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SOCIEDAD | 28-12-2018 12:28

Acoso en la TV argentina: 30 historias en primera persona

Modelos, vedettes y actrices revelan un sistema naturalizado en la industria. Impactantes relatos.

"A los 23 años tuve mi primer trabajo en la televisión junto a un famoso periodista de humor satírico que yo admiraba. Era la única mujer joven y desde el día cero me empezó a decir cosas. Se sentaba al lado mío y me manoseaba. Mientras me tocaba me decía ‘teta’, ‘culo’, ‘concha’. Yo lo paraba y él insistía en que era un chiste. Empecé a cambiar la forma de vestirme, a no usar más polleras. Pero una noche, en una cena donde estábamos todos los del equipo, me metió la mano debajo de la mesa. Yo le dije que no me hiciera eso. Todos se rieron y me dijeron que era una pelotuda. Al día siguiente me echaron”.  El relato que una reconocida guionista le dio a NOTICIAS es apenas una muestra de lo que pasa detrás de la pantalla.

La industria de la televisión funcionó, históricamente, bajo una serie de reglas no escritas pero bien conocidas por todos y que le daban forma a un sistema perverso: hombres poderosos que se sentían habilitados para avanzar sobre los cuerpos de sus compañeras, mujeres que para sobrevivir en el ambiente debían aceptar condicionamientos o correr el riesgo de quedar afuera y testigos silenciosos que se terminaban por convertir en cómplices de acosadores y abusadores.

Sin embargo, ese sistema que parecía natural e inquebrantable se empezó a resquebrajar. Las denuncias públicas se acumulan y más de uno se pregunta quién será el próximo.

El origen de este cuestionamiento hacia el machismo en la televisión tiene varios años pero, sin dudas, la denuncia de Thelma Fardin contra Juan Darthés terminó de impulsar a las mujeres del mundo del espectáculo. NOTICIAS recopiló 30 testimonios, muchos inéditos, de actrices, vedettes, conductoras, productoras y guionistas que decidieron contar sus experiencias.

Mirá la fotogalería con testimonios:

Cada una habló a su manera: algunas decidieron ponerle nombre y apellido a los acusados, otras prefirieron dar pistas y otras se resguardaron en el off the record. La razón es simple: a pesar de que el contexto acompaña a las mujeres, varios de los hombres cuestionados administran espacios de poder. El miedo a las represalias, a las demandas judiciales o a que se cierren futuras puertas laborales continúa siendo, aunque un poco menos que antes, un factor determinante a la hora de animarse a hablar.

El “Ni una menos”, que surgió en el 2015 como una consigna para marchar contra los femicidios, fue creciendo en la Argentina de forma vertiginosa y abrió paso a un movimiento de mujeres mucho más amplio, que comenzó a visibilizar no sólo la muerte sino también las diferentes formas de la violencia de género, algunas tan sutiles que nunca antes habían sido vistas como un problema. Y si bien los expertos consultados coinciden en que las estructuras patriarcales están presentes en todas las instituciones, reconocen que la televisión es un ambiente especialmente propenso a que se produzcan situaciones de acoso y abuso sexual.

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El culto a la idea de mujer objeto, la belleza como herramienta fundamental para el trabajo en la pantalla y los obstáculos para alcanzar el éxito en un entorno competitivo y salvaje son algunas de las características que explican las particularidades de esta industria. La idea del “casting sábana” se coló en el discurso mediático como parte del folklore y no hay productor que no cuente, entre risas, anécdotas acerca de que algunas chicas deben “pagar un peaje” para conseguir determinados trabajos.

Verónica Orlando Sánchez, actriz e influencer, es una de las que se cansó de estas reglas: “Fui a varios castings de tiras importantes. Vi cosas que no me gustaron y me propusieron cosas que no me gustaron a cambio de un papel. Otra vez, iba a participar de un videoclip de un cantante de rock. Me hizo subir a un departamento que era supuestamente una oficina, pero ni bien entré me di cuenta de que las intenciones eran otras. La pasé mal y me terminé corriendo del medio. Ahora trabajo de forma independiente”, aseguró.

