Es un mutante. Un señor con vocación de cambio que se ha probado distintos trajes a lo largo del recorrido, pese a que el de los últimos tiempos se haya cristalizado: Aníbal Pachano no fue siempre ese indescifrable, de galera, bigotes en ele, tacos y militante de la polémica. Está a punto de estrenar “Family”, su nuevo music hall con el que hará temporada en Villa Carlos Paz acompañado por Iliana Calabró y Virginia Gallardo (cartel del que, a último momento, se bajó Vicky Xipolitakis). Además acaba de cerrar el capítulo “Divain”, la obra que montó este año y en la que repasó su historia como quien quiere romper el corset y desplegarse. En el proceso de metamorfosis, la pasó bastante mal y quedó a un paso de la quiebra. “A mí lo que más me gusta de las personas es su capacidad de cambio”, reivindica. También hay constantes. Como la discriminación que sintió desde su infancia, cuando flaco y petiso, lo tildaban de “tuberculoso”.
Noticias: Desde chico tuvo que adaptarse a reiteradas mudanzas…
Aníbal Pachano: ¡Es verdad! Nací en Tostado, Santa Fe, pero tuve muchas mudanzas y, en cada una, era como una mutación. Había que mutar el colegio, la gente, el contexto, la casa.
Noticias: Pero en todos encontraba algo que se repetía, porque el “Pachano, agarrámela con la mano” lo persiguió a lo largo de la vida.
Pachano: ¡Sí! Eterno, eso fue en el secundario. En el primario venía más de gente del barrio. Lo de “agarrámela con la mano” fue muy gracioso porque, tanto me lo decían, que un compañero me dio la idea de pegarles con la tabla del pupitre. Creo que marqué un precedente cuando se las di por la espalda (risas). Encontré una forma de defenderme físicamente que yo no tenía, porque no soy un tipo que pueda pegarle una trompada a nadie.
Noticias: Pero tiene la fuerza de la palabra.
Pachano: Sí, porque soy pensante e intelectual y analizo el porqué.
Noticias: Volvamos a las mutaciones.
Pachano: La mutación más grave (se corrige), digo más “grande,” fue…
El fallido está cargado de sentido: de tener el pelo largo y rubio hasta los 13 años, pasó al castaño enrulado. “Cuando llegué a Buenos Aires, me enrulé y creo que me enrulé en la bronca de que mi viejo había perdido todo y habíamos quedado en la calle y teníamos que laburar”, reconoce. Su padre era odontólogo y político. Cuando Pachano dice “perdió” utiliza el verbo indicado porque gran parte del patrimonio se fue por la adicción paterna al juego. A los 18, trabajaba como cadete en una empresa ganadera y tenía un amigo que estaba por empezar Arquitectura. Él y otros dos arquitectos lo incentivaron para que estudiara esa carrera. “Cuando llegué a la universidad, ya estaba cerrada la inscripción. Entonces, pedí hablar con el decano. A los 15 minutos estaba sentado con él”, relata. A fuerza de labia, logró que le habilitaran una vacante a contramano del calendario. Después, tuvo que vencer los prejuicios de unas tías que le decían que no podría hacer una carrera así de cara. “Bastó que me dijeran que no iba a poder para que yo diga: “voy a poder”.
Noticias: Un imparable.
Pachano: Imparable. Ahí me di cuenta de que siempre iba a lograr lo que quisiera, por necesidad o por gusto. Era como que siempre tenía que vencer barreras. Como cuando conseguí el trabajo en la empresa ganadera porque me senté con el tipo y le dije: “No tengo para comer, tengo que bancar a mi familia, dame trabajo, te puedo asegurar que voy a hacerlo bien”.
Noticias: ¿Así consiguió el puesto?
Pachano: Sí, fui a última hora, la última persona que entrevistó.
Noticias: Flaco y petiso, pero también muy poderoso.
Pachano: Yo tengo huevos que no tiene nadie. Eso es lo que me parece que me pasó de chico, como cuando en el velorio de mi abuelo, unos tíos hablaban mal de mi mamá… Los enfrenté y les dije de todo, yo era muy chiquito. Siempre fui un defensor familiar.
La historia familiar lo marcó en sus emociones, todavía más profundo que en sus genes. Es un convencido de que eso determinó el modo en el que se paró, y avanzó, en la vida: Si a su madre la criticaban, era porque ella se había ido del pueblo sin casarse, con un hombre mucho mayor, que ya había tenido dos matrimonios y contaba con varios hijos en su haber. Literalmente, la pareja saltó un tapial de la casa de Santiago del Estero donde vivía ella y se subió al tren sin más destino que darle rienda a su romance. Bajaron en Tostado y allí nacieron Aníbal y sus hermanas. “Era como que para todos nosotros siempre iba a ser así, siempre iba a haber que saltar tapiales para lograr un objetivo. Y siempre iba a salir bien, primero te daba vértigo pero después sentías que eras un ganador”, resume. Aceleremos la historia: tras convencer al decano y porfiarle a sus tías, Pachano se recibió de arquitecto en el `80. Pero, en paralelo a la universidad, había empezado a trabajar en los mejores estudios de arquitectura porteños. Era documentista de obra, le pagaban fortunas porque dibujaba rápido y había aprendido una técnica. Dormía muy pocas horas al día, pero a los 21 años ya manejaba a sesenta arquitectos y armaba documentaciones de obra. Después de todo, saltar tapiales, traía la garantía de éxito. “En el `77, salí en una revista de arquitectura con una foto muy emblemática para mí: detrás mío hay una luz, como si fuera una estrella. Yo he tenido una estrella protectora, siempre me sentí tocado por una varita”.
