"La llorería", el último libro de Martin Sivak. (Alejandra López y Alfaguara)

Martin Sivak: “Escribí mi último libro en un estado de desesperación”

En “La llorería”, el periodista vuelve sobre su historia personal en tres relatos de dolor. Una amistad especial y el homenaje a su madre.

A llorar a la llorería” le decía el padre a Martín Sivak cuando, por un exceso de sensibilidad, la furia o la pena le hacían saltar las lágrimas. En “La llorería”, su último libro, la frase vuelve a la memoria inevitablemente, porque los hechos que se narran están bañados en llanto. Novela de autoficción o memoria literaria, en ella Sivak llora cuando se despierta y cuando se duerme, mientras le pega a la bolsa de boxeo en el gimnasio o mientras corre por las más diversas ciudades. El dolor es el tema y une a las tres historias que componen el libro. Imbricadas a lo largo del texto, la primera, cuenta el desgarro ante el final de una relación de pareja. La segunda es el relato de un viaje por Latinoamérica, junto con el documentalista inglés Sean Langan y la relación que a partir de allí mantuvieron a largo de la vida. El punto más doloroso de esta historia es el secuestro de Langan en la frontera de Afganistán y las terribles consecuencias de haber vivido meses al borde de la muerte.

La tercera narración es una memoria sobre Nora, su madre, que sufrió la agonía de una grave enfermedad mientras Sivak viajaba con Langan. Cuando regresó a la Argentina, la encontró ya al borde de la muerte.

“La llorería” es el segundo libro en el que Sivak aborda su historia personal. El anterior, “El salto de papá”, impactó con el relato del suicidio de su padre y los hechos ocurridos alrededor del secuestro de su tío, Osvaldo Sivak, en el año 1985. Fue llevada al cine con el título “El rapto”, dirigida por Daniela Coggi.

Periodista de larga trayectoria, Sivak publicó desde muy joven importantes investigaciones sobre figuras como Evo Morales, Héctor Magnetto y Mariano Grodona, en sus libros “El Doctor” (2005), “Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales”, “Clarín. Una historia” y “Clarín. La era Magnetto”. Actualmente escribe para el diario El País y la revista norteamericana “Tablet Magazine” y es docente universitario.

A continuación, la charla que mantuvo con NOTICIAS.

Noticias: ¿Cómo se armó este libro? ¿Cómo se unieron estos relatos tan diferentes?

Martín Sivak: En todos los libros que escribí tenía bastante claro el tema o la persona sobre la que iba a escribir antes de empezar a hacerlos. Este libro fue una experiencia muy distinta. Y empecé a escribir un diario, que fue el impulso de la escritura. En la manera de organizar el libro respeté ese impulso inicial. Lo escribí en un estado de desesperación que no conocía y que me obligaba a escribir. Nunca había pasado por nada parecido. Era un diario de las rutinas de nada, un modo de organizar la desesperación. Encontrar rituales, empezar a boxear, dejar de tomar alcohol.

Noticias: ¿De verdad, nunca le había pasado antes algo así?
Sivak: Todos convivimos con distintos tipos de angustia, de dolores, de duelo, pero este formato me resultó inédito. Escribir ese diario no me trajo tranquilidad, pero sí un ritual nuevo. Después apareció un tema sobre el que sí quise escribir antes: un viaje con Sean Langan. Creo que fue el mejor trabajo que tuve en mi vida. Tenía 25 años cuando empecé a trabajar con él. A mí siempre me gustó mucho viajar por América Latina. Hice una maestría en política latinoamericana. Y Sean se convirtió en alguien muy importante para mí. No solamente por la educación profesional y sentimental, sino por las derivas de su vida. Después de este documental en Latinoamérica, fue a Medio Oriente y allí lo secuestraron los talibanes. Su vida se truncó por ese secuestro. Su regreso al mundo occidental fue muy traumático. Escribió cosas muy hermosas y muy desgarradoras sobre lo que significa estar encerrado. Obviamente por mi historia familiar y por el secuestro de mi tío había una resonancia con él. Me interesaba esa suerte de descomposición de un hombre, la declinación y al mismo tiempo su dignidad en esa declinación. Un momento muy importante de ese viaje fue Caracas. Era el 2002, el año del golpe estado contra Chávez, en los inicios del chavismo en Venezuela. Allí se produjo un intervalo por el nacimiento del primer hijo de Sean. Volví en esa interrupción a la Argentina sin saber lo grave que estaba mi madre, que tenía un cáncer de pulmón. Y nueve días después de que llegara, se murió. Contando el viaje, apareció la muerte de mamá. Entonces, el libro tiene estos tres temas inconexos.

