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NOTICIAS URUGUAY | 06-07-2019 18:49

Copa América: una vieja historia llena de gloria

Una pasión que se encendió en la época del telégrafo, los viajes en barco y los estadios de madera -uno quemado por el público- y aumenta en cada torneo.

De las noticias por telégrafo al celular, de los interminables viajes en barco o tren a los vuelos en chárter, de las canchas de madera a los fastuosos estadios, la Copa América atraviesa más de cien años de historia. Y está de regreso en Brasil 2019 despertando la misma expectativa de la primera vez. Para el fútbol uruguayo representa un acontecimiento muy especial: es el torneo que le dio las primeras glorias y permitió el salto a los Juegos Olímpicos, que a su vez hizo posible los mundiales.

La Copa América, además, es el torneo continental más antiguo del mundo: le gana por más de 40 años a la Eurocopa, por ejemplo. Cuando nació, apenas se habían disputado dos competencias internacionales: el British Home Championship y el torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos de 1908.

Su realización frecuente lo volvió una tradición ineludible, a despecho de las enormes distancias, que hace un siglo parecían todavía más grandes. Por ejemplo, el regreso de los chilenos a Santiago desde Río de Janeiro en 1919 duró 40 días. Viajaron en barco hasta Buenos Aires, donde tomaron el tren rumbo a Mendoza. Pero al llegar encontraron que el cruce de los Andes estaba cerrado por una fuerte tormenta de nieve. Sin recursos para prolongar su estadía en esa ciudad argentina, se animaron a atravesar la cordillera en mula, lo que les llevó dos semanas hasta llegar, por fin, a Santiago.

El desarrollo de la Copa permitió que el fútbol de cada país y de todo el continente progresara y estuviera pronto en condiciones de ganarle a los europeos, como se vio en los Juegos Olímpicos de París 1924 y Amsterdam 1928 y el Mundial de 1930. Uruguay se impuso en esos tres certámenes y Argentina fue subcampeón en el 28 y el 30.

Los aficionados y no pocos periodistas europeos, poco acostumbrados a mirar más allá de su Champions League, se sorprenden cuando se enteran que Uruguay tiene más copas Américas que Brasil o Argentina, 15 contra 8 y 14 respectivamente (los demás están lejos: Chile, Perú y Paraguay ganaron dos veces, Bolivia y Colombia una). O cuando les informan que la celeste nunca perdió por este torneo jugando en casa, algo de lo que no pueden ufanarse argentinos o brasileños. Y un detalle archiconocido por aquí pero que conviene reiterar: tres de los 15 campeonatos se lograron en Buenos Aires. Y en 1983, se trajo el título desde Brasil luego de una final de ida y vuelta.

En resumen, los celestes fueron campeones en Buenos Aires 1916, Montevideo 1917, Viña del Mar 1920, Montevideo 1923, Montevideo 1924, Santiago 1926, Lima 1935, Montevideo 1942, Montevideo 1956, Guayaquil 1959, Montevideo 1967, en el torneo sin sede fija de 1983, Buenos Aires 1987, Montevideo 1995 y Buenos Aires 2011. Todo eso, llevado a 2019, significa una gran responsabilidad para la celeste, que logró el quinto puesto en Rusia 2018 y cuya base se mantendrá en el torneo de Brasil. La defensa y el ataque tienen nombres y fisonomías conocidas; el mediocampo define la renovación que se inició en el último Mundial. Detrás hay ya 13 años de trabajo del maestro Óscar Tabárez al frente de la Selección, una continuidad inédita en el fútbol uruguayo y casi sin parangón en el mundo. Pensar que el primer gran examen de Tabárez fue la Copa América de 2007...

Otro dato completa el panorama: el certamen de Brasil abrió el calendario de competiciones que llevará hasta el Mundial de Catar 2022. A partir de ahora, se juega bien en serio.

Las cifras. Claro que todo se ha vuelto más complejo desde que apenas cuatro seleccionados tomaron parte del primer Campeonato Sudamericano en Buenos Aires 1916: Uruguay, Argentina, Brasil y Chile.

