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OPINIóN | 14-06-2019 13:01

Más K o menos K, el dilema de “les” Fernández

La estrategia electoral ideada por Cristina funciona bien a nivel del aparato, pero no mueve más la aguja del votante independiente. Tarea delicada para Alberto.

A esta altura de los sondeos, queda claro que el rendimiento del nombramiento de Alberto Fernández como mascarón de proa de Cristina Kirchner no pasa por los votos que pudiera sumar el ex jefe de Gabinete. Más bien, la apariencia moderada y dialoguista de Alberto mostró resultados inmediatos en la absorción de gobernadores peronistas que se mostraban reacios a pactar directamente con la Jefa. La carambola exitosa incluye la repatriación de Sergio Massa al grupo que lo vio nacer como figura pública. Nada de esto es poco, al contrario: podría resultar decisivo en el armado territorial del kirchnerismo. Pero eso no significa que sea suficiente para ganar.

La dificultad de la fórmula Fernández-Fernández para crecer más allá de su zona de influencia electoral es equivalente en principio a la de Mauricio Macri, acaso menor, es cierto. Pero la ventaja inercial del macrismo por el solo hecho de ser la opción oficialista (factor que muestra extrema solidez en el calendario electoral nacional), obliga al combo K al esfuerzo extra que le suele corresponder al challenger en cualquier competencia.

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Dado que Cristina ya parece convencida -resignada o no- de que su mejor aporte electoral es seguir brillando por su ausencia, toda la marca se la tiene que llevar Alberto, quien después de todo se tiene que ganar el exigente rol de candidato presidencial “por encima” de la mismísima CFK. Su tarea no está libre de obstáculos. Para nada.

Alberto tendrá que desplegar al máximo su probada vocación de equilibrista. Siempre al límite de la contradicción insostenible para el votante independiente que tanto necesita conquistar, el candidato cristinista se mofa de la euforia oficial por el empujón de los mercados y el FMI a la fórmula Macri-Pichetto, aunque al mismo tiempo, Alberto recuerda que esos mismo mercados mostraron alivio ante el lanzamiento de la dupla F&F.

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El mismo equilibrismo le toca ejercitar hacia adentro de la opinión pública kirchnerista. Ya le tocó bancarse la vigilancia ideológica de figuras como Graciana Peñafort, que le marcó la cancha desde un lugar de fiscal amigable parecido al que ocupa Elisa Carrió en el Gobierno. Queda claro que el peligro no está en que Alberto diga algo que haga cambiar el voto del militante nac&pop, porque la obediencia electoral a Cristina es férrea: el riesgo es que Alberto sea la excusa para que ciertos voceros ideológicos K alcen su voz muy por encima del volumen prudencial permitido para no ahuyentar votantes de centro.

La receta mágica sería, entonces, el medio tono, que es lo que intenta Alberto, salvo cuando se trata de garantizar una gran revisión de la situación judicial de su jefa y compañía. Pero ese medio tono no alcanza por ahora, a menos que el macrismo vuelva a sus errores económicos no forzados o se choque con otro cisne negro del océano financiero globalizado. Solo quedaría, si a Cristina no se le ocurre otra alquimia sorpresa, prenderle una vela a la fórmula Lavagna-Urtubey, para que pinche la bolsa de votos que temerosamente atesora el Gobierno. Esa vela, de hecho, ya está encendida en C5N.

*Editor ejecutivo de NOTICIAS.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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