★★1/2 Que les pregunten a expertas en estudios de género como Diana Maffía o Dora Barrancos cómo puede ser que en tiempos del #NiUnaMenos, la retrógrada invasión turca consigue tantas seguidoras. ¿Será que los patrones ideológicos se filtran por lugares impensados, no visibles, menos explícitos? ¿Que aquello que vemos en una ficción responde a otros mandatos que no son, necesariamente, los del diario?
Empecemos por lo más obvio, el poder de seducción del protagonista de “El sultán”: es Halit Ergenç, el famoso Onur de “Las mil y una noches”, quien personifica a Solimán, el Magnífico, gobernante del imperio otomano entre 1520 y 1566, un líder histórico cuya reconstrucción novelada provocó las críticas del presidente de Turquía, el fascista Erdoğan. El actor Ergenç vuelve a encontrar en el hieratismo corporal y la fijeza de sus grandes ojos verdes todo su capital interpretativo. Económico y rendidor, ha hecho con la nada el estilo del macho inconmovible. Si eso es un mérito, que respondan los productores. Parece que sí.
Si la cuestión pasa por el gusto por el exotismo, los cuentos maravillosos y la ostentación en vestuario, paisajes y ambientaciones, quedaría saldada la duda porque se trata de una gran producción, superior a la vetusta historia de Onur y Sherezade. Filmada de 2011 a 2014, son cuatro temporadas de 139 capítulos muy costosos (500.000 dólares cada uno), pensados para la expansión internacional después de los mercados abiertos por “Las mil y una noches”. Pero con recursos técnicos no alcanza. Tiene que haber una historia que atrape. Y aquí la hay.
Un hombre poderosísimo. Un harén de mujeres bellas que quieren complacerlo. Una esposa legítima, madre del –por ahora– único heredero, un simpático nene de 5 años. Una esclava de origen ucraniano (léase pelirroja de ojos claros) que perdió a toda su familia y termina como la favorita del sultán. Deseos de venganza, estrategias de seducción, competencia femenina, varones que buscan satisfacción: belleza versus poder, un combate conocido. La esclava (Alexandra, después llamada Hurrem) es la actriz turco-alemana Meryem Uzerli. La legítima (Mahidevran) es Nur Fettahoglu. Las dos son víctimas pero me simpatiza más la pobre y sufriente Mahidevran, por solidaridades varias que espero no molesten a lectores.
Esta jaula de mujeres a merced de un señor omnipotente pero bastante bobo está cubierto por el manto de piedad de la historia, el siglo XVI, Oriente y los musulmanes. Pero es una fórmula exitosa (pregúntenle a Florencia Bonelli o a la de “50 sombras de Grey”, entre otras): macho guapo y parco rendido ante chica linda y astuta. ¿Por qué funciona? ¿Todavía? Ni la menor idea.
por Leni González
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