Sunday 16 de March, 2025

CULTURA | 08-02-2025 08:19

Beatriz Sarlo en primera persona

Acaba de publicarse su último libro, “No entender”, memorias una intelectual irrepetible. La gestación del texto y un fragmento clave.

Quienes a fines de 2025 se tomen el trabajo de elegir los libros más relevantes del año, seguramente incluirán en su lista “No entender. Memorias de una intelectual”, la autobiografía de Beatriz Sarlo. Y no solo porque reúne los recuerdos de quien fuera una de las personalidades más excepcionales del último siglo en la Argentina, sino también porque se trata de un texto inclasificable, honesto y profundo, que viaja al pasado para rastrear las huellas de una ética y una vocación.

Beatriz Sarlo

Divididas en 5 capítulos, los dos iniciales están dedicados a la infancia de Sarlo y al modo en que su personalidad destacó los rasgos que luego la harían ser quien fue. Su padre, Saúl Sarlo Sabajanes y su tío, Fernando del Río, fueron las figuras más influyentes en los primeros años y quienes más contribuyeron a diseñar su posterior relación con la política. Allí también se describe la tensión con los mandatos que provienen de su madre y le imponen un desempeño “femenino” a la altura de la época. Los dos capítulos siguientes relatan su formación como intelectual, su encuentro con personalidades que marcaron su mirada sobre la literatura, los inicios de su trabajo en el periodismo y las bases de su acercamiento a la cultura en general. Las últimas páginas se detienen en la importancia que la arquitectura y la música tuvieron en sus prácticas culturales, en forma paralela a la literatura, la disciplina en la que se destacó en todo el mundo. “Traté de conservar la ligereza y la distancia -dice la autora en la introducción- como si otra persona hubiera padecido o imaginado la situación, alguien que a veces era yo y que, sin conseguirlo, intentaba recordarse como si fuera otra”.

Beatriz Sarlo

Detrás del libro. Sylvia Saítta es una de las personas más cercanas a Beatriz Sarlo, tanto que empezó por ser su alumna en la Facultad de Filosofía y Letras y terminó ocupando el mismo cargo que ella 20 años después. Hoy es, como fue Sarlo, titular de la cátedra de Literatura Argentina II. También es investigadora del Conicet, miembro del directorio de Eudeba y directora del Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira), un espacio de referencia para cualquier investigación que involucre a medios de comunicación escritos.

En diálogo con NOTICIAS, Saítta dio detalles de la escritura de “No entender” y habló sobre el futuro del archivo y la producción de Beatriz Sarlo.

NOTICIAS: ¿Cómo se escribió “No entender”?
Sylvia Saítta: Es un libro que a Beatriz le llevó muchísimos años. Lo empezó en el 2017 o 2018 y después cambió de idea. Lo abandonó y volvió. En los últimos años se dedicó particularmente a él. El último material lo entregó alrededor de abril de 2024. Lo trabajó con Ana Galdeano, de la editorial Siglo XXI. Beatriz estaba internada, a fin del año pasado, y seguían corrigiendo detalles y eligiendo la tapa. Murió con la certeza de que salía en febrero o marzo. Es una tristeza infinita que no haya llegado a verlo publicado. Decía que iba a ser su último libro. Y es el que cierra su obra.
NOTICIAS: En relación a su libro “Viajes”, un texto también muy personal, en este se mencionan vínculos y afectos, como si ella hubiera superado ciertos temores de revelar demasiado.
Saítta: Igualmente fue muy cauta. Son memorias de infancia, de adolescencia y de la formación de una intelectual que decidió serlo antes de saber qué quería decir esa palabra. Lo más interesante del libro es que deja afuera todo aquello que ya sabíamos. En él no está ni la cátedra de Literatura Argentina, ni la revista “Punto de Vista”, ni la cantidad de libros o textos que publicó en medios nacionales e internacionales, ni las universidades a las que viajó, ni los premios que recibió. La vida pública no está en este libro. Está la formación de quien después sabemos que fue Beatriz Sarlo.

