Hace un cuarto de siglo no existían Instagram, TikTok ni YouTube y la televisión marcaba el pulso cotidiano. Las recetas no se aprendían en videos de 30 segundos y los chefs no eran influencers, sino maestros que enseñaban frente a una sola pantalla posible. La palabra “gourmet” tenía otra densidad: remitía a curiosos, a sibaritas. Y fue en ese mundo menos acelerado donde irrumpió la señal elGourmet.

Los primeros tiempos
Desde el inicio, el canal se presentó con una estética y un ritmo que no existían en la televisión latinoamericana. Mientras la pantalla estaba dominada por magazines frenéticos y la cocina era apenas un segmento práctico, la señal apostó a planos cuidados, recetas explicadas sin apuro y una transmisión de oficio que devolvía solemnidad y belleza a la cocina cotidiana.

Los primeros cocineros que ocuparon ese espacio formaron una suerte de generación fundante. Dolli Irigoyen y el Gato Dumas aportaron autoridad y presencia; Francis Mallmann llevó el fuego a un registro casi poético; Osvaldo Gross instaló la precisión como valor televisivo; la hermana Bernarda acercó la pastelería; Donato de Santis trajo el encanto de la cocina italiana; Narda Lepes renovó el recetario local e Iwao Komiyama abrió la puerta a otras culturas. No era solo cocinar en cámara, era construir una mirada y una sensibilidad culinaria.

Con el tiempo, ese espíritu se volvió marca registrada. Verónica Rondinoni, directora de programación, lo resume como una combinación difícil de mantener en un ecosistema que cambió de forma constante. Dice que el desafío siempre fue “evolucionar sin perder los valores que hicieron al canal: entretener, acompañar y enseñar, aun cuando cambiaron los consumos y la cultura alrededor”.

La marca de una generación
Con los años, elGourmet dejó de ser solo un canal temático para convertirse en un lugar de formación. Buena parte de los cocineros que hoy ocupan la conversación gastronómica crecieron mirando esa pantalla. Lo que empezó como un refugio para curiosos terminó despertando vocaciones y ampliando el interés por la cocina más allá de las élites sibaritas de comienzos de los 2000.

Ximena Sáenz lo vivió en primera persona. “Soy de la generación que se formó con elGourmet. Era aspiracional. Admiraba a quienes cocinaban ahí y aprendía mirándolos”, recuerda. Ese vínculo temprano explica por qué hoy percibe, del otro lado de la pantalla, un afecto similar en el público. Para ella, la conexión se sostiene porque la comida crea un código común: “La gente tiene cariño por quienes ve cocinar. Preparamos cosas que el otro reconoce y eso genera cercanía”.
Esa relación emocional se fue volviendo más amplia a medida que la audiencia gastronómica creció y se diversificó. Rondinoni lo sintetiza sin nostalgia: el público pasó de ser un pequeño grupo gourmet a un universo mucho más masivo y exigente. Hoy conviven foodies jóvenes, fanáticos del fermento, defensores del kilómetro cero y quienes buscan recetas simples para la vida diaria. Estefi Colombo lo ve como una continuidad generacional: “Estar acá es entrar a una casa donde cocinaron personas que marcaron a toda una generación. Y ahora nos toca a nosotros acompañar con recetas que la gente realmente haga y comparta”.
En el camino
Otro de los sellos reconocibles del canal fue su modo de narrar el territorio. Mucho antes de que la idea de “viaje gastronómico” se volviera una categoría de streaming, elGourmet ya recorría el país para contar cómo se cocina en cada lugar. Así llegaron formatos que abrieron la pantalla hacia paisajes y culturas diversas. "La Ruta 40", con Tupác Guantay viajando de norte a sur, terminó nominada a los Martín Fierro de Cable. Los hermanos Petersen exploraron Patagonia, Litoral, México y Chile. Julieta Oriolo llevó la pasta a una dimensión histórica en Italia e Iwao Komiyama desarmó los fundamentos del sushi desde Tokio hasta Buenos Aires. Ese archivo de recorridos hoy es parte de la memoria culinaria televisiva.
Esa lógica de movimiento también redefinió la experiencia de los cocineros frente a cámara. Para Roberto Petersen, elGourmet fue siempre un espacio distinto al trabajo intenso de la cocina profesional, un lugar donde pudo “cocinar desde el disfrute, la creatividad y el juego”. Ximena Sáenz identifica un cambio más profundo en la forma de mostrar la gastronomía. En su nueva serie sobre las meriendas porteñas, va del Hotel Alvear a locales modernos sin quedarse en la cocina, porque la comida hoy también se cuenta desde los lugares, las historias y las estéticas que la rodean. Ese corrimiento del chef hacia la ciudad amplió el lenguaje visual del canal.

Aunque el presente exige dialogar con otras pantallas -YouTube, TikTok y las redes multiplicaron formatos y tiempos narrativos- la señal evitó parodiar esa velocidad. Estefi Colombo explica la diferencia: “La tele tiene algo que las redes no logran: el tiempo. Podés detenerte, mostrar procesos y acompañar sin apuro”. Rondinoni coincide y va un paso más allá, apuntando que las plataformas no son una amenaza, sino un complemento. Por eso, elGourmet hoy convive con fast channels como "Plato del Día" y "Dulce by elGourmet", y suma contenidos originales para públicos que se mueven entre el cable, el celular y el streaming.
Y la programación de 2026 cristaliza esa búsqueda. Tupác Guantay vuelve al territorio en "La Ruta del Mar Patagónico"; los Petersen emprenden un viaje por Cuyo, la única región que les faltaba recorrer; Ximena presenta "Meriendas Buenos Aires", explorando un ritual profundamente argentino; y Verónica Zumalacárregui amplía el mapa con episodios grabados en Ámsterdam, Berlín y Viena. En todos los casos, el hilo es el mismo: una mirada que combina viaje, producto y relato, ajustada a un presente multipantalla pero fiel al espíritu que definió al canal desde el principio.
















Comentarios