El plan es este: que una película te tome por asalto, de improviso. Donde no te lo esperás: saliendo del chino con las compras del día o cruzando Gurruchaga para tomarte el subte D en Plaza Italia. Que uno no vaya hasta la película, compre sus entradas, esté dos horas sentado, sino que esta te intercepte. Te interrumpa. Sacar al cine del cine. Romper con los modos tradicionales de distribución: ni industrial ni alternativo, algo nuevo. El plan viene de la cabeza del director y guionista Marianao Llinás (“Historias extraordinarias” y “Balnearios”), quien se asoció al grupo Mondongo para llevarlo a la práctica. Durante dos meses, a partir del 21 de septiembre y cada tarde cuando baja el sol, se proyecta en la vidriera de los Mondongo (Gurruchaga 2467, Palermo) una película de Llinás y de Agustín Mendilaharzu, “Transiberiano”. La misma, todos los días. En “loop” durante ocho horas seguidas.
El plan forma parte de un plan más grande, bastante romántico y ambicioso, al que Llinás bautizó “Neo-Muralismo”. “No quiero renunciar al cine cuando hago este tipo de cosas. Simplemente pienso nuevos caminos para el cine”, explica. Para el director, los cambios que ocurrieron en los últimos años en cuanto a producción –tecnología más barata y masiva, la posibilidad de hacer una película con sólo cinco personas– no tuvieron un correlato en la distribución. Todavía, dice, se sigue encerrando a los filmes en una sala de proyección mientras en la ciudad se multiplican las pantallas de leds, donde las imágenes pueden verse en la calle y a plena luz del día. “Las grandes pantallas hoy están ocupadas por propaganda: Macri, Scioli y Coca-Cola. Y las películas se ven en un shopping o en un celular”. Llinás quiere ganar para el cine estas pantallas, para algo que tenga que ver “con la transformación de la vida y no con su limitación y esclavitud”. “El proyecto Neo-Muralismo –escribió Llinás en una suerte de manifiesto– se propone arrebatarle sus pantallas a este diablo gritón y altanero y reclamarlas para las imágenes libres, para el ejercicio de la poesía y de la belleza”.
Como hitchcok. Alrededor de este concepto se armó un grupo –la Sociedad neo-muralista– que planea películas y se reúne para repensar el cine, anclándose en sus comienzos: la figura que los inspira es Lumiere. Quieren liberarse del corset del argumento y producir un nuevo tipo de imágenes cinematográficas, sin caer en el snobismo o “la banalidad del VJ (videojockey)”.
La primera película neo-muralista de Llinás fue el “El Río”, que exhibió en la galería Ruth Benzacar en 2013. “La pensé especialmente para una exhibición no teatral, fuera de la sala, donde el espectador puede aparecer, ver un fragmento, irse, no seguir una linealidad ni un argumento. El Río fue un filme largo, cuatro horas de imágenes del río Paraná, con varios planos largos que duran 10 o 15 minutos. Así dicho puede sonar a un plomazo o a algo snob. Pero no quiero predisponer al tedio. Quiero lograr que el espectador vea las imágenes con la misma intensidad con que ve un buen filme de Hitchcock”.
Para su segundo proyecto, Llinás usó un gran travelling que hizo durante un viaje en tren en la estepa siberiana. Del río a las enormes y gélidas llanuras rusas. “Habíamos viajado por otra película. Pero de ese travelling usaríamos sólo tres minutos, no más. ¿Qué hacer con el resto del material? Me pareció que era visualmente rico e interesante, así que lo usé”, cuenta. “En plena primavera porteña el espectador que pase por la calle Gurruchaga podrá transportarse a la estepa siberiana”, agrega Manuel Mendanha, una de las dos cabezas –junto a Juliana Laffite– de Mondongo, que en marzo de este año inauguró en Palermo la Vidriera Mondongo, “un canal directo entre las ideas del grupo y el público”. Y también un espacio para exponer la obra de otros artistas. Ahora Llinás, pero antes José Fogwill (hijo del escritor) con la performance “No soy tan joven para saberlo todo” o Roberto Jacoby y Alejandro Ros con “Papelón”, una especie de pelotero para adultos que invitaba a vecinos y a paseantes a sumergirse entre bollos de papel. ¿Cómo resistirse? Fue un éxito.
En estas experiencias previas funcionó el boca a boca y hasta hubo ocasiones en que la policía tuvo que cortar la calle por la cantidad de público que se juntó en la vereda. Llinás no quiere depositar tanta expectativa en la emisión de “Transiberiano”. “Puede que funcione o puede que no venga nadie. No importa. Me parece que lo interesante es probar y seguir buscando nuevos caminos para el cine”.
por Cecilia Boullosa
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