Al caer la noche en Venezuela, era imposible saber el nivel de
asistencia a las urnas para votar la Asamblea Constituyente. Sin
embargo, en una reveladora paradoja, era posible saber la razón de
la imposibilidad: el comicio no tuvo observadores internacionales, ni
consultoras independientes realizando bocas de urna, al tiempo que
los medios periodísticos que no fueran oficialistas tenían prohibido
acercarse a menos de quinientos metros de cada centro de votación.
También era posible saber que la jornada dejaba un saldo sangriento
por el protagonismo que tuvieron los para-policiales motorizados.
Mientras la policía regaba de gases lacrimógenos cada aglomeración
de gente que intentaba iniciar una marcha de protesta, los sicarios
que se desplazan de a dos en motocicletas disparaban con armas
cortas y largas a la cabeza de los activistas y manifestantes.
Era posible incluso tener certeza de que la gran mayoría de quienes
acudían a votar no entendían el procedimiento de selección de
candidatos, sencillamente porque es de una complejidad
absurdamente inextricable.
Otra certeza posible es que el grueso de los votantes sufragaron bajo presión. Y esta certeza resulta irrefutable, porque surge nada menos que de los discursos públicos del propio Nicolás Maduro. Fue el mismísimo presidente quien explicó claramente cómo debían hacer los funcionarios y dirigentes sectoriales chavistas para garantizar que sus subalternos, ya sea como empleados públicos o como beneficiarios de asistencia estatal, concurran a sufragar.
El fraude se desnudó, amenazante, en las palabras del propio jefe del
régimen. También en instrumentos oscuros de control sobre cada
ciudadano, como el “carnet de la patria”. Sin embargo, a pesar de
semejantes intimidaciones, el régimen impidió cualquier forma
independiente de constatación sobre la concurrencia a las urnas.
Con eso alcanza para tener en claro que Nicolás Maduro no pudo
mostrar lo que tenía que mostrar: apoyo social significativo.
Observadores internacionales habían podido constatar que el
referéndum simbólico realizado por la oposición contra la
constituyente de Maduro, logró más de siete millones de votantes.
Con escasa logística, pocos centros de votación y ningún instrumento de presión sobre la ciudadanía, la consulta simbólica de la oposición logró más votos que los que obtuvo Maduro para coronarse presidente.
La vara había quedado muy alta, incluso para un régimen autoritario
que públicamente presionó a toda persona que tuviera un sueldo del
Estado (militares, policías, funcionarios, empleados estatales etc) y a
quienes dependen directamente o indirectamente de arcas públicas.
Sin embargo, el día terminó con más razones para sospechar que la
cúpula chavista había logrado mucho menos que lo mostrado por la
oposición, que para suponer lo contrario.
por Claudio Fantini
Comentarios