Javier Milei (CEDOC)

La eterna trampa de subestimar a Milei (y a su electorado)

La bronca, el miedo o el antiperonismo no alcanzan para explicar el triunfo electoral de La Libertad Avanza. Las novedades que el fenómeno libertario trae y que no convendría ignorar.

La figura de Javier Milei creció gracias a distintos combustibles, una carambola de incendios que se cruzaron en el momento justo y en el lugar indicado. A este Frankestein criollo lo alimentaron un megaempresario que controla parte de un canal, el rating y los clicks que empezaron a premiar su verborragia descontrolada, el peronismo que veía desbandarse a su Gobierno y eligió inflar al libertario para dividir a la oposición, los Macri de la vida que lo aprovecharon para llevar la discusión pública a un lugar más extremo, una pandemia psicotizante, una enorme crisis económica sin final y una larga lista de causas más. Sin embargo, hay una razón que las atraviesa a todas, las antecede y las explica: la principal proteína que hizo emerger al economista fue la subestimación.

Milei creció en esa oscuridad. Humillado por el padre, bullyineado en el colegio, sin reconocimiento en la academia, tirado en el fondo de Corporación América -“el siberiano” lo llamaban, porque le habían dado una oficina muy alejada del resto-, rechazado por el mundo. Ser visto como un paria, como un "loco”, fue siempre su hábitat natural. Como era de suponer, esa tendencia sólo podía incrementarse cuando decidió incursionar en un terreno que no conocía y que había jurado nunca pisar hasta que una profecía revelada por el mismísimo Dios le cambió los planes. “Fenómeno barrial”, fue el slogan con que lo bautizaron en su primera campaña, algo que el libertario jamás olvidó. Lo último no es una manera de decir: “Me vienen bajando el precio hace años”, fue una de las primeras declaraciones que hizo apenas ganó la elección legislativa, en una nota con Alejandro Fantino.

La historia del ascenso de Milei al poder se podría contar a través de esa lupa. Con la intención de restarle votos a Juntos por el Cambio, el peronismo en 2021 lo asistió con la burocracia que significa constituir un partido, mientras que en 2023 le dio ayudas monetarias, logísticas, humanas, técnicas y hasta lo subió al ring político -repasar sino el acto de CFK en el Teatro Argentino de La Plata en abril de 2023-. Macri lo abrazó en Acassuso con la firme convicción de que lo iba a poder controlar luego gracias a los números que tenía en el Congreso. También se anotan acá una enorme lista de periodistas que le dieron lugar en sus programas y dejaron pasar cada uno de sus exabruptos porque “bueno, así es Javier”, y distintos empresarios que le palmearon la espalda o le tiraron algunos miles de dólares con la esperanza de que instalara en la conversación esos temas que ellos mismos no se animaban a pronunciar en público. La lista es muy larga, pero el fondo es el mismo: la convicción de que al “loco” se lo podía manejar con control remoto, usar en el momento necesario y luego devolverlo al pozo oscuro del que salió. Pocas cosas ayudaron tanto a Javier Milei a llegar al poder como la idea de que Javier Milei no era nada más que un chiste.

Esta moneda tuvo siempre dos caras: junto a la subestimación del libertario nació también la de sus votantes. Vírgenes, fachos, locos, estúpidos, gorilas, garcas, inconscientes, crueles, hijos de puta o directamente discapacitados. Gente que no sabía lo que hacía ni por qué lo hacía. Esa doble operación imposibilitaba ver lo que se estaba cocinando ante sus propios ojos.

¿Qué cambió dos años después? ¿Qué lecciones trae la contundente victoria de La Libertad Avanza en las elecciones de medio término?

Arriesgo algunas. Las crisis económicas, sociales y políticas que hicieron emerger a Milei siguen intactas. Me animo a decir que están peor, obra de este mismo Gobierno. Y tal vez hasta pueden seguir empeorando y aún así volver a ganar en 2027. ¿Por qué? Por lo mismo que triunfaron en las últimas dos elecciones: ante un enorme vacío de novedades, propuestas, horizontes, rumbos, formas, convicciones y caras de parte de otros espacios, la figura del libertario destaca. Aún cuando aparece en forma de chiste grotesco, postulando la compra venta de órganos, brotándose en un estudio de televisión, recibiendo consejos de un perro que no existe o aullando en el Movistar Arena. Aún un chiste grotesco es más gracioso que diez años de gobiernos fracasados.

Ahora, igual que en el 2023, los votos a Milei no se explican por el odio, la bronca o el miedo. Aún cuando esos elementos están, son parte (¿quién no está enojado en un país empobrecido como este? ¿quién no tiene miedo del futuro?), no son suficientes. Las explicaciones unicausales son, otra vez, maneras apenas elegantes de subestimar al fenómeno, a sus votantes y a las novedades que trae.

