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POLíTICA | 11-06-2016 06:37

Aranguren: el ministro Tarifazo se arrepiente de sus exabruptos

Es el más testarudo del gabinete y choca con el ala política. Esta semana fue cuestionado por incompatibilidad de intereses. Lamenta afectar la imagen de Macri.

Un legado. Para el país, para el Gobierno, para los argentinos, para su familia y, también, para él mismo. Un nuevo y último desafío que lo haría entrar en los libros de Historia, el salto al otro lado del mostrador, ese que amenazaba dar desde hace una década cuando en solitario se le plantaba al otrora poderosísimo matrimonio Kirchner. Sabía que iba a ser difícil, y para eso se propuso, por sobre todas las otras, la promesa de no traicionarse jamás a sí mismo y a sus principios. La testarudez que lo caracteriza la conoció Mauricio Macri apenas invitó al entonces CEO de Shell a sumarse al Gobierno que aspiraba liderar. “Mirá que las acciones de la empresa son mías, no las voy a vender”, le puso como única condición al candidato del PRO y le advirtió por dónde venía la mano: Juan José Aranguren dice siempre lo que piensa. Muchas veces, más de lo que al Gobierno le gustaría.

En el partido todos entendían que sumar a alguien como Aranguren era una apuesta arriesgada. A pesar de que, en los casi cuarenta años que pasó en Shell -donde escaló de cadete a CEO-, demostró ser alguien de inteligencia y capacidad notable, nadie desconocía la falta de experiencia política del hoy ministro de Energía. Pero más de uno se sorprendió ante la poca cintura de la que Aranguren hizo gala en varias ocasiones: cuando dijo que los cortes de luz programados eran “lo que hay”, en referencia a la complicada situación energética del país, o la vez que aseguró que si “el conductor piensa que la nafta está demasiado cara, la dejará de comprar”, luego de los aumentos. Algunos, incluso, se enojaron. Los cortocircuitos entre el ala política del Gobierno, en especial el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el encargado del ajuste más duro que hubo hasta ahora no fueron menores. Incluso hubo rumores, que luego fueron desmentidos, de renuncia. “Yo no amago: si me tengo que ir, me voy”, lanzó el ministro, fiel a su estilo. Pero sabe que sus comentarios hicieron ruido y asume la culpa.

Cambiemos. No fue sencilla la adaptación para Aranguren. Desde que se peleó fuerte con los Kirchner en el 2005 por su intención de aumentar los valores de la nafta, el CEO de Shell empezó a construir una carrera política que nadie, ni siquiera él, se hubiera imaginado. “Antes de los cruces con el anterior gobierno, Aranguren era un jugador de mitad de tabla en el mundo petrolero”, dice un empresario del sector. Los que conocen a “Juanjo” -todos sus colaboradores lo llaman así- aseguran que no hubo premeditación ni estrategia en la escalada de conflictos con Guillermo Moreno (ver recuadro) y con Néstor que lo llevó, en gran medida, a ocupar el cargo que hoy tiene: cuando se convence de algo, es imposible lograr que Aranguren cambie de opinión. Tanta confianza se tiene que, cuando Macri le dio a elegir entre YPF y el Ministerio de Energía, Aranguren no lo dudó y eligió el hierro más caliente. Su determinación fue inamovible hasta los primeros días de junio, en los que tuvo que recular en su plan energético y anunció que se le pondría un techo de 400% a los aumentos de gas para las residencias y 500% para los comercios. La medida, una victoria del sector del Gobierno que más en contacto está con los gobernadores e intendentes que sufren el tarifazo, se entendió como un virtual tirón de orejas al ministro, aunque luego el Presidente salió a defenderlo.

“No fue un error, es parte de un aprendizaje”, dicen desde el entorno de Aranguren, y destacan que el ex CEO de Shell está entendiendo que a veces la política pesa más que las estrategias que se piensan con la calculadora en mano. Todo este tira y afloje es nuevo para él, alguien que venía de un mundo muy profesional y estructurado: en su silencioso mea culpa sufre horrores, cuentan sus íntimos, cuando ve lo mal que le repercute al Gobierno, y en especial al Presidente, sus últimas metidas de pata. Su peor semana desde que asumió, donde oscilaba entre la  bronca y la tristeza, fue luego de sus polémicas declaraciones sobre la  nafta.

Lo mío es mío. Uno de los focos de los problemas era algo que él ya le había advertido al mismo Macri: su fuerte vinculación con la empresa que lo vio crecer. Su participación en Shell, que según su última declaración jurada asciende a más de $ 16 millones en acciones, lo pone al borde del delito de la incompatibilidad. Incluso fue denunciado por los diputados kirchneristas Martín Doñate y Rodolfo Tailhade, e imputado por el fiscal Carlos Stornelli. De acuerdo a la acusación, Aranguren habría beneficiado directamente a su ex empresa y a sí mismo, mediante el aumento de la tarifa del gas y por la decisión de comprar este elemento a Chile -que a su vez lo compra a una empresa de la que Shell es accionaria- y no a Bolivia, como se venía haciendo desde hace años. “Está movido por un interés personal”, dice Tailhade.

Desde el ministerio niegan cualquier conveniencia. Aseguran que ahora el gas se importa desde Chile porque Bolivia entró en crisis como abastecedora, y que cualquier contacto directo entre la cartera y Shell se haría a través de los subalternos de Aranguren, quien se negó a vender algo que siente que se ganó y que le gustaría dejar como herencia. El ministro, como siempre, está seguro de lo que hace.

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