★★★1/2 Es probable que lea críticas destructivas respecto de esta película. Y, es cierto, tiene problemas serios en cuanto a desarrollo del guión, ritmo narrativo, etcétera. Pero también tiene un elenco conformado por cuatro actores con demasiadas ganas de divertirse. Da la impresión de que, cuando vieron el guión y en lo que se metían, decidieron pasarla lo mejor posible. Pues bien, esta película, que narra cómo el mejor guardaespaldas del mundo (Reynolds, que no volverá a tomarse en serio nunca más) tiene que proteger al mejor sicario del mundo (Jackson, que quizás tampoco vuelva a tomarse en serio, si alguna vez lo hizo) para que declare contra un dictador (Oldman, que a veces se divierte) es la excusa para reírse del absurdo del cine de acción contemporáneo –después de todo, el fan puede decir “Ey, Deadpool tiene que cuidar a Nick Fury”, y básicamente el film explota esa característica– y para que los intérpretes hagan un poco lo que quieren. En esa libertad un poco extraña, un poco conseguida a contrapelo, radica el atractivo de la película. Que es, ni más ni menos, sobre el trabajo del actor de cine en el mundo de las superproducciones. Ese, por casualidad, es su verdadero tema, lo que permite que uno se divierta sin pensarlo demasiado y, al mismo tiempo, se ponga del lado de estos tipos, sujetos a tiros y explosiones por un puñado de dólares.
por Leonardo D’Espósito
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