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PERSONAJES | 26-06-2019 15:39

Dalila Puzzovio: “Ser vanguardista es ganarse el cartel de loca”

Icono del arte pop, la creadora del zapato que revolucionó el arte regresa. Ausencia de vanguardias y olvidos culturales.

Impecable y meticulosa hasta el extremo, ha planificado cada cambio de vestuario y supervisa el movimiento de sus obras, (esas “Cáscaras” de yesos reales y vida oníricas que volvieron en el espacio de la Galería Rolf de arteBA), como una madre en celo y bajo la doble mirada amorosa de Charlie Squirru, su alter ego creativo por casi seis décadas. Tras la fachada de glamour avant garde de Dalila Puzzovio, se esconde una ardiente revolucionaria. Un corazón agitador, protagonista de esa juventud indómita que puso el mundo de cabeza desde la palestra del Instituto Di Tella.

Tras su paredes, quien era Delia mutó en Dalila: “Charlie me rebautizó porque dijo que el nombre me quedaba chico”, asegura quién se ganó el privilegio de ser una de las pocas chicas que, junto a Marta Minujín, formaron parte de este fenómeno cultural en el arte argentino, a la altura de las tendencias del arte internacional, que todavía espera su bronce en su propia cuna. Allí nacieron en 1967 sus famosas doble plataformas. Arte-objeto o arte en progreso, con las que Puzzovio no sólo obtuvo el segundo lugar del Premio Internacional del Instituto Di Tella sino que irrumpió como esa artista transgresora y de mirada sofisticada que se llenó de premios foráneos, figuró en el Benezit, el diccionario internacional dedicado al arte, y se llevó el galardón “Grandes maestros” en arteBA.

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Diseñó papelería en la Galería del Este, tejidos para Madame Frou Frou, delantales de cocina hechos por artesanos del Teatro Colón para Pinky, sombreros para Dior, accesorios, telas o vinos de marca propia, y hasta proyectos de arquitectura para espacios tan disímiles como un shopping, la peluquería de Alberto Sanders o un triplex en la Avenida Libertador.

Noticias: ¿Cómo se convirtió Delia en Dalila?

Dalila Puzzivio: Dalila siempre estuvo. Soy la hija menor de una típica familia de inmigrantes italianos de clase media. Mi abuelo era paisajista. Hizo el jardín de la Chacarita y el de la Ítalo Argentina. Mi papá, Armando, era ingeniero y un gran industrial. Desplegaba los planos de sus inventos sobre la mesa de la cocina. Eva, mi mamá, ama de casa, había estudiado corte y confección y hacía ropa divina. Desde chiquita, apenas salía de la cama me ponía a dibujar. Tuve la suerte de estar incentivada. Los genios fueron mis padres que nunca me censuraron. Yo sólo tenía un hambre descomunal.

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Noticias: Artista que tuvo como patio de juegos al Instituto Di Tella.

Puzzovio: El Di Tella fue un milagro. Ninguno de los artistas que comenzamos este movimiento habíamos estado en Europa o Estados Unidos, no había Internet y no teníamos información inmediata de lo que pasaba en el mundo, pero si teníamos conciencia de que éramos vanguardia. No importaba si vendías o no. Nuestra fama había trascendido las fronteras hasta tal punto que cada vez que al ex canciller Guido Di Tella lo invitaban al MoMA de Nueva York, no lo hacían por su carácter de diplomático, sino porque había sido uno de los fundadores del Di Tella. El crítico francés Pierre Restany, cuando visitó el Di Tella, decidió llevar la idea a París, años después la plasmó en el Museo Pompidou. Sintonizamos en el espacio creativo de la década más original del siglo.

Noticias: ¿Ser una adelantada en el mundo del arte tiene su costo?

Puzzovio: Ser vanguardista en la Argentina fue ganarse el cartel de loca. Los del Di Tella somos un mito que no fue digerido por un país que no supo ver más allá. No estamos en ninguna colección, no hay un museo que tenga nuestras obras. Las vanguardias se dan cuando hay algo para transgredir. Hoy hay libertad total, se quedaron en una chatura. Son refritos de lo que hicimos.

Noticias: Si ya todo está visto, ¿ser vanguardista hoy es una utopía?

