Son los chicos malos de la pantalla. O, por lo menos, los chicos incorrectos. O, quizás, solo los incorrectos, porque de chicos ya no tienen nada. Pese a que el cinéfilo los recuerda jovencísimos en películas como “El joven Manos de Tijera” o “Chaplin”, Johnny Depp (49) y Robert Downey Jr (47) ya son dos señores maduros. Y, sin embargo –quizás sea, justamente, su madurez como actores, lo que logra el efecto–, siguen arrancando suspiros en la platea femenina y generando millones en la taquilla. Cuando sus caras llegan a la tapa de una revista, las ventas aumentan.
De un tiempo a esta parte, estos James Dean del siglo XXI se han convertido en las caras visibles de tanques cinematográficos, en apuestas seguras a la hora de invertir los veinte millones de dólares que puede llegar a cotizar su cachet. Han creado personajes (el caribeño pirata Jack Sparrow o el excéntrico millonario Tony Stark) que ya amagan con convertirse en íconos de la cultura pop. Comparten un talento por la música que, por momentos, está inexplorado –o poco explotado– y un pasado turbio de familias conflictivas y excesos. Logran, desde un carisma ligado a esa misma postura de enfants terribles, que “los hombres los respeten y las mujeres los admiren”, como decía aquel viejo número de Les Luthiers.
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por Diego Gualda
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