Ignacio Iturria: Es vertiginosa la vida de un pintor. En mi caso, empezó en una subida que siempre atribuyo a una cosa que decía mi viejo -en Uruguay uno siempre nombra al padre- que era que “la vida empieza a los 40”. Eso fue algo que me vino muy bien. Entre los 20 y los 25 años yo estaba metido en este mundo, pero tenía esa ansiedad de saber quién era o hacia dónde iba. Los 30 es el viejazo de los hombres. Lo veo en todos lados, mis hijos, mis amigos... A esa edad ya te creés viejo, y ¡no hiciste nada! Mi padre fue mi primer maestro. Un día le pregunté y me dijo esa frase, “la vida comienza a los 40”, y no sabés el descanso que me dio. Y, realmente, fue tal cual. A esa edad había alcanzado la madurez y un conocimiento profundo de mí mismo. Ya sabía quién era, tenía mi lenguaje, mis personajes; ya se me había abierto la puerta, una puerta que encontré después de pasar por el corredor y estaba todo colgado. De los 40 a los 50 fue como un pico, como una explosión de producción desaforada.
Noticias: En esos momentos de euforia pictórica, supongo que Ud. va por la calle, aunque sé que sale poco, debe mirar a la gente como si fuera una pintura, como si fueran los macaquitos que dibuja.
Iturria: Cien por ciento. Todo lo que pasa por delante, lo agarrás. Ese es el cambio y el desarrollo del ojo. Lo importante es darse cuenta de que la herramienta es el ojo. El pintor puede ser sordo o mudo. Importa lo que ve. Voy a una reunión y lo que menos me interesa es lo que hablamos. Me doy cuenta de lo que pasa por mirar, por los gestos, por las actitudes. Leo las cosas de otra forma.
Noticias: Siguiendo con las obsesiones: es famoso que Ud. vive en función de su pintura, sin horarios, pintando de noche, a contramano del común de la gente.
Iturria: No soy yo el inventor de la noche. En la noche da la sensación de que el mundo duerme, que todo está en paz y tranquilo. Además, están el biorritmo, las horas místicas, que es alrededor de las cuatro de la mañana, cuando el sistema físico entra a trabajar solo, sin esfuerzo, sin estrés. Es decir, son los momentos más creativos. Y no sólo con pintores, sino que también científicos, escritores y personas importantes se han despertado a esas horas y han generado ideas brutales. De hecho, cuando llegan esas horas, siento que estoy volando. Después de tantos años, lo otro que me pasa, es que al entrar al estudio, a los diez o quince minutos, encuentro como una hipnosis personal, en la cual me olvido totalmente de mí mismo. Es una meditación activa.
Olvidarme de mí mismo es lo más grande que me pasó pintando. La pintura lo que hace es ayudar a resolver la vida de uno. Pero lo más importante es estar entretenido. Eso es lo máximo. Siempre lo repito: la pintura te va a dar cosas paralelas que te sirven para acomodar tu vida. Para estar acá adentro, en el taller, me saco la caparazón, pero para estar afuera, soy como el caracol. Aquí soy yo. El problema es que me acostumbré tanto, lo fomenté, que cuando salgo, soy muy vulnerable y me lleva a buscar cobijo. Eso lo hice desde los tres años. Ya tuve siempre esa modalidad de querer estar conmigo, para poder encontrar esa relación de los dos yo y lograr una armonía. El romance más importante es el que uno tiene con uno mismo.
Noticias: En sus dibujos y pinturas siempre hay algo lúdico, de diversión. Es imposible no darse cuenta de que Ud. se divierte pintando. Que no adhiere a algo que por momentos padece la plástica uruguaya de ser solemne.