Este año la convocatoria llegó a doce participantes: los diez afiliados a la Conmebol más los invitados Japón y Catar, discutible decisión que se basa en motivos económicos pero que podría derivar en una singularidad geográfico- deportiva: un campeón asiático para la Copa América.

La edición 2019 tiene lugar en cinco ciudades y seis estadios: dos en San Pablo (Morumbí y Arena Corinthians), Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador de Bahía y Río de Janeiro, donde el mítico Maracaná recibirá la final. Según los organizadores, los costos del torneo se cubren íntegramente con los contratos de patrocinio, venta de entradas y televisión. Por estos mismos rubros, la Conmebol espera obtener ingresos por casi 500 millones de dólares.

Si antes se participaba por el honor, ahora hay mucho dinero en juego. Cada asociación nacional participante de Brasil 2019 recibe cuatro millones de dólares. Por pasar a cuartos de final el premio es de dos millones más. El equipo cuarto gana otros tres millones, el tercero cuatro, el finalista derrotado cinco y el campeón embolsa 7,5 millones más. Esto significa que el dueño del título, además del trofeo, recibe once millones y medio de dólares.

La evolución. El fútbol uruguayo llegó muy precozmente a la mayoría de edad: obtuvo tres de las primeras ediciones de la Copa, señal del rápido auge de la actividad interna. El Sudamericano, además, mostró los avances de la integración social en este país. En 1916, dos futbolistas de piel negra, Juan Delgado e Isabelino Gradín, eran figuras celestes de gran popularidad. Un periódico chileno llegó a denunciar que Uruguay alineaba a dos “profesionales africanos”, ante lo cual la delegación trasandina pidió disculpas a través del diario La Nación.

No ocurría lo mismo en otros países. Brasil, por decisión del presidente Epitácio Pessoa, vetó la convocatoria al seleccionado de afrodescendientes. Resulta inimaginable un equipo brasileño sin Pelé, Léonidas, Djalma Santos, Jairzinho, Ronaldo, Rivaldo, Cafú, Ronaldinho...

La condición de pioneros en la cancha se correspondía con el papel de sus dirigentes. La existencia de la Conmebol y de la Copa América se debe, en gran medida, a la visión y el impulso de Héctor R. Gómez, soldado gubernista en la guerra civil de 1904, periodista, político, hombre de Wanderers y presidente de la Liga Uruguaya con sólo 27 años, en 1907.

La competencia también estimuló el desarrollo de las comunicaciones. En los primeros tiempos, para enterarse de las alternativas de los partidos, los aficionados se agolpaban frente a las redacciones de los diarios, donde las últimas noticias que traía el telégrafo se divulgaban con carteles o mediante un megáfono. En 1922, el entusiasta de la radio Claudio Sapelli “relató” el encuentro que estaban disputando Brasil y Uruguay en Río desde la azotea del diario El Plata, en una de las alas del teatro Solís, a partir de los escuetos despachos cablegráficos. Su voz llegó al puñado de afortunados que tenían un receptor de radio en su casa, aunque en la plaza Independencia había miles de personas atentas a la información.

Los grandes campeones. El surgimiento de la Copa América fue la consecuencia directa de los festejos por el centenario de la Independencia argentina en 1916. Entre las celebraciones hubo un Campeonato Sudamericano. Todavía no había trofeo (fue adquirido el año siguiente en una joyería de Buenos Aires por 3.000 francos suizos). Se jugó en el coqueto estadio de madera de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, en Palermo. El escenario se mantiene en su lugar, aunque con tribunas de cemento, y se usa para deportes amateurs o espectáculos musicales. Por donde en 1916 corrieron las figuras del incipiente fútbol sudamericano, en el siglo XXI actuaron Peter Gabriel, Luis Miguel o Alejandro Sanz, así como los uruguayos de No Te Va Gustar.

