Cuatro de cada diez mujeres que sufren violencia de género son de clase alta. Pero sólo el 5% se anima a hacer la denuncia. Esta cifra se desprende de un estudio realizado por el “Instituto de Políticas de Género Wanda Taddei”. Lo más llamativo es que desde el asesinato de Claudia Schaefer por parte de su marido Fernando Farré, creció un 50% las consultas por violencia por parte de mujeres de altos estratos.
Aquel trágico viernes 21 de agosto en el Martindale de Pilar, marcó un antes y un después para las mujeres víctimas de violencia de género dentro de los countries. Es que según el abogado Julio Torrada, titular del Instituto Wanda Taddei, y querellante en la causa contra Farré, la muerte de Claudia despertó un alarma en las mujeres de la clase alta, que atraviesan por la misma situación de hostigamiento por parte de sus parejas. Según afirma Torrada, aumentó la búsqueda de información y el pedido de ayuda. Las consultas provienen de countries de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. “Claudia tocó tan de cerca que comenzaron a tomar recaudos. Fue un detonante para que muchas mujeres intenten salir del círculo de violencia”, asegura el abogado.
Incluso desde el mismo Martindale contactaron a Torrada: “temían que la amenaza estuviera presente. Me contaban que al estar conviviendo con sus parejas, querían saber qué hacer para no terminar como Claudia, y cómo no perder los bienes”.
La particularidad de la violencia dentro de este universo vip es que se trata de un microcosmos cerrado, reducido, donde la mayoría se conoce, y hay una especial importancia por mantener una imagen respetable. Pero además, el principal inconveniente con el que se topan las mujeres a la hora de decidir hacer la denuncia es el factor económico.
“Esta casa la compramos con mi trabajo y dinero de mi familia, ahora su mamá se quiere separar y romper la familia”. Esta fue una de las frases que Farré le habría dicho a sus hijos según Schaefer denunció ante la Oficina de Violencia Doméstica (OVD), y que sirve de ejemplo para explicar el mecanismo de convencimiento que ejerce el hombre violento. En el imaginario de la mujer, depender del dinero de su marido, y pertenecer a una clase donde él es socialmente relevante, las atemoriza con la idea de que la represalia será peor, y perderán sus bienes.
En palabras de la psiquiatra y perito de la Justicia porteña Blanca Huggelmann, “el hombre de clase alta tiene mayor empoderamiento. La mujer por lo general se encarga de la casa. No se dividen tareas como en la clase media. Entonces no tiene salida económica”. En la misma línea opina Torrada: “el problema es que su marido es importante, y les da vergüenza decir que ese tipo de persona les pega. Éste suele tener el dinero capitalizado. No la deja manejarlo. El violento la amenaza con quedarse con los bienes. Es una manera de acorralarla, porque ella no tiene nada”.
Otro escollo con el que se encuentran, a diferencia de otros ámbitos, es el círculo de silencio entre sus pares, amigos y vecinos dentro del country. Huggelmann explica que por lo general, a la mujer que vive en un barrio cerrado “nadie le pregunta. La visibilidad es mítica. Es muy raro que se piense que a la que está al lado la están golpeando. Se cree que la violencia de género es de gente pobre, y se calla con tal de mantener el poderío”.
Por tal motivo, los especialistas explican que el asesinato de Schaefer logró romper ese círculo de silencio y comenzar a hacer visible la problemática de la violencia de género dentro de los estratos más alto y, como consecuencia, a denunciar más que nunca.“Una vez que se rompe el secreto, ven lo que les puede pasar, y la mujer de clase alta se siente identificada con Claudia”, dice Huggelmann.
La periodista Marina Abiuso, del colectivo “Ni Una Menos”, coincide en que el caso de Schaefer sirvió para que las mujeres hablaran del tema: “El caso de Claudia generó una alarma. La gente empatizó con ella. Las hizo darse cuenta de que la violencia está en todos lados”.
Aún así, las mujeres de clase alta aún siguen siendo una minoría con un sólo 5% de denuncias que llegan a la Justicia.
Más muertes. Al menos una mujer cada 24 horas es víctima de femicidio, según datos del Instituto de Políticas de Género Wanda Taddei. Hasta hace un mes, la cifra era de un femicidio cada 30 horas, pero los hechos de la semana del 6 al 13 de octubre, en la que fueron asesinadas 10 mujeres, dejó en evidencia el incremento de estos crímenes.
Entre ellos, uno de los casos más resonantes fue el de Julieta Mena, de 23 años, que murió por los golpes que le habría propinado su novio y único acusado del crimen, Andres Marcos Mansilla, de 33 años. Según Julio Torrada, abogado de la familia de Mena, el embarazo de Julieta habría sido la razón que precipitó el descenlace. A cuatro meses de la marcha “Ni Una Menos”, las organizaciones civiles reconocen una mayor visibilidad del tema de la violencia de género, pero denuncian la falta de puesta en ejecución del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las mujeres.
El lunes 12 de octubre, en Mar del Plata, se dio el cierre del 30º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) con una multitudinaria marcha de 60.000 personas que pedían declarar la emergencia nacional. Habrá una nueva movilización el 25 de noviembre.
Mientras tanto, 55 mujeres de más de 14 años denuncian cada día ser víctimas de violencia de género. En los últimos 7 años, 1.808 mujeres fueron asesinadas, y unos 2.196 chicos perdieron a su madre por esta causa. En 9 de cada 10 casos, el agresor fue la pareja o ex pareja de la víctima.
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