Los Leños, la clásica parrillada instalada en la calle San José desde el año 1964, renovó su imagen de la mano de Gastón Izaguirre, el conocido artista plástico que, con esta notable intervención, demuestra sus dotes para el interiorismo.
La estética del local invita a entrar y formar parte. Las altas paredes de ladrillo visto están vestidas con cuadros del artista y con estanterías industriales que llegan al infinito, en las que conviven maletas de época con jarrones, libros antiguos y potes esmaltados. Del techo penden alegres helechos con sus frondas tropicales aportando el justo toque vegetal. De los laterales del amplio local surgen dos grandes barras. Una destinada a la elaboración, servicio y degustación de tragos y la otra al cocinado de los platos, con una cocina a la vista que atrae todas las miradas.
Junto a ésta se ubica un gran horno de barro custodiado por un enorme halo de ruedas colgantes de bicicleta. Las sillas de mimbre y la estética del personal de cocina y barra -tan de los años '20-, redondean la propuesta visual, aspecto no menor en la percepción general de la experiencia.
La propuesta gastronómica, completamente renovada, corre a cargo de los chefs Santiago Rodríguez y Damián Furtado, con amplia experiencia en establecimientos como La Bourgogne, Sofitel, Conrad y Novecento. Todos y cada uno de los platos en carta son libres de gluten, una decisión que corresponde a las tendencias alimentarias y la apuesta por lo saludable.
Para almuerzos y cenas, la carta ofrece algunas entradas interesantes como las mollejas crocantes a la antigua acompañadas con mix de verdes, papas rosti y “cherries” semi secos. Otras opciones disponibles son la pizza rústica, el provolone, el chorizo, las croquetas de jamón y la tortilla española. Destacan las ensaladas, contundentes, originales, completas y bien aderezadas, como la de quinoa y vegetales grillados o la de peras caramelizadas, queso azul y nueces.
Los cortes “premium” protagonizan la propuesta de carnes incorporando una deliciosa y tierna paleta de cordero braseada. No falta la pesca ni la pasta, destacando con honores la lasagna servida en sartén de hierro. La amplia carta de postres recurre a clásicos como el volcán de dulce de leche y el manjar del cielo y cuenta con la opción de degustación para los más golosos. Entre las bebidas destacan los tragos de autor, las limonadas y las bebidas frutales de corte casero.
En las tardes, el local ofrece una carta más informal para comidas a deshoras y una opción completa de merienda para dos. El servicio pasa desapercibido -lo cual es siempre buena noticia. Los únicos peros son de carácter logístico en relación a la concepción con la que se diseñó el espacio. Uno queda varado a su suerte en mitad de la sala entre que llega y es acompañado a la mesa. En la noche, lo sumamente tenue de la iluminación exige una luz adicional para leer la carta y por extensión, el comensal no ve nítidamente el plato que degusta.
por Alva Sueiras
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