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CULTURA | 19-07-2017 00:16

Derechos de autor en internet: un debate en torno a la propiedad intelectual

Internet cambió todas las reglas en materia de patrimonio creativo. Autoría colaborativa y licencias especiales. La futura legislación.

Tal vez la única regla que nos impuso el siglo XXI es que las reglas cambian constantemente. Tanto en materia política, como social y científica, las verdades sobre las que se construyó el siglo pasado tambalean y las leyes no son la excepción. Claudio Ruiz, abogado, especialista en regulación de derechos de autor y director de estrategia de la organización Creative Commons, será más preciso: dirá que la rigidez judicial con respecto a las atribuciones de los creadores ponen en evidencia un problema mucho mayor, una crisis provocada por la era digital que mina las bases de lo que considerábamos una obra intelectual, la reproducción, la creación y la manera en que circulaba la información.

Hace veinte años, un grupo de profesores de Harvard entendió que Internet era una fuerza que venía a cambiar para siempre las reglas de acceso a los datos y que, por lo tanto, las regulaciones legales existentes debían quedar atrás.

A la luz de estos cambios nació la organización sin fines de lucro Creative Commons y sus licencias, que en términos prácticos son modelos de contrato para que el autor de una obra decida regular la circulación de su propio trabajo. La organización creció y ganó adeptos en todo el mundo, activistas y estudiantes que buscan generar un cambio en la manera en que se regula la información.

En el marco de Comunes, el encuentro internacional de economías colaborativas y cultura libre que se celebró del 28 de junio al 1 de julio en el Centro Cultural de la Cooperación y el Club Cultural Matienzo, Claudio Ruiz dialogó con NOTICIAS.

Noticias: ¿Qué dejamos afuera si hablamos solamente de la Ley de Derecho de Autor como una relación de autor y público?

Ruiz: Lo voy a responder de otra forma. A primera vista, cuando se habla de regulación del derecho de autor se suele pensar en algo muy particular para un grupo muy peculiar de actores. Pero cuando uno mira la evolución de los derechos de autor en los últimos 50 años, se da cuenta de que avanzó en una dirección en la que los autores no son necesariamente quienes están en la primera línea de batalla. Los derechos de autor se han incrementado con el tiempo y hoy son utilizados para proteger a ciertas industrias culturales, pero también para acallar discursos críticos, como en Ecuador. Muchas veces los sistemas regulatorios establecen un sistema de notificación y bajada. Así, en YouTube uno puede denunciar un contenido por derecho de autor, aunque ni siquiera pertenezca a quien lo denuncia, y YouTube está obligado a quitar ese video. De esa manera, documentales críticos sobre el gobierno de Correa, por ejemplo, han sido bajados de YouTube por la vía de decir que se violan derechos de autor. Esto no tiene que ver particularmente con el gobierno de Correa, sino con que los derechos de autor se han convertido en una llave para proteger ciertos derechos pero también como excusa para desactivar discursos críticos.

Noticias: ¿Cómo funcionan las licencias de Creative Commons, la organización a la que usted pertenece?

Ruiz: Creative Commons ofrece un modelo de licencia y el que quiere las utiliza. Estos modelos se expresan en tres lenguajes: uno legal y detallado, otro resumido para que pueda entenderlo el ciudadano de a pie, y un código para insertar en una búsqueda de Google y filtrar las búsquedas para contenidos que permitan usos comerciales, por ejemplo. Esto demuestra que son licencias pensadas para el mundo digital. Es una forma de saltarse o hackear la normativa actual de derecho de autor. Estas licencias tienen un efecto adicional: le entregan la información al público. Por ejemplo, hace unos años Radiohead subió su disco “In Rainbows” bajo el sistema de “paga lo que tú quieras”. Pero no quedaba claro qué significaba eso. ¿Se te permitía compartirlo con otros? ¿Descargar ese mp3 y subirlo a un servidor de streaming? Creative Commons, en cambio, le da información al público para que sepa qué puede hacer y qué no con esa obra intelectual. Hoy en día, el mejor caso de licencia Creative Commons es Wikipedia. En ese caso queda claro que cuando hacés una contribución a Wikipedia, el resultado debe estar bajo las mismas reglas que el texto original que tú editas, de modo que se permite hacer aportes y modificaciones pero respetando la obra original.