Beatriz Sarlo
NOTICIAS: Es posible imaginar que lo que más le costó fue encontrar un tono que no fuera ni demasiado íntimo, ni demasiado distante.

Saítta: Creo que el desafío fue asumir enteramente la primera persona. A mí lo que me gusta es que pareciera contar mucho menos de lo que efectivamente cuenta, escenas en las que descubrió que el aprendizaje pasaba por lo que no entendió. Por ejemplo, no nos cuenta cuándo aprendió a escribir o a leer o a jugar al tenis. Están más bien los momentos que complicaron el acceso al conocimiento. Las zonas en las cuales conocemos a Beatriz Sarlo en el ámbito de lo público; la gran profesora de literatura argentina, la crítica literaria, la crítica cultural, la analista política o la periodista, no son las que están en el libro. En cambio hay mucha música, mucho arte, mucha arquitectura. O ese momento más iniciático de la infancia y la adolescencia. Leído ahora, en 2025, es un un libro que va casi contra una época en que pareciera que todo es muy fácil. Además, ilumina hacia atrás muchas de las cosas que ya habíamos leído, pero en otro género. Por ejemplo, todas sus notas sobre las marchas. En el libro leemos que hay una escena de infancia, en la que no recuerda si tiene tres o cinco años, y en la que está en una marcha de la mano de su tío. O interviniendo sobre los carteles peronistas que su padre solían arrancar de las paredes de la ciudad. Hay mucho más de autobiografía en todo lo que leímos hasta ahora de ella de lo que sabíamos.

Noticias: ¿Quién va a estar a cargo de la obra de Beatriz Sarlo a partir de ahora? Se ha comentado que usted podría ser la persona elegida.
Saítta: Esto pasó hace muy poco (Beatriz Sarlo murió el 17 de diciembre de 2024) y enseguida empezó la feria judicial. No puedo decir nada de las cuestiones legales. Pero su archivo es muy importante. Y Beatriz era extremadamente consciente del valor que tiene el archivo de una intelectual del siglo XX, como se autodefinía. El archivo va a ser conservado, de eso no hay una duda. Pero los que estábamos cerca de ella no queremos acelerar los tiempos. Yo todavía no sé cómo es que no esté Beatriz.

Beatriz Sarlo

 

Un fragmento de “No entender”

 

“No entender fue mi experiencia primera y definitiva. Comencé no entendiendo y, casi enseguida, acepté que ese era el punto de pasaje a todo lo que valía la pena. Convencida de que entender era un trabajo, me acostumbré a que ese trabajo fuera un placer. Ni el camino del arte ni el del pensamiento son una línea recta.

Algunos libros lo prueban y algunas obras que se cree entender muestran la equivocación de quien confió en su primera mirada o escucha. El arte es negatividad, no afirmación plena. Incluso cuando afirma, lo hace exhibiendo un conflicto. El arte no se reconcilia con el arte, salvo en las obras, respetables, pensadas para el mercado. No solo sucede con las vanguardias, sino también con los clásicos, ya que es imposible entender la Capilla Sixtina con solo mirarla, sin el soporte de una cultura tanto o más complicada que las imágenes.

Beatriz Sarlo

La mirada se engaña cuando lo percibido se impone solamente por lo grandioso o lo pintoresco, según el caso. La mirada se detiene cuando desconoce lo percibido, por nuevo o por lejano. Quien mira puede desinteresarse por la lejanía incomprensible. Pero esa decisión de alejarse lo privará de la intensidad de la experiencia. Para esa mirada que evita lo desconocido, unos muchachos comiendo frutas pintados por Murillo son más atractivos que el “Guernica” de Picasso. Sobre eso no hay dudas. Pero el arte no solo ofrece lo agradable del recuerdo de una imagen.