Noticias: A pesar de la protección, a cada paso se topa con grandes enemigos circunstanciales.
Pachano: Porque nací en un matrimonio muy emblemático: un papá muy hermoso, una mamá superdistinguida, hicieron de nosotros sus tres muñecos… Creo que siempre fuimos distintos: mis hermanas, unas muñecas; yo un peluche, me bañaban tres veces por día y en cada baño había una producción de ropa. Nunca fui muy normal, eso te marca y mucha gente envidia esa situación.
Al arquitecto exitoso y enrulado, de repente le agarró una conjuntivitis feroz que él interpretó como una señal para encarar una nueva mutación. Empezaba su transformación para ser un artista: “Esa conjuntivitis me hizo entender que había algo que yo no quería ver, que me había hartado de la arquitectura. Y me había hartado porque, por plata, estaba haciendo un trabajo con un señor que maltrataba mucho a su mujer, un déspota”, dice. Para entonces, ya había vivido un viaje iniciático a los Estados Unidos, había conocido al emblemático transformista Divine, se había fascinado con una Nueva York explotada de modernidad y también había advertido las consecuencias del VIH caminando las calles de San Francisco. Ya no estaba para déspotas.
A los 28 años se enamoró de la bailarina Ana Sans y pegó el salto para subirse al escenario. Se le animó al Tap y terminaron entrando a Michelangelo. “En ese momento, también sentí que estábamos protegidos por una varita. Otra vez a saltar el tapial”. Los siguientes paredones fueron en el `88, cuando crearon la compañía Botton Tap, y en el `96, cuando se divorció y empezó a trabajar solo. De nuevo con problemas económicos, más un diagnóstico de VIH, Pachano convivió con una depresión encubierta. “Hasta que me rescata Fernando Soler, de “Señor tango” y me da trabajo, porque supo que había tenido problemas con “Tango”, y que había perdido una casa y me tenía que mudar a un departamento mucho más chico. Ahí armé “Smoke” y empezó el cambio, la galera, el duendecito, el bigote”.
Noticias: ¿Fue cuando inventó el personaje?
Pachano: Ahí lo inventé, sin darme cuenta. Nunca había usado un taco. Ahí empiezo a hacer el cambio masculino femenino.
Noticias: ¿Ya con el diagnóstico de VIH?
Pachano: Sí, ya hacía un año. Me medicaron por primera vez y me broté hasta la cintura… Pensá que yo tenía todo el torso desnudo en “Smoke”…
Noticias: A los 54 años le llegó la popularidad cuando se sentó como jurado en “ShowMatch”. ¿Quedó poseído por el duende y por la magnificencia de la pantalla?
Pachano: Yo nunca cambié, no me creí nada de lo que me pasó. Saludaba con teatro lleno, miraba y decía: “Qué es todo esto que me está pasando, en esta inmensa popularidad pero en una profunda soledad”. Me pregunté si me iba a creer que era este payaso (se conmueve).
Noticias: Y lo emociona.
Pachano: Obvio, porque es así. “Divain” es el quiebre.
Noticias: Viene de un tiempo de mucha soledad, ¿no?
Pachano: La soledad más profunda fue la del año pasado y el anterior. Cuando, después de un verano en Carlos Paz con “Smile”, logro tener más estabilidad económica pero me veo horrible… como si me hubiera comprado la cámara, era el enganche en la contestación y la pelea, hacía cuanta pavada se me ocurría. Ahí dije: “No, no es por acá”.
Noticias: ¿Ese desbande era genuino o una estrategia para ganar rating?
Pachano: Ni siquiera pensaba en el rating. La cámara hace que te creas el todopoderoso. Ahí es como que caigo, me retiro y tengo casi dos años sabáticos.
Noticias: ¿Cómo vivió ese intervalo?
Pachano: Me di cuenta de todas las macanas que había hecho y de las consecuencias. Ser demasiado confiado hizo que me cagaran en un negocio, la gente que tenía alrededor no hacía bien las cosas. Ahí empecé a meterme adentro de la cápsula. Me mudé a este departamento y sentí que esta casa me cobijaba. Acá la cabeza se me expandió pero me guardé entre cuatro paredes, me puse fóbico y me di cuenta de todo lo malo que me había pasado. Que hubo quienes casi me hacen perder mis bienes, que mal administraban. Me empecé a despojar de la gente negativa y fui solucionando paulatinamente, durante dos años, muchos quilombos que nadie supo ni se imaginó que yo pudiera tener. Después, en un viaje en micro a Mendoza, escribí el primer monólogo de lo que sería “Divain”, contando toda esta historia. Así empezó el espectáculo.
Noticias: ¿Habrá sido una forma de zafar del duende y recorrer su vida para volver a saber quién es?
Pachano: Sí, de volver a la fuente. Ya demostré quién soy. Lo mío es distinto, no es mejor, es distinto. Desde que nací soy distinto, Pachano es distinto…
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por Valeria García Testa
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