El líder argentino Javier Milei, logró una victoria contundente en las elecciones, impulsando la débil agenda reformista del derechista, respaldado por Estados Unidos. Foto de Luis ROBAYO / AFP (AFP)
El nuevo escenario económico tras las legislativas
Las acciones y bonos argentinos se disparan, mientras que crecen las expectativas sobre el dólar, las tasas y la inflación.
La elección legislativa de medio término confirmó lo que en la previa parecía más que incierto: Javier Milei logró ampliar su base política y asegurar capacidad de maniobra en el Congreso. Con cerca del 41% de los votos, La Libertad Avanza avanzó en ambas cámaras y quedó en condiciones de defender vetos, decretos y políticas que hasta ahora habían estado en riesgo. La jornada fue leída como un plebiscito sobre el rumbo económico y, principalmente, sobre la paciencia social frente a una situación en la que los indicadores macro muestran una mejora visible, pero la vida cotidiana sigue siendo, para la mayoría, cuesta arriba.
La reacción del mercado comenzó con los primeros rumores. Los bonos argentinos escalaron entre 15% y 23% durante la noche y las acciones que cotizan en Nueva York subieron hasta 35% antes de la apertura. La percepción es nítida: con este resultado, el programa económico tiene continuidad política y respaldo internacional. El salto se concentró en bancos y energía, con avances muy marcados en Banco Galicia, Banco Macro, YPF y Pampa Energía.
Inflación a la baja. La caída de la inflación mensual, que pasó del 12,8% previo al inicio de la gestión al 2,1% en el último registro, es el principal pilar del relato oficial. Milei lo presentó como evidencia de que la disciplina fiscal y la restricción monetaria funcionan. Sin emisión, sin subsidios generalizados y con recorte de la obra pública, el Gobierno logró estabilizar los precios, pero esa estabilización no llegó sin costo: salarios reales en retroceso, consumo deprimido y un deterioro social profundo.
La elección sugiere que una parte importante de la sociedad está dispuesta a tolerar el sacrificio en nombre de evitar una nueva crisis. Sin embargo, esa tolerancia no es infinita. La gran prueba para el Gobierno comienza ahora: transformar la estabilización macroeconómica en una recuperación perceptible en los bolsillos. Si la inflación sigue bajando, pero el ingreso no mejora, el humor social se puede dar vuelta con la misma velocidad que el mercado celebró esta victoria.
El dólar como ancla. El tipo de cambio fue la herramienta clave para frenar la inflación, pero su estabilidad fue sostenida con reservas sumamente escasas. La cooperación con Estados Unidos, materializada en un paquete financiero de hasta 40.000 millones de dólares da aire, pero no resuelve la cuestión de fondo: Argentina necesita volver a generar dólares de manera genuina.
De aquí en adelante, el mercado seguirá con atención si el Gobierno se permite una suba del tipo de cambio o si insiste en mantener el ancla hasta que la inflación sea más baja. Una corrección brusca pondría en riesgo el proceso desinflacionario; una corrección demasiado tardía agrandaría el atraso cambiario y la tensión sobre las reservas. En ese sentido, la administración deberá calibrar un sendero intermedio que no desmadre los precios, pero tampoco comprometa la competitividad externa. El “timing” será determinante.
Rally financiero. El rally de bonos y acciones tras la elección fue uno de los movimientos más significativos de los últimos años. La lectura fue coordinada: mayor gobernabilidad, garantía del apoyo externo y continuidad del programa económico. Sin embargo, ese entusiasmo no equivale a una normalización estructural. Los precios venían incorporando una mala elección para el oficialismo y un aumento del riesgo político, ese supuesto quedó desmentido por las urnas, y el mercado reaccionó corrigiendo esa sobreprima de incertidumbre.
Para que este renovado optimismo se sostenga en el tiempo, el gobierno deberá dar señales concretas de nuevos lazos políticos y reactivación gradual de la actividad. El alivio financiero puede acomodar expectativas, pero solo la mejora de la economía real podrá consolidar una nueva etapa de crecimiento.
Una nueva etapa, pero sin margen para errores. Milei ganó tiempo, poder y un voto de confianza. La sociedad dejó claro que no quiere volver atrás, pero también espera empezar a ver resultados tangibles. El Gobierno se presenta ahora frente a la oportunidad más difícil: consolidar la estabilidad y traducirla en crecimiento. Con el nuevo equilibrio parlamentario, la Casa Rosada tiene margen para avanzar sobre lo que el oficialismo describe como reformas de segunda generación: modernización laboral, simplificación tributaria, desregulación sectorial y un proceso más profundo de apertura y competencia en la economía. Son medidas menos visibles que el ajuste fiscal, pero más determinantes para impulsar inversión y productividad.
La pregunta central ya no es si el programa económico continúa, sino si el Gobierno podrá mejorar la vida diaria sin sacrificar el orden macro que logró construir. Argentina conoce de cerca estabilizaciones que parecían sólidas y se desarmaron cuando la política se fracturó o la paciencia social se agotó. Esta vez, la apuesta del Gobierno es que la combinación de convicción, velocidad y una ventana política más amplia permita que la estabilidad se transforme en crecimiento antes de que el desgaste vuelva a imponerse.
*Sergio Rodríguez Glowinski es director de IngEco y Agente de Bolsa en EE.UU:
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