Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 06-06-2018 12:39

El conflicto que anticipó la guerra dentro de la TV Pública

Antes del ballottage, las distintas facciones del canal del Estado comenzaron el pase de facturas. La bronca hacia La Cámpora por la performance de Scioli. Escraches y negocios caídos.

«Tendré que dar de alta la matrícula», se escuchó en el control del Estudio 1 de la TV Pública, apenas pasada la medianoche del domingo 25. Así, delante de todos los trabajadores de Visión 7, el abogado y militante de La Cámpora, Carlos Figueroa, puso en duda su continuidad como gerente de noticias del canal estatal. Minutos antes, se habían conocido los primeros resultados oficiales, en los que sorpresivamente Mauricio Macri aventajaba por dos puntos a Daniel Scioli. Si bien el resultado final no fue ese, la actitud de derrota consumada no sólo se vio en Figueroa. Por estos días, en el canal se vive un clima que va de la tensión a la depresión y que alcanza tanto a los que tienen «el orgullo de pertenecer» al camporismo, como a la comisión interna gremial, identificada con el oficialismo pero enfrentada con la conducción camporista.

Los pases de factura, entre La Cámpora y quienes apoyaban a Scioli no se hicieron esperar. A los conflictos internos, por si fuera poco, se sumaron los rumores de renuncia de la máxima autoridad de la TV Pública, Tristán Bauer, tras el magro resultado electoral del kirchnerismo. Esto habría disparado los nervios de su entorno por los montos millonarios que se habrían pagado para contratar diferentes figuras y productoras ajenas al canal, que podrían salir a la luz en un arqueo realizado por el próximo gobierno. Todavía faltaba el ballottage, pero a pesar del discurso de Daniel Scioli, en la TV Pública no tenían ni fe ni esperanza de continuidad K.

Domingo difícil. Lo que algunos trabajadores definieron como «clima de velorio» tuvo un preludio de tensión, gritos e insultos a lo largo de toda la jornada electoral. Ya desde el mediodía se percibía que aquella no sería una fecha festiva como tantas otras y el propio Figueroa fue uno de los primeros en reconocerlo. «Esto va a estar difícil», confesó a sus íntimos. Una vez cerradas las votaciones, mientras el noticiero del canal, «Visión 7», emitía una cobertura especial, en el control del estudio se debatían sobre la forma de comunicar y hasta discutían las palabras a utilizar en los zócalos. Además de Figueroa, en el control se encontraba el subgerente de noticias, Víctor Taricco, y una veintena de personas, entre operadores y técnicos. Cuando Daniel Scioli tomó la palabra, se escuchó a un desencajado Taricco gritar a la pantalla: «¡Ahora te ponés duro!».

Alrededor de las 23.30, Figueroa se retiró del control y reingresó a los pocos minutos con cara de desconcierto: «Me dicen que es 36 a 34 y no saben quién está arriba y quién abajo». Para cuando el dato salió en directo desde el Correo Central, todos los que estaban en el control empezaron a retirarse, mientras el móvil en el búnker de Cambiemos recibía la orden de cambiar la toma para que no se leyera «hay balotaje». Los números hablaban por sí solos. A esa altura, Figueroa ya había dispuesto cortar la transmisión a la una de la madrugada, pese a que estaba prevista una velada más larga, para poner al aire un improvisado documental de “Boxeo y cultura”.

Sindicato vs. La Cámpora. La comisión interna del entonces flamante Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) denunció que hubo «manipulación informativa» en la cobertura de las elecciones presidenciales. Lo mismo que habían advertido unos meses antes, en plena campaña electoral, cuando pusieron como ejemplo una nota pautada con Sergio Massa que fue cancelada horas antes sin justificativos. Asimismo, fuentes del canal contaron a NOTICIAS que emisarios de la gerencia solían presentarse en el control mientras se emitía el noticiero para monitorear lo que salía en la pantalla. Una de las disposiciones era, por ejemplo, que los redactores de noticias no podían «levantar información de ningún medio sin consultar a la gerencia». Esta orden fue redactada por escrito y colgada en los pasillos del canal.

