***El primer concierto del año de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, centrado en dos grandes compositores del romanticismo ruso, marcó el regreso de la música académica al Teatro Colón, un ámbito que durante el verano estuvo ocupado por recitales de artistas de otros géneros.
En esta apertura de temporada, el desafío de abordar como solista el famosísimo Concierto para piano y orquesta de Chaikovsky recayó en Alexander Romanovsky, un talentoso pianista ucraniano que exhibió una técnica sin fisuras y refinada musicalidad. Fue elegante y majestuoso en su ejecución, aunque en el segundo movimiento su expresividad pareció contenida. Algunos ocasionales sonidos destemplados de la orquesta no opacaron el vigor y la contundencia del primer movimiento y del final. En respuesta a las ovaciones, Romanovsky eligió la serenidad de un preludio de Bach, que produjo un apropiado contraste con el tercer movimiento de la obra de Chaikovsky.
Fue un acierto que la segunda parte estuviera dedicada a una serie de fragmentos de la ópera “El príncipe Igor”. Su autor, Alexander Borodin, fue uno de los principales exponentes del nacionalismo musical en Rusia en la segunda mitad del siglo XIX. De la partitura de esta ópera, que quedó inconclusa, las Danzas polovtsianas alcanzaron gran popularidad. En la suite que presentó la Filarmónica, el Coro de las jóvenes polovtsianas fue un momento especialmente cautivador, gracias al exquisito canto de la soprano Jaquelina Livieri, sutil y expresivo. El Coro Estable sonó enérgico, en tanto que la orquesta, con la dirección de Arturo Diemecke, supo encontrar un equilibrio entre el ímpetu y el lirismo.
Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Enrique Arturo Diemecke. Solistas: Alexander Romanovsky (piano) y Jaquelina Livieri (soprano). Obras de Chaikovsky y Borodin. Teatro Colón.
por Margarita Zelarayán
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