Algo similar sucede con la literatura. Lo incomprensible de Mallarmé es un punto de resistencia que quizá nunca se supere, pero que permanece allí, como un ofrecimiento y una deuda pendiente. Por supuesto que se lo puede olvidar, como se descarta un trabajo demasiado arduo y de cuyo producto final se desconfía. Pero el golpe del olvido jamás podrá abolir el instante en que se decidió cerrar el libro precisamente en esa página.

Muchos defenderían que no es posible mirar un partido de tenis si se ignoran las reglas y las destrezas del juego. Pero esos mismos que piden un conocimiento previo para el tenis creen posible un no saber para el arte (según ellos, entender a Federer sería más difícil que apreciar a Pollock). La masividad de los deportes no demuestra la validez de esta conclusión. Podría argumentarse que ser Federer es tan difícil como ser Pollock. Y aquí surge el punto de partida para una discusión. Ser Federer quizá resulte tan improbable como ser Pollock. Me interesa saber por qué existe esa igualdad de improbabilidades. Pero también dónde reside la diferencia entre la perduración de Pollock y la de Federer.

Beatriz Sarlo

Un boceto del “Guernica” es tan impactante como el inmenso “Guernica”. Esto se puede comprobar en el Museo Reina Sofía. Nadie diría que las voleas de un entrenamiento son tan imposibles como esa respuesta repentina y a la carrera, certera y casi milagrosa que se produce pocas veces en un partido, pero no pocas en un siglo del deporte. Elijo esta comparación porque soy fanática del tenis y porque no me permitiría hacerla con otro deporte cuyas dificultades desconozco.

Querría demostrar que la dificultad es una de las cualidades fundamentales del arte. No solo del arte moderno, que convirtió la dificultad en opción estética y desafío vanguardista, sino de la resistencia de la historia pasada ante nuestras percepciones contemporáneas. No sé cómo se percibe un friso o un vitral en una iglesia gótica. En ese no saber radica parte de la fascinación que me produce. No conozco a esos santos ni puedo interpretar sus gestos. Algo debo hacer para poder ver cuando miro. Ese algo es la victoria sobre lo desconocido. No entender es el primer paso, que implica reconocer la dificultad que el “Ulises” de Joyce plantea incluso a los lectores más cultos. En este sentido, el arte exige una ética del trabajo.

No entender es el capítulo inicial de un viaje. Aceptar que no entiendo implica aceptar también que hay allí algo, en el texto o en el objeto, que rehúye mis destrezas. Me falta algo para entender lo que no entiendo. En cuanto a las obras del pasado, me falta, en primer lugar, la densidad del tiempo histórico que las separa del presente de mi mirada. ¿Cómo leer “As You Like It” (“Como gusteis”) o Twelfth Night” (“Noche de reyes”) fuera de un sistema de diferencias sexuales radicalmente distinto al de los siglos XX y XXI? Al perder esa distancia sociológica se pierden, al mismo tiempo, la transgresión y la comedia de Shakespeare, y las obras se convierten en divertimentos más ingenuos que audaces, en juegos enteramente permitidos. No entender quizá sea restituir un sistema sexual que nuestro presente volvió completamente obsoleto, tolerable, objeto permitido lúdico y de disfraz.

En este caso, no entender es mejor que entender, porque obliga a un retorno en el tiempo. Es imposible la lectura del “Quijote” sin ese desplazamiento por la historia. Sin esa dinámica temporal, el “Quijote” hoy no se entiende, porque los requisitos son muchos. Pese a todo, persistimos en leerlo y vamos aceptando esas condiciones que imponen sumar otras lecturas, mirar imágenes muy viejas, imaginar diálogos imposibles para la moda del realismo que se ha impuesto, con todas sus variantes, desde el siglo XIX. No entender el “Quijote” es ponerse en condiciones de leerlo [...]”.

 

 

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Adriana Lorusso

Adriana Lorusso

Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.

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