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CIENCIA | 05-12-2019 13:47

Ciencia, cada vez más lejos en América Latina

Argentina, Brasil y Venezuela: tres ejemplos de cómo se desinvirtió en los últimos años.

"Cuando mi papá murió de fiebre hemorrágica argentina yo era muy joven, tenía seis años. Para toda la familia fue un golpe muy duro. En ese momento no existía la vacuna”, recuerda Juan Sarasola, intendente de la localidad de Casilda, provincia de Santa Fe (Argentina). “Gracias al doctor [Julio] Maiztegui y a su equipo, a esa epopeya histórica, posteriormente se obtuvo la vacuna y se salvaron miles de vidas en toda nuestra región, en la zona endémica”, añade. Sin embargo este año, precisamente cuando se cumplen 40 años del inicio del desarrollo de esa vacuna, su producción está frenada en la Argentina debido a que la inflación y la constante devaluación de la moneda hacen imposible reemplazar tres equipos dañados, valorizados en US$ 267.000: un enfriador de líquidos, un equipo de ensayo de esterilidad y un contador de partículas.

En el país solo quedan 140.000 dosis, insuficientes para cubrir la demanda del año próximo. Esa vacuna es la única en el mundo contra la enfermedad, que si bien es exclusiva de una zona de Argentina, significa un riesgo para cinco millones de personas. Desde 2007 la vacuna es obligatoria para los mayores de 15 años que vivan, trabajen o transiten por el área endémica o en localidades cercanas.

En el Instituto Nacional de Investigaciones Virales Humanas Dr. Julio I. Maiztegui, en la localidad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, el tiempo corre en contra: si el nuevo equipamiento para la producción de la vacuna contra la fiebre hemorrágica llegara se necesitarían unos ocho meses para volver a poner en marcha la planta y otros tres meses para entregar 80.000 dosis que, sumadas a las 140.000 existentes, podrían alcanzar hasta 2020, dependiendo de la demanda. Pero nadie sabe con certeza cuándo llegará ese equipo.

Desde la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud “Dr. Carlos Malbrán” (ANLIS) de Argentina —organismo público del cual depende el Instituto de Pergamino— informan que la compra de equipamiento está en trámite: una comisión evaluadora de ANLIS tiene que establecer los procedimientos específicos para hacer la compra por licitación pública de los tres equipamientos. Es decir, nadie asegura que los equipos puedan estar disponibles este año. También consideran que el stock de dosis puede cubrir la demanda de 2020.

Sin embargo, en un comunicado conjunto, la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología, la Sociedad Argentina de Virología y la Asociación Argentina de Microbiología han instado “a las autoridades sanitarias nacionales a generar las acciones necesarias para asegurar la continuidad de la producción de vacuna en Argentina en forma oportuna”.

Mientras tanto en Brasil una investigación para comprobar si la cloroquina, un medicamento usado contra la malaria y las enfermedades autoinmunes, puede inhibir la replicación del virus del zika y algunas de sus secuelas —como la microcefalia— podría quedar inconclusa debido a los recortes a miles de subvenciones a la investigación, anunciadas recientemente por las entidades del sector.

Hasta el 30 de setiembre de este año se habían registrado en Brasil 9.813 casos de zika según el boletín epidemiológico del Ministerio de Salud, de los cuales 447 afectaban a mujeres embarazadas. Además, se registraron dos muertes en el estado de Paraiba y hay 1.649 casos sospechosos pendientes de confirmación.

El genetista Rodrigo Brindeiro, del Laboratorio de Virología Molecular de la Universidad Federal de Río de Janeiro, que encabeza el estudio, señala que como el medicamento ya está aprobado para su uso incluso en mujeres embarazadas y ofrece seguridad en cuanto a toxicidad, el costo del estudio es "centenares de veces menor que invertir en nuevos medicamentos".

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"Pero si continuamos con este escenario no podremos proseguir", reconoce. Él se refiere a la espada de Damocles que pende sobre miles de investigadores ante el reciente anuncio del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de suspender el financiamiento a 84.000 investigadores de distintos niveles por falta de recursos. El CNPq logró pagar las becas este mes de octubre pero el organismo sigue bajo riesgo.

En realidad, la inversión en el sector de CTI de Brasil viene en picada desde 2016, y 2019 es el peor año: el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Comunicaciones tiene un presupuesto equivalente a US$750.000, una tercera parte de lo que tenía en 2010.

Los anteriores son solo dos ejemplos de cómo los recortes presupuestarios y la baja inversión en ciencia, tecnología e innovación, que se extienden en la región, no solamente están causando daños a la investigación, sino a la sociedad en su conjunto, impedida de beneficiarse de las innovaciones tecnológicas para el desarrollo.

“Si bien alguien puede argumentar que no pasa nada si se deja de financiar la ciencia y la tecnología en nuestros países, el impacto de interrumpir la investigación y los múltiples beneficios de la ciencia para la sociedad sería muy perjudicial porque perderíamos una de las pocas brújulas y fuentes de ideas para pensar y hacer efectivo un futuro mejor”, reflexiona Hebe Vessuri, doctora en antropología social y premio Bernardo Houssay 2017 a la Trayectoria en las ciencias sociales de Argentina. "La inversión pública en ciencia y tecnología continúa siendo crucial en todos los países”, enfatiza.