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Tomar conciencia. Lo que antes se aceptaba como normal, hoy se denuncia. La resistencia a este movimiento de mujeres cuestiona que muchas recién ahora se animen a contar lo que les pasó. Para Graciela Moreschi, psiquiatra especialista en vínculos, esa demora es lógica: “En televisión hay trabajos muy codiciados y muchas víctimas tardan en contar lo que les pasó porque se sienten cómplices”, aseguró.

Esa demora en reconocerse a sí misma como víctima es lo que le pasó a Marian Farjat, quien por primera vez contó a NOTICIAS una reunión que tuvo hace dos años con un importantísimo productor de teatro: “La primera vez que lo vi estábamos con otra persona y la charla fue normal. En su oficina, a solas, me pidió que me parara, me tocó las tetas y la cintura. Yo me reía de los nervios. Me corrí y me senté. Se sentó al lado mío, me tocó la pierna y me invitó a cenar. Le dije que no y nunca más me llamó para el trabajo”.

También es el caso de Eva de Dominici, que contó que cuando tenía 16 años un director de cine la llevó a su oficina y le dijo que quería tomarle una foto a sus pechos.

Ya no. La mala costumbre de los hombres de los medios de creer que las mujeres están a su entera disposición no es nueva. Y las consecuencias de ser mujer y cuestionar esas actitudes siempre tuvo el mismo riesgo: quedarse sin trabajo.

Una reconocida modelo, por ejemplo, asegura que rechazar a un hombre poderoso le cerró puertas: “Me di cuenta de que el abuso es muy común en este ambiente y que lo tomamos como algo normal. Te hacen creer que si no lo hacés, no pertenecés o no vas a llegar. Esta persona se me acercaba, me apoyaba y yo me hacía la boba porque creía que así lo manejaba pero un día se me fue de las manos y tuve que salir corriendo de su oficina. Después llamó a directores de revistas y productoras para que no me contraten sólo porque le dije que no”.

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Una situación similar recordó una actual conductora de tevé que, a principio de los ‘90, le dijo que no al protagonista principal del programa más exitoso de Telefe. El costo que pagó fue haber quedado afuera del elenco.

Cuando Fernanda Callejón arrancaba su carrera tuvo que soportar “manos de más” como parte de la convivencia con sus superiores. Estaba la idea de “te toco sin querer”. Además, la actriz recordó haber sido víctima del acoso de “una persona famosísima y muy prestigiosa”.

Por esos años también se iniciaba la actriz Malena Solda. “Con un director una vez teníamos que empezar a grabar a las 12 de la noche y me citó a las 11 en un hotel que estaba cerca de la locación para hablar del personaje. Y ahí me di cuenta que pasaba algo raro pero lo llevé bien, lo encaré, se puso muy incómodo, me lo negó y se terminó la charla”, contó.

Lo que ponen en evidencia las anécdotas de principios de los ‘90 es la idea de un sistema que se reprodujo en silencio hasta el día de hoy. Por ejemplo, Florencia Peña reconoció que sufrió muchas situaciones de acoso y que, incluso, cuando tenía 18 años un compañero actor mucho mayor le tocaba los pechos todo el tiempo a modo de gracia pero que, en aquel entonces, todos tenían naturalizadas esas situaciones. A Brenda Asnicar le ofrecieron “desvirgarla” en pleno rodaje de “Patito Feo”.

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Para Eleonor Faur, doctora en Ciencias Sociales y especialista en género, en la palabra “natural” radica la profundidad del problema. “Ahora, con la denuncia del colectivo de Actrices Argentinas se empezó a salir del silencio y a nombrar eso que estaba enquistado como una suerte de sentido común”. En esa línea, una reconocida ex vedette confesó: “En los camarines, cuando los vestuaristas nos probaban la ropa siempre metían mano. Siempre fue común y si bien algunas se quejaban, la gran mayoría lo aceptábamos como una de las reglas del juego”.

