El embajador de Dinamarca en Buenos Aires, Soren Vohtz, explicó en un reciente seminario de negocios que compartió con sus colegas de Noruega, Finlandia y Suecia, los detalles del modelo de desarrollo nórdico, que pueden resultar útiles para repensar la economía argentina.
Vohtz demostraba con claridad que, además del Estado de Bienestar, fue clave para su región el crecimiento del sector privado, pero orientado de un modo particular y planificado. Allí el Estado se ocupó de fomentar que las empresas incorporaran y desarrollaran nuevas tecnologías.
El embajador recordó que, al principio, los empresarios no estaban muy de acuerdo con impulsar ciertos sectores. Pero terminaron aceptándolo bajo la presión estatal, y finalmente todos estos países terminaron beneficiándose de esta estrategia productiva.
Es interesante, en este momento en que aparecen voces de economistas liberales quejándose de la intromisión del Estado en la planificación del desarrollo, repasar la experiencia nórdica. También sirve el ejemplo de Corea del Sur, que muchas veces ha sido citado por Matías Kulfas, uno de los economistas más importantes en el equipo de Alberto Fernández: allí también el Estado fue clave para decidir en qué sectores tecnológicos debía desarrollarse el país, causando al principio el disgusto de algunos empresarios, aunque finalmente terminaron capitalizando ese rumbo.
Ahora que la coyuntura y las urgencias priman, también toca definir un nuevo rumbo económico, para evitar caer en la fórmula de siempre, que consiste en echar mano a los recursos naturales y/o reflotar la industria tradicional enfocada en el consumo interno. Siempre queda relegada la idea de impulsar en serio los sectores de alta tecnología orientados a la exportación. Con el cambio de gobierno, se abre una nueva oportunidad de discutir estas opciones.
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