Iturria: Eso no es sólo de Uruguay. Eso es del siglo XX. Fue el siglo más duro de la historia de la humanidad. Pasaron las cosas más horribles, Hiroshima, los holocaustos, la Guerra civil española, las guerras mundiales, las guerras internas en toda Latinoamérica, las dictaduras. No sólo en Uruguay, sino que el mundo no permitía los chistes. Si hacías algo con humor, te miraban y decían “este loco es un insensible”. El artista se estaba contaminando con hechos externos y lo obligaba a tener opinión sobre ellos. Era muy difícil trabajar atemporalmente. Por ejemplo, el color de la obra tiene mucho que ver con un color anímico de la sociedad entera. Ahora veo a Montevideo con luz, con alegría, con colores. En aquel momento, antes del ‘85, las tonalidades eran en sepia. A veces sucede que toda la obra hecha en aquellos años, por los artistas que le dieron una exagerada importancia a un discurso político, quedaron instalados en un lugar y no se pudieron mover de ahí. El propio discurso los embretó.
Noticias: ¿Le costó instalar ese humor en su obra? ¿Le pasaron facturas por eso?
Iturria: Me pasaron sí, pero eso ya pasó. En 1977, cuando me fui a España (a Cadaqués), era el momento del destape, llegaba la democracia. Por ejemplo, el artista catalán Antoni Tàpies que era oscuro y neutro, hablaba de un mundo de protesta, de dolor, apenas llegó la democracia hizo la pintura de la miel. En una tela blanca tiró un barniz color miel, es una obra que fue el paso de una situación a otra. Y yo estaba allí, en plenitud, en un pueblo único, soñado, lleno de artistas, fue la película de mi vida. Me inserté en lo que estaba pasando en España en ese momento. Todo eran manifestaciones de alegría y luz. Entonces se me ocurrió hacer una exposición en Punta del Este, en una época en la que no iba nadie.
La hice en una galería comercial, en Gorlero, en medio de jugueterías, zapaterías y otros locales. Fue un éxito y se vendió todo. Al año siguiente hice dos exposiciones y pasó lo mismo: un éxito, con cuadros vendidos por adelantado, señados, increíble. Era obra de espacios enormes pero con las figuras chiquititas. Fijate que vendía cuadros, exponía en Punta del Este, salía en el programa de Daniel Branaá, ¡te entraban a bombardear de todos lados! Claro que sí que me bombardearon.
Un día se juntaron un grupo de medios críticos con Jorge Castillo y le dijeron que si hacía una exposición mía dejarían de escribir sobre su galería. Por supuesto que la hizo. Pero yo ya había dejado la etapa blanca y entrado a una zona diferente, de cartones corrugados rotos, una mirada opuesta.
Noticias: ¿Qué importancia le da a los sueños en su pintura?
Iturria: Ves que allá (señala en la pared escrita) está la palabra “ensoñación”. Una cosa es decir que tengo un sueño y lo interpreto al otro día, como podía hacer Dalí, por ejemplo. Lo mío no es eso, lo mío es un estado de ensoñación, en el que no sé si estoy despierto o dormido. Es un estado medio como de boleo. Ahí dejás la puerta abierta a un yo que no queda determinado. Porque ahí ves otra cosa que pasa que es paralela a la pintura, que te sirve como persona: yo conservo al niño, al adolescente y al maduro. Cuando estoy frente a un cuadro, somos los tres los que estamos opinando.
Noticias: Y el público, el espectador, ¿ocupa algún lugar en ese proceso?
Iturria: En algún momento yo iba a las exposiciones. Eso era muy importante para mí, porque tenía que saber, en mis inicios, cuál era la opinión de la gente y un poco me dejaba conducir por el público, que tenía una opinión re importante para mí. Pero después de haber visto a los espectadores personalmente me di cuenta de que, en realidad, me modificaban, pero no me ayudaban tanto. Entonces preferí no saber, no ver las caras ni sus comentarios. No es que me quedé solo, ahora pinto y es como si estuvieran allá arriba (señala una especie de balcón, que da al lienzo que está pintando) sentados mirándome, Morandi, mi padre, Basquiat, los pintores que yo elegí. Los locos me miran mientras pinto, imaginate, yo copado. Entonces pienso que a Morandi esto le gustaría, miro para atrás, le hago una guiñada y él me hace así (sube el pulgar en señal de aprobación).