Y de estas últimas hay varias, en especial cuando se la mira al espejo de los otros partidos o cuando se la compara con la principal fuerza opositora. Y acá es dónde se pueden empezar a adivinar algunas razones del último voto al proyecto libertario. Los dos años del Gobierno trajeron un fenomenal ajuste con una consiguiente parálisis económica, pero también otra cosa inusitada: un Presidente que dice que algo va a pasar y ese algo efectivamente pasa, una rareza en especial luego de la impotente experiencia del Frente de Todos. Milei hizo del ajuste una de sus principales banderas de campaña -entendida hasta tal punto por sus votantes que el día en que asumió espontáneamente empezaron a cantar “no hay plata” en la plaza del Congreso- junto a una baja de la inflación. Ambas cosas efectivamente sucedieron. El consumo y el poder adquisitivo cayeron, el desempleo, el endeudamiento intrafamiliar y el promedio de horas de trabajo diario subieron, es decir, efectivamente llegó ese ajuste y mucha gente vive peor, pero al menos una variable está en control.

Para todos aquellos que viven atravesando penurias hace rato, esta crisis económica no es una novedad sino que ya es parte de un paisaje que se acerca a cumplir la mayoría de edad. Para todos aquellos que viven atravesando penurias hace rato, la inflación del último gobierno peronista fue enloquecedora. Para todos aquellos que viven atravesando penurias hace rato la política y sus vericuetos son una molestia, un ruido que sale de la televisión o del celular y que en general significa malas noticias. La enorme mayoría sólo quiere vivir mejor el día de mañana. Al menos ahora uno de los tantos tormentos se calmó.

Hay varios matices para observar. Uno es que sin Trump el precario plan económico hubiera explotado por los aires antes de pasar por las urnas. Y que además la intervención vino con una amenaza explícita sobre la suerte electoral. Hay otros: también es verdad que la gran mayoría de los votantes de Milei no vive mejor ahora que hace dos años. Pero acá es donde creo que no alcanzan los conceptos de “crueldad” o “antiperonismo” para explicar por qué lo volvieron a elegir. Es decir, ¿qué otra opción tenían? ¿Qué se les ofrece si no es Milei? Una vez más el espejo del 2023: en aquel momento se les ofreció al ministro de Economía del 230% de inflación. ¿Quién está más “loco”? ¿El que habla con Conan en el más allá o aquellos que ahora propusieron a una versión avergonzada de sí misma de aquel Frente de Todos? ¿Cuál es la diferencia de ese oficialismo con esta “Fuerza Patria”? Si ni siquiera los propios candidatos lo podían explicar -sintetizado para la historia con la consigna tuitera “do nothing, win”-, ¿cómo habrían de entenderlo los votantes no sobreideologizados? ¿por qué deberían sentirse convocados, representados, enganchados?

Los “Gordo Dan” son el 1% del electorado libertario, o tal vez menos. Casi nadie disfruta con las imágenes de las represiones a los jubilados o los recortes en el Garrahan, pero son sapos que están dispuestos a tragar siempre y cuando no se les presente otra opción más tentadora. Y esta última alternativa parece a años luz de ser parida. En especial para un peronismo que da la sensación de haberse quedado atrapado en un mundo que dejó de existir hace rato. 

Una última idea. Voy a ser autorreferencial sólo para reconocer la dificultad que presenta juzgar a Milei y a quienes lo eligen en su justa medida. Desde que comencé a seguir al libertario, en la primera recorrida de su primera campaña hasta el día en que se convirtió en Presidente, pasé horas y horas intentando insistir en que el hombre y sus votantes no eran para nada un fenómeno barrial. El día del cierre de listas de estas elecciones, a fines de junio, escribí en esta revista en ese mismo sentido: Roto, violento, inestable y místico, sus votantes traducen todo eso como una oferta nueva. Distinta. Alguien tan convencido de sus ideas -con una honestidad brutal tal como para proponer la compraventa de órganos o de niños- que logra contagiar. Crear eso que los analistas llaman 'relato', la idea de que hay un norte al que se puede llegar. Y ese objetivo es fácil de entender y parece posible, y por eso hasta candidatos insólitos como la otrora novia ficcional de Ricardo Fort, una ex modelo playboy o uno de los entretenedores de Neura se convierten en opciones electorales potables”.

Sin embargo, en la mañana del domingo 26 de octubre me levanté absolutamente convencido de que el Gobierno se encaminaba a una mala elección. Los escándalos diversos de corrupción, la interminable interna, una crisis cambiaria que terminó con una súplica ante Estados Unidos, distintos desvaríos presidenciales y en especial el mal andar económico me habían llevado a esa certeza. Sin embargo, la máxima se volvió a imponer otra vez: no hay que subestimar al libertario y mucho menos a los qué lo eligen. Tienen razones de sobra, al menos hasta que aparezca otro fenómeno que logre conectar con esta época. Acá es dónde los roles se invierten y el libertario es quien no debería tampoco sobreestimar su victoria: si bien el peronismo ya parece desconectado de esta Argentina, una crisis económica sin solución y el desgaste de una administración son un caldo de cultivo ideal para algún otro outsider. Ese final sería tan sólo un capítulo más de esta historia de ciencia ficción llamada Javier Milei.

 

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