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DANZA | 20-12-2018 13:46

Ver Nápoles… y seguir viviendo

Una función agradable. El programa elegido por el grupo de bailarines provenientes del Teatro di San Carlo tuvo algunos puntos interesantes.

Atrás quedaron los tiempos en que todas las instituciones musicales incluían un espectáculo de ballet con elencos extranjeros en sus temporadas anuales. Compañías como el Ballet de la Ópera de París, el Royal Ballet, el Nederland Dans Theatre, el Ballet de Hamburgo, entre muchos otros, fueron huéspedes habituales en otras épocas donde los costos de sus visitas podían ser afrontados gracias a un auspicio empresarial específico. Por ello, en el contexto actual el esfuerzo económico de Nuova Harmonia debe ser resaltado, dado que siempre hay lugar en sus programaciones para el arte del movimiento. Prueba de ello es la reciente visita del Balletto di Roma, y ahora la de algunos primeros bailarines y solistas del Teatro di San Carlo de Nápoles.

Históricamente, la escuela italiana de ballet ha aportado el virtuosismo a la danza académica, complementado por la línea y elegancia francesa. Sin embargo, el modelo de bailarín clásico de hoy requiere algo más que buena técnica: ver el pas de trois de “Paquita” apenas correctamente bailado seguramente no aportará demasiado a un espectador deseoso de experimentar el encuentro con otros repertorios más interesantes.

El programa elegido por el grupo de bailarines provenientes del Teatro di San Carlo tuvo algunos puntos interesantes. Anunciado como “Gala Nureyev”, el recuerdo del genial bailarín ruso –que hubiera cumplido 80 años el pasado 17 de marzo– sólo estuvo presente mediante un video proyectado al comienzo de la función. De la primera parte, destacamos una lograda reconstrucción de la coreografía que Mijail Fokin diseñara para el pas de deux de “Sheherezade”, donde la excelente interpretación de Anna Chiara Amirante y Alessandro Staiano impactó por su sugerente sensualidad. Antes del intervalo, se ofreció “Chaikovski classique”, coreografía de Giuseppe Picone, director de la compañía, sobre el Scherzo de la “Sexta sinfonía” de Chaikovski, obra muy balanchiniana, pero con excesivo y confuso virtuosismo.

En el segundo segmento, más creaciones de Picone: el poco conocido pas de deux del acto segundo de “La bella durmiente del bosque”, bailado con muy bella línea y estilo por Sara Sancamillo y Danilo Notaro; y “Elegie”, un interesante dúo sobre música de Rachmaninov al que Luisa Ieluzzi y Ertugrel Gjoni dieron espléndida forma.

Lejos de homenajear a Rossini –a 150 años de su muerte–, el breve solo creado por Francesco Annarumma careció de originalidad, y poco pudo hacer Giuseppe Picone –aquí como bailarín– para revertir este punto.

El remanido pas de deux de “Don Quijote” cerró la velada, con un buen desempeño de Claudia D’Antonio, segura en sus equilibrios y elocuente en sus port de bras, y Salvatore Manzo, de limpios giros y saltos.

Sin deslumbrar, el paso del elenco napolitano dejó como saldo poco más que una función agradable.

Gala de ballet. Homenaje a Nureyev y a Rossini. Bailarines del Teatro di San Carlo de Nápoles. Teatro Coliseo.

por Patricia Casañas

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