Noticias: Ha vivido mucho tiempo fuera de Uruguay. Esa distancia geográfica, ¿lo ayuda a ver de otra manera al país?
Iturria: Las perspectivas son interesantes. Y no es sólo una. Cuantas más perspectivas tengas, vas teniendo más sensación de qué es lo que estás haciendo. Si te quedás en un solo lugar, sentís todo desde un solo lado. Si yo me quedara solo en Uruguay, solo pintaría la luz de Uruguay y la luz de Uruguay no es la única. Claro que hago viajes: el año pasado fui a Miami, Santo Domingo, recorrí todo México, Nueva York.
Noticias:. ¿Cómo es la luz uruguaya si la compara con otras luces?
Iturria: El tema es la incidencia del sol. En Uruguay el sol da de una manera y en el Caribe cae perpendicular. Nosotros tenemos una forma de luz muy nítida. Esa nitidez se contrarresta con la luz de Miami, por ejemplo. Un día estaba mirando, había una leve neblina frente a las cosas, entraba una luz, no había negros, no te admitía poner color negro, todo era color pastel. Salí a la calle y todo era color pastel. Lo más interesante es que yo me apastelé, una sensación interna de apastelamiento. Pensaba en Miami, ‘¿qué pasaría si viniera Jaime Roos y lo meto en esta luz, él que es la típica luz uruguaya?’¡Jaime se apastela! ¡Es increíble lo que le puede salir! La luz también te da un estado de ánimo, de reciedad.
Noticias: Alberto Methol Ferré definió a los uruguayos “color Onetti”.
Iturria: Volvemos a lo mismo, son todos del siglo XX. Y ese siglo llevaba y fomentaba eso. Y eso se aplaudía. El que te metas en una cama, a leer, con el vaso de whisky, eso era lo máximo para un artista. Como cuando empecé a pintar en un cuartito de las herramientas que me prestaron en la casa de Claudia (su esposa), tenía mis estereotipos, que eran el expresionismo francés, entonces, tenía que comprarme una bufanda amarilla como Modigliani, morirme de frío, tenía que fumar y tomar. No logré que me gustara el vino y pese a que me costó mucho, logré fumar. ¿Esto qué era? Era el condicionamiento que me producía el entorno. El estar en esa bohemia muy romántica. No creo que Onetti se repitiera en el siglo XXI, no son características de este siglo. ¡Ah! y la barba: sin la barba no sos pintor (risas).
Noticias: En muchas entrevistas Ud. Habla de la importancia de los maestros.
Iturria: Está el profesor que es aquel que te enseña las técnicas, el lenguaje, pero después está el maestro: uno debe encontrar un maestro. Son personas a las cuales recurrir en tu vida, son palabras únicas, palabras santas, que te dan seguridad y además te permiten no escuchar a los demás. El encuentro con un maestro es fundamental, porque es el que va te va a encaminar en lo artístico. Él no te va a enseñar a manejar el pincel, para eso está la labor del profesor.
Noticias: Hablando de maestros, en los próximos meses llegará a Montevideo una muestra de Picasso, que seguramente estará precedida de mucho marketing. ¿Es positivo todo ese show que a veces parece que deja de lado la pintura? ¿Cómo tenemos que pararnos los espectadores?
Iturria: Todo lo que sea llevar gente a pararse frente a un cuadro viene bárbaro a los pintores. Esta es una colección privada. No sabemos todavía qué es lo que vendrá. El encuentro con Picasso siempre va a estar bien. Para mí es la Biblia. A todos lados que voy llevo libros de Picasso o compro libros. Lo abro en cualquier parte, miro cualquier cuadro, cierro el libro y me voy a pintar. Es una incitación a la pintura. Es el tipo que más incita a pintar. Como Van Gogh te incita a pintar cuando sos joven, Picasso pasa por arriba de eso. Aunque sea cualquier cosa, que sea original de él, que sean óleos de determinada época, si está eso, con un solo cuadro, ya basta la exposición. Es acalambrante el tipo.
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por Jaime Clara
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