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CIENCIA | 13-08-2019 14:49

Cómo es vivir sin olfato

Un 5% de la población tiene trastornos para percibir los olores. Consecuencias y tratamiento de un problema poco conocido.

El sentido del olfato es el más primitivo. Es un sentido mudo que no se puede controlar porque, a diferencia de lo que ocurre con una imagen o un sonido, los olores están siempre presentes en el medio ambiente interno o externo y se pueden evitar, tapando la boca y la nariz, aunque solo sea por unos pocos minutos.

Los olores producen una reacción que es fisiológica e inmediata. Estas reacciones pueden ser de placer o de desagrado, y eso hará que una persona permanezca en el lugar o note cierto displacer y elija retirarse de ese sitio.

A lo largo de la evolución, los seres humanos aprendieron a relacionar los olores con sensaciones de atracción (las flores, el ser amado, los perfumes), sensaciones de miedo e inseguridad (frente al humo) o sensaciones de rechazo (como ocurre en cercanías de un basural). Los olores ayudan a evocar lugares, personas o ciertas situaciones, y pueden despertar cambios conductuales, emociones y sentimientos.

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Sin embargo, y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cerca de un 5% de la población mundial tiene trastornos del olfato y no sienten olor a nada. Los anósmicos no solo se encuentran en un mundo inodoro, sino que también algunas veces les resulta insípido. Esto ocurre porque el olfato es, en un 80%, responsable del sabor. Además de no poder percibir el placer que pueden dar ciertas comidas y bebidas, tampoco es factible detectar olores que funcionan como alarmas e indican que un alimento está en mal estado. Por esto, la anosmia puede llevar a la intoxicación y a la desnutrición.

Una persona puede nacer sin olfato debido a un defecto de nacimiento, como la ausencia de los bulbos olfatorios, de las estructuras del tracto olfatorio o por alteraciones en la secuencia olfatoria: esa persona nunca olerá. Además de tales alteraciones congénitas, se puede perder el olfato por un cuadro agudo de gripe.

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El virus de la gripe, también llamado influenza, altera la capa de células que recubren la parte alta del tabique nasal. Esto puede causar anosmia (falta total de olfato) o hiposmia (disminución del olfato). Cuando la pérdida del olfato es brusca, de un momento para otro, se debe pensar en la presencia de algún tipo de tumor como el estesineuroblastoma, que es el tumor del epitelio olfatorio, u otros tumores cerebrales. Además, existen enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson, que pueden generar un trastorno olfativo, señal temprana en fases precoces.

En el Parkinson hay síntomas pre motores, que aparecen antes de los temblores, entre los cuales se encuentra la hiposmia, junto con el estreñimiento, la alteración del patrón de sueño y la depresión. En la enfermedad de Alzheimer hay trastorno olfativo en entre un 85% y un 90% de los pacientes.

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Las alteraciones metabólicas, como la diabetes, la obesidad y el hipotiroidismo, muchas veces están acompañadas por falta o disminución del olfato. Hay también ocupaciones u oficios que pueden llegar a alterar el olfato: quienes trabajan en peluquerías, destilerías y pinturerías están en contacto con sustancias tóxicas. Los odontólogos y los bioquímicos también pueden sufrir hiposmia o anosmia.

En general, el olfato es un sentido subestimado e infravalorado, por eso es preciso investigar a fondo, preguntar y repreguntar, para detectar la causa. En ocasiones será necesario realizar un examen nasal con ópticas con graduación (esto consiste en mirar las estructuras de las fosas nasales) y luego realizar un examen olfatométrico (estudio que mide el olfato). Son métodos de estudio sencillos, se utilizan esencias olorosas que pertenecen o provienen de la industria alimenticia y de la perfumería. La persona en estudio debe oler y responder un cuestionario.

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A partir de allí los especialistas pueden determinar la necesidad de comenzar un tratamiento farmacológico, de indicar una cirugía o de realizar interconsultas. Los resultados permiten saber el estadio de la olfacción, si se trata de una hiposmia leve, moderada o grave, o si es una anosmia. En algunos casos, se indica la rehabilitación. Esto es muy importante y factible gracias la neuroplasticidad del cerebro, que puede aprender a oler con algunos ejercicios. Las personas anósmicas ven afectada su calidad de vida y pueden tener dificultades para valerse por sí mismas: necesitan tutores, personas que las orienten en la preparación de comidas, ante la presencia de basura, al momento de la higiene personal y la limpieza. Repercute también en gran medida en las relaciones íntimas e interpersonales.

Por eso, es importante tener en cuenta la importancia del sentido del olfato, consultar lo más temprano posible y crear redes de contención y acompañamiento para quienes no tienen la capacidad de ejercerlo.

*PRESIDENTA de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires

por Stella Maris Cuevas

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