El partido decisivo, que enfrentó a uruguayos y argentinos, atrajo tanto público que las tribunas se desbordaron. Muchos se acomodaron en el césped, a centímetros de las líneas de la cancha. Después de cinco minutos de juego en condiciones anormales, el árbitro lo suspendió. Esto enfureció a los aficionados, que terminaron de ocupar el campo y lanzaron insultos, botellas y piedras contra el palco de dirigentes. Desde allí respondieron arrojando sillas. De pronto, una mano anónima prendió fuego a las tribunas. El incendio destruyó parte de las instalaciones y una casa vecina. Hubo contusos y heridos.

La solución fue postergar el encuentro para el día siguiente, en la antigua cancha de Racing en Avellaneda. Empataron sin goles, resultado que le dio el título a Uruguay.

Más allá del escándalo de Palermo, el torneo resultó un éxito y los dirigentes decidieron jugar la Copa anualmente, lo cual ocurrió casi siempre hasta la década de 1930. No hubo campeonato en 1918, por la terrible epidemia de gripe española, y en 1928, porque uruguayos y argentinos, las dos mayores potencias, se marcharon a disputar los Juegos de Amsterdam.

La final del Mundial del 1930, con triunfo uruguayo que los argentinos protestaron, congeló la Copa América hasta 1935. Ese año se reanudó, en alguna medida porque para “olvidar” enconos Uruguay vistió de rojo y Argentina de blanco. Y el certamen retomó los antiguos bríos, mientras se iban integrando nuevos actores: Paraguay, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y, finalmente en 1967, Venezuela.

La década de 1940 marcó la era de oro del fútbol argentino, que ganó tres de los cinco torneos. No pudo en 1942, justo el disputado en Montevideo, que fue de Uruguay, y no concurrió al de 1949. En 1959 se registró el curioso caso de dos torneos en un año: primero fue en Buenos Aires, donde Uruguay tuvo una actuación sólo recordada por la batalla campal con los brasileños; en diciembre fue en Guayaquil, una edición extraordinaria que marcó un contundente título para Uruguay, señal de una capacidad para resurgir de sus cenizas que tuvo otras demostraciones antes y después.

La creación de la Copa Libertadores en 1960 representó un golpe para la Copa América, que pasó a disputarse cada cuatro años y con repercusiones menores. Montevideo 1967 marcó el final de una época: salvo en el partido decisivo entre Uruguay y Argentina, poco público asistió al Estadio Centenario. Además, Peñarol y Nacional, más preocupados por sus campañas en la Libertadores, cedieron sólo algunos jugadores. Eso no impidió que los celestes fueran campeones nuevamente, aplicando una receta infalible: el gol del campeonato se produjo en el arco de la tribuna Colombes. Esa vez fue de Pedro Rocha. En 1942 lo había marcado Bibiano Zapirain y en 1956 Javier Ambrois. También en esa valla Pablo Bengochea convirtió su tiro libre que empató la final de 1995 ante Brasil y que obligó a ir a los penales. Que se ejecutaron contra la Colombes y significaron otro título en casa.

Entre 1967 y 1975 no hubo torneos. Para reactivar su competencia más antigua, la Conmebol decidió que pasara a disputarse sin sede fija, con partidos de ida y vuelta. La solución apenas mejoró el interés. Por eso, en 1987 volvió la sede única, Argentina en este caso. Y en 1993 se sumaron los invitados de Centro y Norte América, así como asiáticos. En 2001 se hizo por primera vez en Colombia y en 2007 en Venezuela, con lo cual las diez naciones sudamericanas ya albergaron la Copa.

En 2016, para festejar el centenario (y de paso conquistar nuevos mercados), se jugó en Estados Unidos. En estos tiempos de gigantismo en la organización de las competencias deportivas, es posible que en el futuro la Copa involucre a seleccionados de las tres Américas sin necesidad de invitaciones. Un largo camino recorrido desde aquel estadio porteño que ardió –literalmente– por la pasión de la gente.

por Luis Prats

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