Cuando se estrenó, en 1947, esta pieza provocó una clase de revuelo que va más allá del escándalo coyuntural. Genet se inspiró en un caso real ocurrido en 1933: las hermanas Papin (28 y 22 años), después de años de impecable labor como mucamas, enloquecieron un día cuando una plancha en cortocircuito dejó la casa sin luz. Por miedo a la reprimenda de su patrona, que jamás les había dirigido la palabra, asesinaron a la señora y a su hija de la manera más cruenta y abominable que registran los anales del crimen en Francia. Muchas mujeres, a partir de ese hecho, revisaron la manera en que trataban a sus criadas.
Jean Genet, un hombre proveniente de la más rancia marginalidad, compuso una obra explosiva en todo sentido, en el manejo desbordado del lenguaje, y en el caudal de violencia contenida detrás de los juegos de las dos muchachas en ausencia de la señora. Ciro Zorzoli pone la casa en el centro de la escena, pero no ocupa todo el espacio. Como es su estilo, indaga en las entrañas del teatro, lo que está detrás, lo que no se ve. Y él lo muestra. A los costados de la casa sigue el escenario crudo; sonidistas y utileros hacen su trabajo a la vista del público sin temor a romper la magia.
Dentro de la escena está Clara (Victoria Almeida) que elige con languidez cuál de sus preciosos vestidos va a ponerse esa noche, como si fuera la Señora. Y Solange (Paola Barrientos) la asiste en la ceremonia como si fuera su hermana Clara. En estos intercambios, que tocan extremos de virulencia verbal y física, las dos hermanas se hunden en un abismo de impotencia y furia entre ellas mismas y contra la Señora, por una historia de injusticias vieja como el mundo.
Cuando aparece Marilú Marini como la Señora, la escena se electrifica. Su pétreo desdén, su grandilocuencia, los trajes, las pelucas, las plumas y las pieles que ostenta y regala y luego escamotea, reproducen la parodia de sus criadas y alimentan el odio que va a terminar con un crimen paradójico. Marilú Marini hizo este papel recientemente en París, donde radica desde 1975, y había representado a Solange en una versión anterior de Alfredo Arias. Victoria Almeida (“El trompo metálico”, “En el cuarto de al lado”) y Paola Barrientos (“Estado de ira”, “Un tranvía llamado deseo”) completan un elenco de alta gama.
Ciro Zorzoli se anima a desestructurar los esquemas clásicos de la escena y no le teme a la dosis de humor que le aporta su peculiar mirada intimista. La obra no ha perdido ni un ápice de vigencia. Y Genet, un hombre que transitó la cárcel, la humillación y el delito, sigue perturbando con su discurso descarnado, que no apoya a víctimas ni victimarios, y solo presenta los hechos para que el público los digiera como pueda.
por Cecilia Absatz
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