Venezuela. Las posibilidades de investigar y producir innovaciones son prácticamente nulas debido a la crisis económica y política generalizadas. Con una hiperinflación anualizada estimada en 135,379 por ciento a fines de agosto, dos procesos de reconversión monetaria y 15 años de control cambiario, las universidades no tienen acceso a dólares para la compra de reactivos o nuevos equipos. Además, desde 2009, las universidades públicas y autónomas dejaron de recibir presupuestos para la investigación. 

Las instalaciones y laboratorios científicos lucen abandonados y deteriorados. En muchos casos sobreviven gracias a donaciones que realizan sus egresados desde el exterior, lo que sigue siendo insuficiente para las necesidades de la academia. 

El bioterio de la Escuela de Medicina José María Vargas de la Universidad Central de Venezuela, que fue un lugar élite para la crianza animal y experimentación científica, ahora no tiene animales. En la Universidad Simón Bolívar la situación es similar y se corre el riesgo de perder el patrimonio genético, que tiene 32 años.

Allí trabaja la bióloga Yenis Pérez. Su proyecto, una vacuna de proteínas recombinantes en animales para controlar las enfermedades parasitarias en el ganado bovino y equino, está prácticamente paralizado. 

La investigación de Pérez ayudaría a evitar que los humanos se contagien por consumir carne y leche contaminada, porque en los últimos cinco años los bovinos en Venezuela están siendo atacados por parásitos. Disminuyó la producción y empeoraron la calidad de la carne y leche para consumo humano.

En diciembre de 2006, a Nieves Canudas, profesora de la Universidad Simón Bolívar, le asignaron un presupuesto de US$ 1.302.325 millones (2.800 millones de bolívares) para su proyecto, ganador de una convocatoria de la Misión Ciencia y el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología. El trabajo tenía como fin desarrollar ungüentos con compuestos que pudiesen destruir agentes patógenos en la piel de personas con quemaduras.

Con ese dinero compró equipos e insumos para el laboratorio. El protocolo incluía desde el diseño de compuestos orgánicos, la síntesis orgánica y su caracterización, hasta los ensayos fotobiológicos y de toxicidad. Pero no pudo pasar de la concepción de los compuestos. Desde el año pasado tuvo que dejar de trabajar en su investigación por no poder reparar equipamiento básico. 

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Fuga de cerebros. Uno de los emprendimientos tecnológicos más importantes de Brasil, el acelerador de partículas de cuarta generación Sirius, también se ha visto afectado por los recortes presupuestarios en ciencia y tecnología que sufre el país. Planificado para iniciar sus actividades el próximo año con trece estaciones de investigación, comenzará con solo una de ellas. Es financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovaciones y Comunicaciones, que invirtió US$ 323 millones del presupuesto total, US$ 440 millones.

Para Antônio José Roque da Silva, director general del Centro Nacional de Investigación de Energía y Materiales (CNPEM) y del proyecto Sirius, pese a que el presupuesto votado en el congreso para este año fue de US$ 62 millones, hasta ahora solo se ha recibido menos del 20 por ciento.

Ubicado en el CNPEM, Campinas, São Paulo, Sirius tiene muchas aplicaciones: desde el estudio de rocas en capas de petróleo para aumentar la producción, hasta tomografías computarizadas avanzadas que pueden mejorar el diagnóstico del cáncer y allanar el camino para nuevos tratamientos médicos. Planificado desde 2012, Sirius es un proyecto desarrollado completamente en Brasil y probablemente será el segundo acelerador de partículas de cuarta generación en operar en el mundo: el primero fue MAX IV, de Suecia, inaugurado en 2016. Francia está construyendo otro, que comenzará a operar en 2021. Estados Unidos y Japón también están modernizando sus fuentes de luz sincrotrón.

Para el físico y ex presidente de CNPEM Rogério de Cerqueira Leite, Sirius es un salto trascendente "no solo para la ciencia brasileña y latinoamericana, sino mundial”. Pero no oculta su temor ante los continuos recortes al sector. “En un escenario de incertidumbre, es difícil mantener personal altamente calificado. A corto plazo existe el riesgo de interrumpir la cadena de producción entre los centros de investigación y las empresas”, advierte José Roque.

"Si desmantelamos lo que tenemos, nos llevará 20 o 30 años recuperarnos", agrega Cerqueira Leite. En este sentido, Hebe Vessuri, advierte que “nuestros países en su gran mayoría ya tienen capacidades instaladas de ciencia y tecnología en una situación bien diferente a la de hace medio siglo. Lo que vemos como parte del proceso autoinfligido de deterioro por parte de nuestras autoridades y políticos es el serio riesgo de desmantelamiento de las capacidades construidas con tanto esfuerzo”. 

Conciencia y cooperación. Para Gabriela Dutrenit, coordinadora de posgrado en Economía, Gestión y Políticas de Innovación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, detrás de todos estos recortes e indiferencia hacia la ciencia y las innovaciones tecnológicas hay un “desconocimiento generalizado de la población y de los políticos respecto del papel de la investigación científica, que no les hemos sabido transmitir”. Y afirma: “Tenemos que hacerle ver a la sociedad los beneficios que obtiene de la investigación, y hacerles entender a los políticos que incluso económicamente no es conveniente una reducción de la inversión en desarrollo científico-tecnológico, por las consecuencias que trae para la sociedad”. 

La investigación transfronteriza de esta nota, que trata de generar conciencia acerca de la situación de la investigación científica en América Latina, fue elaborado por la mesa de edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net con la colaboración de Valeria Román (Argentina), Washington Castilhos y Meghie Rodrigues (Brasil), Zoraida Portillo (Perú) y Carmen Victoria Inojosa (Venezuela).

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por Redacción, SciDev.Net

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