Jon Bilbao, el autor de "Basilisco". (@jiniva.ph)

Jon Bilbao: El español que escribe westerns

En sus libros revive el Lejano Oeste con mucho éxito. ¿Por qué el género sigue resultando apasionante?

¿Se puede escribir westerns en el siglo XXI? ¿Es posible crear historias interesantes dentro un género tan exitoso en el pasado, con héroes y villanos inolvidables? Y aún más, ¿se puede contar una historia del Oeste americano si uno nació en Europa, un siglo y medio después de los sucesos que narra y escribe en español?

Los libros de Jon Bilbao son la prueba de que el western está vivo y resucitó en España. Hace muy poco, el escritor visitó Buenos Aires, invitado por el Festival Internacional de Literatura, FILBA, y muchos lectores que no conocían sus libros, tuvieron la oportunidad de descubrirlos.

Nacido en Asturias, habita en la ciudad que lleva su apellido. Como dato curioso estudió dos carreras, en principio, incompatibles: Ingeniería de Minas y Filología inglesa. Pero la segunda fue definitiva porque casi toda su vida se dedicó a la literatura como autor y traductor.

Ya había escrito varios libros de cuentos y novelas cuando tuvo la tentación de experimentar con un género que amaba desde su infancia, cuando seguía las aventuras del Teniente Blueberry, en el comic francés creado Jean Giraud y Jean-Michel Charlier. “Quería ver cómo me sentía escribiendo un western. Porque una cosa es aquello que disfrutas leyendo y otra lo que disfrutas escribiendo. Podía suceder que me sintiera ridículo. Pero escribí el primer relato y me sentí bien”.

El resultado fue una trilogía ya concluida, con un personaje central, John Dunbar. Los libros son “Basilisco”, “Araña” y “Matamonstruos” (Impedimenta). En ellos alterna relatos en el pasado del Oeste y el presente en España, con otro protagonista que funciona como alter ego. “Utilicé esa fórmula porque no quería que el western fuera visto como algo aislado del resto de mi obra, como una excentricidad, como un capricho pasajero, como un divertimento intrascendente. Quería que entroncara con lo que había escrito antes temáticamente. Por eso también recurrí a un personaje que ya había aparecido en varios relatos anteriores, que tenía ciertas coincidencias biográficas conmigo, una suerte de alter ego que me pareció que podía funcionar como maestro de ceremonias”.

Los dos, John y Jon, emprenden sus propias aventuras cotidianas, uno en el desierto hostil de Estados Unidos y el otro, en su propio hogar español luchando con su propia realidad de padre agobiado y esposo en conflicto.

Lejos y cerca

El experimento funcionó de tal manera, que no sólo Bilbao no perdió lectores en este cambio de rumbo, si no que por el contrario sumó ejemplares vendidos y buenas reseñas. Solo había un par de cuestiones que lo preocupaban. El western tradicional era un género muy masculino, que narraba historias entre varones. Este hecho empobrecía las narraciones desde un punto de vista actual, razón por la cual Bilbao decidió darle diversidad al elenco de personajes.

Otro punto en cuestión era cierta inmovilidad interior en los héroes más típicos. El protagonista central del western tradicional siempre se mostraba igual a sí mismo sin ninguna evolución. “Yo quería partir de un arquetipo que prácticamente lindara con la abstracción. Un personaje muy físico, muy poco verbal y nada cerebral que gracias a las vivencias que va pasando y las personas con las que va teniendo contacto, gana matices. Se va volviendo más complejo, ambiguo, terrenal, falible. Y ese recorrido me ha resultado muy interesante. Ese era el arco que yo quería darle al personaje de John Dunbar”.

A medida que las historias se multiplicaban, Bilbao sintió la necesidad de investigar el contexto histórico del género. Por tratarse de un tiempo cercano, encontró gran material de archivo, desde documentos escritos hastas fotografías, prensa y testimonios. Pero lo que descubrió en esa búsqueda fue inquietante. “Lo que a todos nos viene a la mente al pensar en el género del western: los paisajes, situaciones, personajes, atuendos, la violencia; no existió. Son constructos narrativos creados básicamente mediante la estrategia de exagerar y generalizar sucesos muy concretos. La gente no se vestía como creemos, las armas no hacían el ruido que creemos, el uso de la violencia no era tan cotidiano y las casas por dentro eran distintas”, explica.

¿Entonces las historias de lucha contra las tribus indígenas, los buscadores de oro, los oportunistas y los colonos no existieron? “Si, pero lo que hace que el género siga vivo es otra cosa: el símbolo de la frontera. La frontera no tanto como espacio físico, es decir, una franja geográfica que se va desplazando de este a oeste; sino como espacio simbólico. Si tú no estabas satisfecho con las cartas que te había dado la vida, te ibas a la frontera. Si querías reinventarte, te ibas a la frontera. Si querías huir de algo, te ibas a la frontera. Si querías hacer fortuna, te ibas a la frontera. Cuando la frontera geográfica desaparece, ¿qué haces? Esa frontera es un espacio simbólico, hay que buscarla en otros lugares”.

Según cree, el western nunca morirá porque su esencia sigue mucho más viva de lo que creemos. Vemos ejemplos del género todos los días en el cine y la televisión, aunque transcurran en otro tiempo y en otro lugar. “Muchas de esas historias suceden en el futuro. Personajes enfrentados a un entorno poderosamente nuevo y hostil, lugares donde son necesarias las soluciones físicas. La ciencia ficción a menudo nos ha ofrecido reescrituras de narraciones típicas del western”, explica.

Oeste eterno

Cuenta que su pasión por el género no nació en el cine, como en la mayoría de los fanáticos, sino gracias al comic, que tuvo grandes autores en Europa, en Italia, Francia y España.

Pero John Ford, el famoso director norteamericano de films como “La diligencia” y “El hombre que mató a Liberty Valance” es uno de los que más admira.

“Creo que ver películas de John Ford te convierte en mejor persona. Ideológicamente quizás no comulgues al cien por cien con ellas, pero eran narraciones libres de cinismo. Liberar a tus personajes de cinismo ya los pone en un escalón superior. A mí me gustaría que la gente se comportara como personajes de películas de John Ford. Viviríamos en un mundo mejor”.