—La verdad que es un placer pertenecer a este equipo. Fue un año inolvidable, los quiero mucho, vamos por más.
—Sigamos con la alegría de siempre. Estoy realmente emocionado y feliz. Gracias por estar...
—Quiero brindar por el equipo y especialmente por Marcos que nos motiva a ser cada día mejores.
(Texto capturado del Iphone de uno de los principales integrantes del gobierno nacional en mi poder y a disposición de los incrédulos).
Los celulares de los ministros estuvieron al rojo vivo el último día del 2016. Hubo competencia creativa e idiomática por acariciar las pupilas y el oído del administrador del grupo de WhatsApp del gobierno macrista, el jefe de Gabinete Marcos Peña.
Leí entero el ida y vuelta de saludos: una perfecta idealización de la realidad. Colegas de ruta que se sienten viviendo en el edén que ellos mismos ayudaron a construir… Una verdadera secta de la felicidad.
Ese es el clima dentro del gabinete desde que el Presidente decidió desplazar al más díscolo de ese tipo de prácticas, Alfonso Prat-Gay.
También hubo silencios. Y no faltaron los memes y las humoradas en el grupo de WhatsApp paralelo de cuya existencia @marquitospena se está enterando en este preciso instante junto con ustedes.
Porque Cambiemos, al decir de uno de sus principales gestores, “es una diversidad cultural y política que hasta ahora se mantuvo unida por urgencias parlamentarias y de gobierno” y que en su completud está lejos, muy lejos, de esa pincelada de optimismo voluntarista de Año Nuevo.
Por debajo de los deseos de Mauricio Macri (Peña es el espejo en el que el Presidente se ve más lindo, así que hablar de Peña es hablar de él) se está gestando en la alianza de gobierno el post macrismo: todos apuestan a la victoria pero hay quienes desde la política más pragmática saben que siempre hay que tener Plan B.
Los dos grupos, cual celestes y rojos punzó en la era menemista, compiten por poder. Un poder que hoy está concentrado pero que el devenir de la política inexorablemente va a terminar repartiendo más equitativamente. Las diferencias entre ambos sectores son profundas. Tanto que tienen una lectura casi antagónica sobre el origen y el futuro.
Para los Peña Boys, Macri llegó por timbreos y redes sociales. Para los post macristas el triunfo de Cambiemos “es el producto de una carterita (la de Carrió el día que desunió UNEN) y de Gualeguaychú (Sanz en la convención radical)”.
Para los cultores de la felicidad hay que llegar alineados y ordenados a las elecciones, mostrar unidad para demostrar fortaleza y repartir globos todos juntos, obviamente. Para los que piensan el futuro sin Macri hay que ir a las PASO con listas distintas no sólo en las provincias donde perdieron sino en los cinco distritos que gobiernan incluyendo Buenos Aires y Capital Federal.
El gran tema es que o bien Macri va a tener que dejarse condicionar en la confección de listas para calmar los reclamos de sus aliados, o abrazar la confrontación interna para evitar caer en el mismo error que su antecesora, CFK. Las conversaciones, reuniones y whatsappeos ya empezaron. En la mesa están Ernesto Sanz y Elisa Carrió junto a Emilio Monzó, Gerardo Morales, Facundo Manes y Martín Lousteau. “Para hacer una transformación necesitás poder y el poder se construye con política, no con redes sociales. Nosotros vamos a hacer política”, braman al unísono.
El dolor de cabeza ya está planteado. Lilita va a Buenos Aires y no quiere compartir boleta con Jorge Macri, tampoco quiere ser senadora. Y Lousteau sigue vacilando pero está más dispuesto a jugar que a quedarse en Washington. Le susurran al oído muchas propuestas, incluso la que pretende que vaya en una colectora como candidato a legislador porteño…
El verano político, como verán, está que arde.
por Nancy Pazos
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