Puzzovio: Hay una desesperación por descubrir, poseer y colgar vanguardia. Pero hoy el artista quiere estar en el establishment, tiene miedo a ser desclasado. A muchos les importan los billetes y los catálogos. A nosotros nos interesaba salir del establishment.

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Noticias: Y un día aparecieron las plataformas...

Puzzovio: Quería hacer una obra conceptual fría que encerrara lo que sería el futuro. Creía que un láser nos iba a vestir, que íbamos a superar las sisas y los botones. Quería que las plataformas estuvieran en el Instituto como obra de arte y que fueran objeto de consumo pero no quería cualquier zapatería: quería la zapatería más “square” de Buenos Aires, Grimoldi, con sus “gomicuer”, los zapatos que había usado para el colegio.

Noticias: Con la dictadura se fue a Nueva York. ¿Por qué volvió?

Puzzovio: Porque creía que el arte había que hacerlo acá. Un día me encontré explicándole a un amigo hindú cómo era el casino de Mar del Plata ¡Justo yo que no sé qué es una ruleta! Entonces pensé: “Si estoy haciendo este esfuerzo es porque estoy extrañando”.

Noticias: Fue en ese pasado que surgieron estás “Cascaras” que se expondrán casi medio siglo después, pero con la misma actualidad y visión, en arteBA.

Puzzovio: No sé si el pasado fue mejor, pero fue increíble. Tenía 20 y locamente hicimos una exposición que se llamó "La muerte". Me había fracturado un dedo y me llevaron al Hospital Italiano. Veía pasar a las enfermeras con los baldes de yesos que le habían sacado a los fracturados y vi la posibilidad de darle a ese material torturado una trascendencia hedonista. Así nació esta instalación.

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Noticias: En la carrera del artista, ¿los tacos le jugaron a favor o en contra?

Puzzovio: Nunca me lo cuestioné. No soy ni hombre ni mujer: soy artista. Cuando me invitaron a muestras de mujeres lo viví como una sala de maternidad, nunca me gustó. No siento la cosa fuerte femenina y tampoco me siento que no soy femenina. No quedan dudas que gané menos dinero. Pero el placer de hacer supera esta realidad. En el arte como en la política, las mujeres somos más frontales, y quizás por ser así, nos estrellamos. He leído que la obra femenina colgada en el MoMA no llega al 4%.

Noticias: Está casada con Charlie Squirru desde hace más de 50 años. ¿Cómo es un matrimonio de artistas?

Puzzovio: Muy original. Nos conocimos y no nos separamos nunca. Su hermano Rafael nos predestinó. Cuando me conoció, me dijo: “Te llevarías muy bien con mi hermano”. Nos admiramos. Queremos concretar un libro que se llamará "Dalila y Charlie entre los dioses". Como un collage que hice en los ´60: los dos jóvenes y rodeados por dioses egipcios.

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Noticias: Sus plataformas mezclaron el arte con la moda. Uno pensaría que es una frivolidad alejada de su espíritu creativo.

Puzzovio: En mi casa había esa cosa italiana bien ceremonial ante la llegada del sastre. Mamá nos mandaba al colegio con el delantal tan almidonado que me costaba sentarme. En la familia se hacía un culto de la elegancia, así que desde chica me interesó el lenguaje de la moda.

Noticias: ¿En dónde radica el espíritu de la elegancia?

Puzzovio: Es una presencia, un caminar, un modo de sentarse, algo que desprende de la mujer que no podés dejar de mirarla: un refinamiento del alma. Acá existe ese mito de que las “argentinas estamos entre las más elegantes del mundo”, pero ya fue. La argentina típica es la rubia platinada bronceada, con lolas hechas, vestida con jeans ajustados y stilettos. Hay tanta cirugía que parece que todos te miran a través de una pecera. Hay más miedo a envejecer que a no ser elegante. No creo en la moda, creo en el estilo.

Noticias: Tiene un estilo propio. ¿Cómo hace para estar impecable?

Puzzovio: ¡Soy una maniática de la prolijidad! La Marie Kondo mediterránea. Cuando viajo, ni en la Aduana se animan a tocar mi equipaje. Viajo hasta con una perchita para colgar la ropa interior, todo va doblado en bolsas y por colores. Quizás esa manía sea una forma de ponerle orden al desorden creador, de ponerle cordura a mi alma de artista.

Gabriela Picasso

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