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COSTUMBRES | 23-03-2017 00:00

Filosofía de vida: ¿Qué es “hygge”?

Una nueva fórmula de la felicidad hace furor en el mundo. Nacida en Dinamarca, propone disfrutar de las cosas simples. ¿Es sólo una moda pasajera?

En un mundo fogoneado por las redes sociales y la tecnología, todos somos potenciales dioses: omnipotentes, omniscientes y omnipresentes. O eso creemos. Porque aun así, solemos quedar lejos de la felicidad. La fórmula para la plenitud sigue siendo un misterio. Por eso cada tanto aparecen recetarios de cómo volver a habitar el Edén. El “Hygge” (su fonética es "jike") es un concepto danés que viene resonando en Europa con la promesa de convertirse en la llave que abra el cofre. Trae el aval de haber nacido de las entrañas del país que encabeza el último ranking de naciones felices confeccionado por ONU. Qué es y porqué hay millones de interesados en saberlo.

El secreto

Hygge tuvo en el último año un promedio mensual de 74 mil búsquedas en internet como “keywords” (palabra clave). El dato más relevante es su crecimiento exponencial: de acuerdo al sitio KW Finder, desde octubre de 2016 a enero de 2017, los interesados pasaron de 12 mil a 260 mil mensuales. Probablemente sea un rebote del libro aparecido en noviembre del año pasado, “Hygge, la receta de la felicidad. Cómo disfrutar más con lo que ya tenemos”, escrito por la actriz danesa Marie Tourell Soderberg. El corazón del método está definido como un modo de buscar la dicha en las pequeñas cosas cotidianas. “Para muchos daneses, el hygge es una meta, una especie de brújula que nos conduce hacia los pequeños momentos que no se compran con dinero, descubriendo la magia en la normalidad”, dice Tourell Soderberg. La traducción no es lineal. Supone una atmósfera que se describe con sustantivos positivos: tranquilidad, confort, abrigo, recogimiento, comunión con los otros. Si bien forma parte del carácter nacional danés, su esencia es universal. “El hygge es para cualquiera, en cualquier sitio”, promete Tourell Soderberg.

La revolución interna

El hygge ha recibido críticas de la derecha –acusándolo de ser una barrera contra la ambición, la intensidad y el crecimiento- y de la izquierda –que lo condena por alienante, introvertido y temeroso de cualquier cultura que no sea la escandinava. La realidad es que muchos de los países europeos que miran con entusiasmo este método, como España o Gran Bretaña, vienen atravesando conflictos sociales, económicos y políticos y miles de inmigrantes buscan allí un destino donde seguir (sobre)viviendo. “Es un intento de interrupción a la vorágine. Claro que algo como esto apunta a un grupo social determinado y además implica cierta idealización, como si abrir el corazón y hablar con otro asegurara un entendimiento y fuese para bien. No en todos los casos eso es así”, opina Ricardo Coler, escritor y director de la revista cultural Lamujerdemivida. Y va más lejos: “La búsqueda de la felicidad es una tontería. La felicidad, como concepto, es cerrar los ojos a lo que te rodea, esa es la única manera de sentirte feliz”.

Para Francesc Núñez, sociólogo de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), en un mundo que hace agua, esta es una forma de meter la cabeza bajo tierra, como el avestruz. “Si tiene buena acogida, es porque está en el aire, es como el hambre y las ganas de comer, una llama a la otra. Va dirigido a una clase media alta acomodada que ya lo tiene todo y es un mensaje de 'ahora que lo conseguiste, aprendé a disfrutar de la vida'. Está en línea con una búsqueda de bienestar personal, acorde a los tiempos de la modernidad, en la que parece que todo depende de ti y las condiciones sistémicas se resuelven biográficamente, cada uno con su recetilla, sin necesidad de los otros”, le dice a NOTICIAS desde el otro lado del Atlántico. Núñez sostiene que a lo largo de la historia el hombre ha buscado la felicidad pero que no siempre lo ha hecho del mismo modo. “A diferencia del epicureísmo, que surge en la decadencia del proyecto griego e intenta una salvación individual pero satisfaciéndose con el placer de los otros, ésta es una propuesta netamente hedonista no moral que busca el placer en la acción personal y para el propio bienestar. Si muestras las imágenes con las que se vende el hygge –hogares encendidos, velas, comida servida, muebles de madera- en un campo de refugiados, la gente se va a sentir insultada”, afirma.

Diccionario ampliado

Feng shui, alquimia, el secreto, el arte de respirar, lagom. Los métodos que intentan enseñarnos a recuperar el eslabón perdido de la cadena con lo más vital vienen de lejos. “A los otros, siempre los vemos completos, como si pudieran ser lo que nosotros no”, dice la psicóloga Adriana Arteaga. Ese el principio básico de la publicidad: familias felices que comen perdices, sea por tomar tal o cual yogurt, por limpiar los inodoros con un producto que las aleja de cualquier bacteria amenazante, por lavarse la cabeza con un shampoo sedoso o por llevar adelante una práctica que trasciende fronteras.

Kristian Poulsen es un danés de 28 años que vive en Argentina desde hace tres. Como no encuentra traducción al castellano, describe el vocablo como pasar un momento familiar o con amigos, en los que se está tranquilo, seguro y cómodo. Puede ser viendo una película en casa o en una reunión en un bar. Acepta que una versión argenta de hygge podría ser el mate, una bebida que tiene como intención primera compartir y conectarse. “Hygge identifica lindos momentos y se utiliza mucho en Dinamarca pero no se refiere a momentos específicos ni a una receta para obtenerlos sino a cierta armonía. En Dinamarca, los niños de dos años que todavía no saben hablar, tienen claro qué es. Diría que en nuestro diccionario existe una palabra que define esa sensación placentera y que todos podemos vivirla en cualquier parte del mundo”, explica. Poulsen toma distancia de los rankings de felicidad y reconoce que aunque su país esté primero en el listado confeccionado por la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (SDSN) y la Universidad de Columbia sobre 157 países –realizado a partir de indicadores como el sistema político, los recursos, la corrupción, la educación o el sistema sanitario-, él es más feliz en Argentina (en el lugar 26) que en aquellas tierras.

Pero si hubiera un lugar hygge por excelencia, donde los seres humanos se sintieron protegidos, nutridos y en un equilibrio perfecto, ese debería ser el útero materno. “Después del nacimiento, nunca volvemos a alcanzar ese glorioso estado intrauterino, donde todo es provisto y se da un estado de completud máxima. Sólo tendremos momentos puntuales en los que podemos sentir que tocamos el cielo con las manos, pero duran poco porque enseguida aparece otro objetivo, otra búsqueda. Digamos que, con suerte, entramos y salimos del paraíso todo el tiempo. La clave para la felicidad es entender y aceptar que tenemos que tolerar la falta”, propone Arteaga y asegura que la lucha pasa por encontrar un equilibrio entre volver donde no hay problemas (paraíso) y progresar complejizándonos la vida. Para Coler, la felicidad es una moda y no está mal tomarse un rato de respiro de la realidad, siempre y cuando no se transforme en un intento de estilo de vida, egoísta y desinteresado del resto de la humanidad.

En “En busca del tiempo perdido”, Marcel Proust relata un momento que se podría considerar como hygge, cuando una taza de té y una magdalena lo vuelven a hamacar en los recuerdos de la infancia: “En el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fijó mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria”. Ser o no ser (feliz), esa es la cuestión. Aunque sea por un rato.

por Valeria García Testa

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