Tanto dentro como fuera del sindicato también proliferaban las críticas por el control ejercido sobre el personal del noticiero, situación que los empleados califican de «policíaca». Los carteles con caricaturas en los que aparece Taricco acusado de buchón, alcahuete y espía abundaban tanto en los baños como en las carteleras de la emisora. «Aumentó la vigilancia en el último año, incluso quisieron poner una cámara de seguridad dentro del noticiero. Esto parece 1984», comentaban en el canal aquel fin de año de 2015. Las pruebas están a la vista: en el comedor de la emisora, donde no existen elementos de valor, se había instalado una cámara tipo domo para monitorear a los comensales. En los últimos días, el comedor fue una reproducción a escala pequeña de la polarización del país, con rostros sonrientes y tristes por partes iguales. Incluso, se pudieron escuchar ironías sobre las bajas cifras del oficialismo y, al mismo tiempo, pronósticos temerarios sobre qué pasaría en el país en caso de que Macri ganara el ballottage.

Bomba de tiempo. Con la segunda ronda electoral a la vuelta de la esquina, la bronca de la comisión interna contra Figeroa y Taricco se entremezcló con el pase de facturas por el desempeño de Daniel Scioli, como si lo que pasara dentro del canal fuera un fiel reflejo de lo que sucedía en todo el kirchnerismo, y los sindicalistas no dudaron en señalar a los sectores más radicalizados del entonces oficialismo y a la pasividad de Scioli como los mariscales de una derrota que todavía estaba por verse en una segunda vuelta. «No saben nada y corrieron a los trabajadores para hacer lo que el ex director de Télam, Martín García, definía como "periodismo partidario”», sostuvieron desde la oficina del Sipreba en aquel noviembre. En ese sentido los delegados también denunciaron que el daño directo provocado por el abuso de contenidos oficialistas tuvo un efecto en quienes tenían que salir a trabajar a la calle: «Ven el logo del canal y la gente te empiezan a putear».

Con las valijas hechas. Más allá del desempeño de Scioli, Tristán Bauer se mostró apesadumbrado por la derrota de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires y se lo escuchó decir: «Estoy triste porque mi amigo no ganó». En aquel entonces, desde el canal sostenían en off que Bauer tenía entre sus planes dar un paso al costado si ganaba Macri, a pesar de tener mandato asegurado hasta 2017. En su discurso de noviembre del 2014 en el Senado, cuando fue confirmado en el cargo, Bauer festejó que «por primera vez en la historia de la República Argentina habrá un cambio de Gobierno y las autoridades del canal continuarán por dos años más». Sin embargo, la jugada fue otra totalmente distinta: no anunció su salida ya consumada la derrota de Scioli, y tampoco continuó con el cambio de gobierno, dado que presentó su renuncia el 10 de diciembre de 2015 luego de semanas de amagar con quedarse.

Esta posibilidad puso en alerta al entorno de Bauer. En 2015, con un dólar oficial a 9,62 pesos, el presupuesto destinado a RTA fue de unos 1.856 millones de pesos. Los cargos gerenciales percibían cifras superiores a los 40.000 pesos. Las contrataciones de servicios tercerizados, de las coproducciones y el pago de programas producidos de manera privada –«latas», en la jerga televisiva– se encontraban celosamente guardadas en una caja fuerte, donde además del dinero pagado a las productoras, se hallaban los montos que cobraban las figuras más importantes del canal.

Es precisamente entre las coproducciones y los «enlatados» donde se encontraban buena parte de los heridos, ya que las producciones propias de la TV Pública en diciembre de 2015 podían contarse con los dedos de una mano y los programas emblema del canal se realizaban en sociedad con privados (678, Cocineros Argentinos, entre muchos más) o directamente por los privados (Peter Capusotto y sus videos).

El futuro de 678 quedó decretado cuando Mauricio Macri torció su pulgar hacia abajo al afirmar que, si ganaba la Presidencia, «no habrá ni 678 ni 876», mientras que Daniel Scioli evitaba dar precisiones al respecto. Con un contrato que vencía en diciembre de ese año y un Diego Gvirtz que ya había vendido el 81% de Pensado Para Televisión (PPT) –la productora del programa– al dueño del Grupo Indalo, Cristóbal López, el futuro del tanque de propaganda oficialista tuvo los días contados. Gvirtz, a diferencia de los gerentes que desembarcaron en el canal, llegó a la TV Pública con un bagaje propio. Quizás sea por eso que emprendió el operativo supervivencia con tanta previsión que se garantizó un lugar en el sector privado al quedar a cargo del contenido de todas las productoras de Cristóbal López. Claro, no contaba con la caída en desgracia del propio Cristóbal López.

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