Cosa de hombres. Durante la Edad Media existió el derecho de pernada o derecho a la primera noche. Se trataba de un privilegio que tenía el señor feudal sobre las mujeres que vivían en su tierra y que estaban a punto de casarse con alguno de sus siervos: él, si lo deseaba, podía tener sexo por primera vez con ella antes que su marido. “La televisión es machista y medieval. Los poderosos se creen con el derecho natural de acostarse con las chicas que trabajan para él”, aseguró un periodista.

La credibilidad que consiguió Thelma Fardin cuando dijo que Juan Darthés la había violado cuando tenía 16 años es inédita. Antes que ella, Calu Rivero, Natalia Juncos y Anita Coacci habían contado frente a las cámaras lo que habían tenido que padecer trabajando a su lado: insinuaciones permanentes, comentarios y caricias fuera de lugar. Nadie las tomó en serio y, de hecho, el actor continuó trabajando en Pol-ka.

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Algo similar sucedió con Roberto Pettinato. Desde hace años sus compañeras de trabajo cuentan lo difícil que era trabajar con él. Fernanda Iglesias relató que en el 2009, el ex Sumo se masturbó delante de ella en un camarín. Úrsula Vargues y Josefina Pouso fueron otras que se animaron sacar a la luz sus conductas.

En el caso del capocómico Tristán, también tuvieron que aparecer varias denuncias para que, al menos, alguien se preguntara si las mujeres tenían razón. “Me decía al oído cosas asquerosas y vulgares”, reveló Rita Pauls. En ese momento, sólo encontró una solución: recurrir a su entonces pareja, el director Luis Ortega, y lograr establecer una especie de “código” que consistía en que nadie la dejara a solas con el humorista.

La cultura del “vos sos mía” es difícil de cambiar. Hace apenas unos años, un importante conductor de televisión hizo correr el rumor de que se acostaba con una de sus compañeras. Cuando la mujer se enteró, lo desmintió y al otro día se quedó sin trabajo.

En el 2008 no había quien no aplaudiera a Marcelo Tinelli cuando le insistía a Carla Conte que debía cortarse la pollera para el show y mostrar la cola. Las imágenes del programa, vista con la perspectiva actual, evidencian la incomodidad de la conductora.

Por aquellos días, a Mónica Farro tampoco la escuchaban cuando denunciaba por violencia al productor de Ideas del Sur, Jorge Luengo. “Prada vino a mi camarín a pedirme que deje de ser problemática y quilombera y a la gala siguiente me sacaron del Bailando”.

La actriz Fernanda Meneses denunció que Fabián Gianola le puso la mano debajo de la pollera delante del director y las maquilladoras. Luli Salazar también se sintió ultrajada en su camarín, aunque no dio pistas de su perseguidor. Geraldine Neumann acusó al conocido chef Ariel Rodríguez por abuso psicológico.

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Cultural. En el mundo del showbiz, la brutalidad con la que algunos hombres avanzan sobre las mujeres es feroz. Y, a pesar de que los varones consultados por NOTICIAS insistieron en que ésta no es la regla general del medio, las historias se acumulan. Por ejemplo, dos mujeres diferentes contaron experiencias similares con un reconocido humorista de la televisión: a las dos las acorraló, les mostró su pene y les insistía con que ellas le practiquen sexo oral.

Para Moreschi es necesario diferenciar entre aquellos hombres cuyas conductas responden a una perversión de aquellos que ostentan un lugar de poder que les hace pensar que están habilitados a comportarse de esa forma: “En estos casos, que son culturales, se puede pensar en desarmar esa lógica”, dijo.

Al haberse animado a hablar, actrices, guionistas, vedettes y conductores prendieron la luz del set e iluminaron ese sector oscuro del showbiz que muchos preferían mantener en las sombras.

por Giselle Leclercq y Daniela Bianco

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