En tren de limitar el flujo de dólares que no vayan a engordar las reservas del Banco Central, el Gobierno tomó dos medidas cruciales. Por un lado, pidió a los directivos de las compañías extranjeras Glencore Xtrata, Goldcorp, Yamana Gold, Barrick, Pan American Silver y Loma Negra que sus casas matrices paguen las importaciones -en vez de prefinanciarlas con reservas en el mercado local- y apuren la liquidación de las exportaciones.
Obligó además a los bancos a vender el exceso de dólares en sus balances sin necesidad de que cumplan con el límite del 30% que estuvo vigente en el 2005 y entró en suspenso al año siguiente.
La idea de aspirar todos los dólares que puedan alterar el mercado cambiario y alimentar el blue provocó un primer impacto de bajas en la cotización del dólar oficial y del “contado con liqui” (que permite comprar con pesos bonos dolarizados que se fugan al exterior).
La intención es descomprimir la demanda de divisas y “secar” la plaza tanto de dólares como de pesos que puedan ir finalmente al dólar. “Claramente el Banco Central está actuando como tiene que actuar -se entusiasma Mario Blejer, ex presidente de la entidad-, subiendo las tasas de interés y restringiendo la liquidez”.
Si bien esa política forma parte de un ajuste ortodoxo -admite- era necesario para frenar una corrida contra las reservas. El costado más problemático es el efecto devaluación, otra medida no querida pero “necesaria”: impacta de lleno en el salario, los planes sociales y el consumo popular.
por Dante Sica
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