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ECONOMíA | 02-08-2018 11:43

La Argentina de los déficits

El rojo en la contabilidad pública y en la externa, dos anclas que ahondan la crisis.

La economía argentina se encuentra estancada desde comienzos de esta década. De hecho, el producto por habitante en 2017 (un año de expansión) no mostró aumento sobre el de 2010. Sobre un promedio chato, la actividad osciló con un patrón particular de leves crecimientos en los años impares, y caídas en los pares. Detrás de la incapacidad para alcanzar un crecimiento sostenido, la restricción externa resalta como un factor de primer orden: los atisbos de expansión, como el que se vio interrumpido en el episodio reciente, se encontraron con limitaciones derivadas de una escasez de divisas. Ese comportamiento se asocia con una neta debilidad de las exportaciones. En 2017, el volumen (descontando efectos de precios) de las ventas externas de bienes y servicios fue 11% menor al de 2011 (y similar al de 2007).

Déficit. Mientras tanto, se fueron generando déficits externos y fiscales que, aunque partiendo de bajos niveles de endeudamiento, alcanzaron una magnitud apreciable. El año pasado, el saldo del intercambio comercial (bienes y servicios) fue un mínimo histórico de cerca de -15 mil millones de dólares, y la cuenta corriente del balance de pagos acumuló un resultado negativo de más de 30 mil millones de dólares, o cerca de 5% del PBI (del mismo orden de magnitud que el máximo de los años noventa). Al mismo tiempo, el déficit primario del gobierno nacional en 2017 resultó cercano a 4 % del PBI, algo menos que en el período previo, si bien la carga de intereses fue superior.

Naturalmente, los déficits macroeconómicos tienen como contrapartida necesidades de financiamiento. No necesariamente los superávits externos son un signo de buen funcionamiento económico: como se observó en la Argentina en algunos períodos de gran inestabilidad, esos excedentes pueden reflejar presión de fuga de capitales y deprimida demanda interna. En el caso de los déficits, mientras los consiguientes requerimientos de fondos pueden cubrirse sin mucha tensión, el tema abierto es si y de qué manera se está generando capacidad de repago de las deudas que se van tomando. Cuando se restringe la oferta de crédito, se abre la perspectiva de bruscos ajustes en la economía. En situaciones así, como la que atraviesa el país en el presente, se acentúan las preguntas sobre la relación entre ambos déficits, público y externo, y sobre las maneras de tratarlos.

Los resultados de la cuenta corriente y las variaciones asociadas de activos/pasivos financieros externos expresan la restricción de presupuesto de la economía en su conjunto en su relación con el resto del mundo. Cuando una economía muestra dificultades en cerrar sus cuentas externas, significa que muestra problemas como un todo para encuadrarse en su balance global de fuentes y usos de recursos. Esto engloba a todos los agentes económicos del país, públicos y privados, en su comportamiento actual y en sus repercusiones ulteriores. La restricción de presupuesto agregada puede expresarse de distintas maneras, equivalentes entre sí.

Un déficit en cuenta corriente, con la consiguiente demanda de crédito externo, viene dado por un valor negativo de la suma del balance comercial y los flujos netos de renta (intereses, utilidades). A su vez, el saldo comercial representa, con su signo, la diferencia entre el producto agregado y la demanda interna (“absorción”) total. Como solo un subconjunto de bienes y servicios (“transables”) participan del comercio exterior, la balanza comercial refleja entonces la diferencia entre la producción y el gasto interno en esa categoría particular de artículos. En la Argentina, la producción y la utilización de bienes transables están principalmente a cargo del sector privado. Por lo tanto, el saldo del comercio depende de manera directa de decisiones de este sector.

Una economía deficitaria en su cuenta corriente tiene un gasto total (público y privado) en bienes y servicios por encima del ingreso nacional; por eso requiere financiamiento. El exceso de gastos sobre ingresos de toda la economía se puede descomponer en el déficit (gasto menos ingreso, con su signo) del sector público y aquél del sector privado. Dado que el gasto en bienes y servicios de cada sector se compone de consumo e inversión, los déficits correspondientes indican la magnitud de la insuficiencia del ahorro respectivo para financiar la formación de capital. La aparición de crecientes déficits externos a lo largo de esta década se asoció con caídas tanto en los coeficientes de ahorro como de inversión (la merma de las tasas de acumulación de capital se presenta menos pronunciada a precios constantes que en valores corrientes). La disminución de la tasa de ahorro se concentró en el sector público, mientras que la de la inversión en el privado.

El déficit público es algebraicamente un componente que contribuye al déficit agregado de la economía, si bien no se sigue que una variación en el resultado fiscal se vaya a reflejar uno a uno en el de la cuenta corriente, porque los movimientos en el ahorro/inversión privados pueden según el caso amortiguar o amplificar el efecto. En los hechos, se encuentran instancias de variaciones en sentido inverso del resultado fiscal y el externo, como ocurrió en la Argentina a comienzos de los años noventa.

Turbulencia. En la actualidad, las condiciones del crédito se han endurecido notoriamente para el país en su conjunto y para el Gobierno en particular. La perturbación financiera forzó un salto del tipo de cambio en un contexto de incertidumbre, y puso en cuestión la posibilidad de sostener déficits externos y fiscales como los registrados en los últimos años. La corrección de las cuentas externas depende de que se vaya revirtiendo el desbalance en el comercio de bienes y servicios. A su vez, ese efecto puede resultar de una reducción de la demanda interna de bienes transables y/o de un incremento de la oferta local de esos bienes. Un ajuste fiscal operaría sobre la balanza comercial principalmente a través de su influencia sobre el gasto agregado, y sus repercusiones sobre la absorción interna, particularmente la de bienes importables. En la economía argentina, las importaciones son principalmente complementos de la producción nacional. El efecto de una política fiscal más estricta sobre las cuentas externas se asociaría entonces con la respuesta de los flujos de comercio ante una disminución de la demanda y la actividad interna. Más allá de las probables repercusiones a corto plazo sobre la balanza comercial de la reversión del impacto de la sequía sobre la producción agrícola y las potenciales respuestas del comercio exterior a una suba del tipo real de cambio, la búsqueda de formas no contractivas de reforzar la oferta de exportaciones sigue siendo un desafío especialmente saliente para poder ir conformando una tendencia de crecimiento. En el camino, se estará frente a una no trivial transición macroeconómica.

**Economista. Profesor de la UBA, U. de La Plata y de San Andrés.

por Daniel Heymann*

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