del cable –“Campo de batalla”, por el Canal de la Ciudad–. Unos meses atrás publicó “El hijo judío” (Random House), relato de revisión familiar con filo de bisturí, hipertrofias de una memoria que se revela falaz y el prisma atribulado de una niñez signada por los castigos físicos de su padre y la lectura como rincón del infierno que no es infierno.

Noticias: En su libro dice que en “Carta al padre”, de Franz Kafka, el verdadero destinatario era la madre, para que se diera cuenta de qué clase de marido tenía. ¿Quién es el destinatario de “El hijo judío”?

Guebel: Soy yo. Escribí sin pensarlo y me di cuenta de que por las cosas que estaba contando, el texto excluía la posibilidad de que lo leyera mi padre. Él ya no puede leer, entiende vagamente las letras, juega al dominó y confunde las fichas. De haber estado lúcido, no sé si me hubiese atrevido a escribir un libro como este. Hay libros que sólo pueden ser escritos si el destinatario más evidente está suprimido, por el dolor que generarían.

Noticias: ¿Cuál fue el impacto de la publicación en su familia?

Guebel: Mi hija no lo leyó, mi hermana me dijo que no iba a leerlo. Quienes lo leyeron en principio, tíos y primos, me hicieron comentarios útiles. Entre la primera y la segunda versión agregué 30 páginas. Cuando puse en circulación la primera versión, apareció algo de lo que yo no era tan consciente y que después trabajé. Aunque uno crea narrar los hechos tal como ocurrieron, la memoria es falaz. Decir toda la verdad es imposible, ni siquiera uno mismo la conoce.

Noticias: ¿Pudo disfrutar de la escritura a pesar de volver sobre hechos ciertamente dolorosos?

Guebel: La literatura es la droga que consumo. Escriba lo que escriba, y aunque atraviese zonas de malestar, hay un efecto aliviador. Escribía sobre un asunto duro para mí, pero disfrutaba de ver el desarrollo de una forma. Pienso la disposición de un texto literario en términos casi de circulación de formas, de cómo se compensan. Había sufrimiento, pero también un enorme alivio. Y estaba la fantasía, que siempre se revela falsa, de que narrar un asunto es descargarse de ese asunto. Y eso es falso porque lo patológico de un escritor va de libro en libro.

Noticias: ¿Su padre llegó a leer novelas suyas?

Guebel: Sí. A diferencia de don Hermann (el padre de Franz Kafka), mi padre me trataba peor, pero cambió antes de enfermarse y me aceptó. Ahora bien, esto que sentía con respecto a mi padre con intensidad es una hipertrofia de la sensibilidad infantil. Me preguntaste por el piano... Escribiendo “El absoluto” soñé, deseé que mi hija tocara el piano y le prometí que le iba a comprar uno. Cuando llega el piano a casa, hace años ya, ella era todavía una niña, la llamo a mi hija, que vive con su madre, y le digo “Hija, escuchá esto”, empiezo a tocar las teclas y me dice “Querés más al piano que a mí”. Le digo “Hija, no puede ser que creas eso. Ya mismo saco el piano a la calle y lo quemo”. Esa percepción de no ser amado fue desgarradora, porque nada amo más que a mi hija, y por suerte se lo pude decir. Eso me hizo entender que probablemente yo tenía la misma sensación de desafecto paterno, y que para mi padre las palizas eran lo que la época indicaba que había que hacer con los niños rebeldes o rompebolas, que era efectivamente lo que yo era. Eso lo pongo en el libro y me permite reconciliarme.

Noticias: ¿Vive de la literatura?

Guebel: No, nunca viví de la literatura.

Noticias: ¿Por qué son pocos los escritores que pueden vivir de la literatura?

Guebel: He sido mi peor agente. Durante años he sido lo bastante estúpido como para no sostenerme en la posición de escritor porque no quería competir ni perder amigos. Además tuve durante años una agente que nunca me consiguió una traducción ni nada. Cuando le decía “¿Qué pasa? Todo el mundo consigue traducciones”, ella me decía “Daniel, tú eres un escritor muy intelectual”. Como me dijo un editor una vez, “El fracaso no tiene padres”.

Noticias: ¿Cómo se gana la vida?

Guebel: Trabajo de periodista, doy talleres literarios, y durante años edité libros. Escribo libros que no se han vendido mucho, pero edité libros de otros autores, periodistas, que se han vendido mucho: Ceferino Reato, Marcelo Larraquy, Sandra Russo, Franco Lindner, Edi Zunino y varios más.

Noticias: Dijo que el escritor desapareció como figura social, ¿cómo ocurrió eso?

Guebel: Nos hemos reducido a una especie de tribu. La literatura entra en un circuito de ofertas que no brindan la ilusión de lo gratuito. Y en tiempos de crisis, eso es importante. Creés que Netflix es gratuito, pero pagás 10 dólares, que son 400 pesos, y ese es el valor promedio de un libro. Además, Netflix produce el efecto de biblioteca: tenés un Aleph de producciones, si bien entre ese maremágnum hay casi nada que tenga valor estético. Además, salvo casos particulares, la figura social del escritor ha transmutado en una figura funcional al gobierno de turno y entonces puede aparecer en los medios.

Noticias: Es decir que el escritor gana notoriedad en tanto vaya detrás del gobierno de turno…

Guebel: Exactamente. Cada gobierno tiene sus coreutas. ¿Pero qué hacen? Si son viejos, trabajan de “sabios de la tribu”, pronostican. Unos te hablan del pueblo y otros de la república y están en posición de sostener discursivamente esa verdad que resulta más o menos rentable. Ponele los nombres que quieras a cada período histórico.

Noticias: ¿Hay exceso de narcisismo en el circuito?

Guebel: Una vez fui a un encuentro de escritores que organizó Clarín en el viejo Hotel Ostende. Estaba en un momento fóbico y neurótico espantoso. Nos sientan a la mesa y cada cual empieza a presentarse. Veo eso y pienso: “Esto es penoso, humillante, horrible”. Cuando me toca, digo “Para decirlo en pocas palabras, soy el que soy”, una cita de Jehová del Antiguo Testamento. Mi amiga Matilde Sánchez me agarra de la mano y me dice “Hacela más fácil, no jodas”. Era un ego estúpido, extraordinario, el terror absoluto de pensar que soy igual que los demás. ¿Quién me creo que soy? Eso lo definen bien Freud y Borges. Freud habla del narcisismo de las pequeñas diferencias, me gusta la frase; y Borges dice que los pueblos de provincia son iguales en su afán por sentirse diferentes.

Damián Richarte

@DamianRicharte

por Damián Richarte

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