Noticias: ¿Qué rol juegan Facebook y Google en relación al acceso a la información y la cultura?

Ruiz: Son beneficiosos y perjudiciales a la vez. Por una parte han facilitado el acceso a los contenidos, pero al mismo tiempo la forma en que estas empresas han evolucionado es descripta por algunos como “jardines cerrados”. Todo lo que sucede en Facebook ocurre dentro de sus paredes y bajo sus reglas. Si bien son decisiones de Facebook, creo que cuando tenés 2.000 millones de usuarios debería haber cierta obligación de por lo menos decir cómo se da ese dominio. En relación a los derechos de autor, tenemos el desafío de fortalecer la idea originaria de internet, de ser una herramienta única en la historia para construir y compartir conocimiento abierto, colaborativo y libre, y al mismo tiempo generar los modelos de negocios que sean necesarios para que esto, dentro del marco de Google y Facebook, siga funcionando. Hay una tensión entre estos modelos de negocios, que consisten en cerrar el contenido en lugar de abrirlo, y la necesidad que tiene el público de acceder al conocimiento y la cultura.

Noticias: ¿Hay algún intento de Creative Commons por llegar a la regulación pública?

Ruiz: Sí. De hecho Creative Commons no es sólo un grupo de licencias, sino que con el tiempo se formó una red de voluntarios en setenta países a efectos de lograr un marco regulatorio más equilibrado y razonable. Nuestro objetivo es volver a hablar de los derechos de autor de una manera justa, no sólo para las industrias sino también para el interés público. De hecho, el interés público es el único autor que nunca tuvo un rol preponderante a nivel de regulación internacional. Cada vez que hay reformas de este tipo se piensa en industrias, artistas y cámaras de comercio, pero el público nunca es escuchado.

Noticias: ¿Es optimista con respecto al futuro?

Ruiz: Difícil pregunta. Si la respuesta está dada por el análisis del pasado, es muy difícil llegar a una respuesta optimista. Lo que está en riesgo es un modelo de regulación de derechos que piense no en nosotros sino en las generaciones que vienen. Me parece que mirar el futuro desde una óptica en la cual el derecho de autor es cada vez más complejo pero también supone desafíos que están gatillados por estas nuevas tecnologías, abre puertas. El desafío está en redireccionar el debate a una conversación más política y de largo plazo en cuanto a protección de los autores pero también al interés público, que ha sido el gran ausente en el debate de los últimos años. En los últimos setenta años, cada vez que se han hecho reformas fueron para aumentar el plazo de protección de una obra. Al principio eran veinte, luego treinta, luego cincuenta años después de la muerte del autor. El estándar internacional es cincuenta años, pero eso varía con cada país. En México son cien, en Argentina setenta. Cuando aumentás progresivamente los plazos de protección, estás propietarizando obras intelectuales que de otra manera se encontrarían en el dominio público.

Noticias: ¿Qué opina del juicio entre María Kodama y Pablo Katchadjian, autor de “El aleph engordado”, que reelabora el texto original de Borges?

Ruiz: Desde el punto de vista del derecho de autor, la respuesta es muy clara. Si no tienes el permiso de los titulares, es un acto ilícito. Pero a mí me parece que ese ejemplo, como tantos otros, ponen en evidencia algo más complejo: el valor de la creatividad y la regeneración de un contenido ya existente".

En Estados Unidos hubo un caso en el que la autora de “Harry Potter”, J.K Rowling, había visto en librerías un libro que reinventaba la historia de “Harry Potter” con los mismos personajes. Lo que argumentó Rowling era: “Sin mi obra intelectual, el nuevo libro no podría haber existido, por lo tanto tengo derecho a que deje de circular”. Le dieron la razón, pero en términos extrajudiciales nos pone en un lugar interesante: las obras nunca se crean en el vacío, siempre obedecen a algo anterior, Harry Potter no existiría sin Shakespeare. Estos casos demuestran que la regulación no da respuestas coherentes a cuestiones que van más allá de la mera determinación de si el acto es ilícito o no, y que tenemos una buena oportunidad para repensar cuál es el sentido de la creación en el siglo XXI, dónde empieza una obra nueva, por qué estamos hablando de creación y recreación en la era de Internet, un lugar en el que todos somos autores.

por Pablo Nardi

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