Noticias: Los capítulos que corresponden al diario narran una pena amorosa. Y son sorprendentes teniendo en cuenta que usted es un autor que ha escrito otro tipo de libros. Aunque se trate de una historia en la que mucha gente se puede reconocer.

Sivak: Cuando uno está en esa situación de tanta desesperación cree que nadie en la historia de la humanidad sufrió tanto. Pero es una sensación universal, como el duelo. Muchos de los lectores que me escriben conectan con esa situación. Personas de 20 o de 70 años. Es de las cosas más lindas que te pasan cuando publicás un libro, esa devolución de los lectores. Una de las pocas ideas que tengo sobre los libros que escribí es que siempre los temas me importaron mucho. Y son temas totalmente distintos. ¿Qué tiene que ver Evo Morales con este diario? Nada que ver. ¿Por qué me obsesioné con Mariano Grondona y le dediqué tanto tiempo a su biografía? Porque era alguien que me fascinaba. Lo mismo con Clarín. Y en este caso, las tres historias fueron muy importantes. Obviamente que hablar de estos temas es incómodo. Y por la práctica de mi oficio, siempre es más fácil hablar de la vida de los demás.

Noticias: El límite con estos temas siempre es problemático.

Sivak: No quise que fuera un ajuste de cuentas ni una caricaturización. Eso no me lo hubiese perdonado. Como al mismo tiempo reivindico que en “El salto de papá” había un ajuste de cuentas personal, familiar, pendiente. Y fue un buen ejercicio, a partir de este diario, volver sobre relaciones del pasado, de la infancia. Pero este libro no tiene nada de autoayuda ni indica cómo atravesar esa situación. Solo quiere contarla sabiendo que se atraviesa.
 

Noticias: Además del sentimiento de dolor ante la pérdida, usted también relata la sorpresa de sentir ese dolor.
Sivak: Está la pregunta: ¿por qué me está pasando esto? ¿Qué es? Esa pregunta me persiguió mucho. Después se tradujo al tema del llorar. En general, soy muy llorón. Lloro por cualquier cosa. “A llorar a la llorería” era algo que decía mi papá. Acá hay alguien que no puede ir a llorar a la “llorería”. Tiene que llorar en lugares públicos porque la situación lo desborda. Y es llorar porque duele, pero después reírme de ese llanto. Eso ayudó a alivianar el la carga del libro.

Noticias: ¿Y cómo apareció el dolor por su madre?

Sivak: El libro no tenía final hasta que encontré las cartas de mamá a mi padre. Eran cartas que no se podían leer. Mi mamá tenía muy mala letra. Las había visto por primera vez cuando estaba escribiendo “El salto de papá”, pero las descarté por esa dificultad. Reaparecieron en una mudanza y las empecé a leer compulsivamente. Casi a los 49 años, un señor mayor descifrando la letra de su mamá. Las pude leer e hice un archivo. En el momento en que mi mamá escribía las cartas tenía la misma edad que yo cuando ella murió. Eso también es una coincidencia. Tenía la curiosidad y al mismo tiempo la extrañeza de saber más sobre la intimidad de los padres. Mi papá estaba en la cárcel por razones políticas. Y entre ellos había un contraste. Papá estaba consagrado al cambio social y mamá pensaba en una idea más tradicional de la familia, los hijos, el primer departamento, la luna de miel, en un contexto de la Argentina a fines de la década del '60. Hay algo muy amoroso de mi madre que sostuvo el resto de su vida hasta que hasta que mi papá se mató. Todo lo que provocaron esas cartas hizo que pudiera terminar el libro.