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SOCIEDAD | 24-09-2019 12:17

La negociación desesperada de Garfunkel: karma de mansión

La casona del empresario no podía ser vendida y él necesitaba efectivo para pagar sus deudas con la AFIP. Trastienda desprolija.

Esta es la historia de un empresario desesperado por conseguir dinero para pagar sus millonarias deudas con la AFIP. Recurrió a todo, incluso a su ex mujer, para concretar la venta de su mansión que hacía dos años que estaba parada. Matías Garfunkel solía hacer negocios con soltura y fumando habanos, cuando todavía vivía en la Argentina y no había dejado un tendal de empleados despedidos en el grupo de medios Veintitrés. Pero cuando se exilió de manera forzada en los Estados Unidos las condiciones cambiaron. Lo urgía conseguir dinero y debió echar mano a su tesoro: el petit hotel de Belgrano donde vivió hasta 2017 con su ex, Victoria Vanucci, y guardaba "joyas" como motos de colección, muebles antiguos y cuadros de Picasso, Quinquela Martín y Berni.

Después de dos años de estar a la venta había aparecido un posible comprador. Por eso no era cuestión de dejarlo escapar tan fácil. El negocio era algo intrincado. El comprador ofrecía poco efectivo. El “grueso” de la transacción era una permuta de bienes inmuebles de menor valor, que prometían ser más fáciles de vender. Pero, de repente, el negocio se cayó.

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“Hacé algo. Esto es un perno y compradores no sobran”, le recomendaron del estudio jurídico a Garfunkel. En ese momento es cuando entra en acción Vanucci, quien declaraba públicamente estar separada de Garfunkel, pero que ante los ojos del posible comprador aparecía como la que llevaría adelante la transacción. Junio fue un mes de llamados telefónicos, intercambios de mail y cientos de audios de WhatsApp entre Vanucci y el comprador, un empresario de bienes raíces que pidió no ser identificado.

El motivo de la discordia, en un primer momento, fue la cotización de los bienes. No era nada fácil tasar campos y chacras que para el comprador tenían un precio de entre cuatro y cinco millones de dólares y para los asesores de los vendedores valían menos. Tampoco era fácil negociar con Vanucci, que desde Estados Unidos manejaba el rumbo de la venta de su ex casa con cierta displicencia. “Relajá, estás en Miami”, le recomendó la ex modelo al interesado a través de un mensaje de audio al que accedió NOTICIAS, un día en que el que la charla se había complicado.

Anda y mirá el mar. Hace algo copado, todo tiene solución. Y a esto le vamos a encontrar una vuelta. Besito enorme”, completó. Y en otro mensaje le aconsejó: “Fumate un habano u otra cosa”, dijo ella con tono de broker cool.

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La compraventa finalmente se haría en agosto, dos meses después, pero con un comprador distinto y lejos de la millonaria suma que esperaban recibir. Todo muy desprolijo. Otro negocio al estilo Garfunkel.

La mansión. En la calle 11 de septiembre 1535, entre los edificios del barrio de Belgrano, se erige la imponente casona. Un petit hotel del 1900 que fue sede del Banco Mercantil y que luego se transformó en el nido de amor de la pareja desde su casamiento, en 2012, cuando el empresario todavía era cobijado por el calor del poder kirchnerista.

La mansión, de 1600 metros cuadrados, supo albergar un lujo desmedido, reliquias históricas y las excentricidades de la pareja. Cuadros originales se mezclaban con motos de colección y con tesoros históricos, como manuscritos de Juan Domingo Perón, Napoleón y Winston Churchill.

En el momento de la venta, muchas de esas reliquias aún subsistían en la casa cerrada, a la que sólo entraba un guardia de seguridad. Algunas olvidadas en la retirada hacia Miami y otras embargadas por la Justicia. Aquellos eran tiempos de amor puro. Tanto que, en uno de los livings, estaba enmarcada la bata del siglo XVII que Garfunkel usó en su casamiento.

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Ahora, Vanucci asegura haberse ido a vivir a California e incluso la vinculan con una nueva pareja. Fue su ex marido quien indicó que “hace ocho meses” que están distanciados. Sin embargo, ella sigue haciéndose cargo de algunos asuntos familiares. Como éste.

El negocio. De los 7,5 millones de dólares que pretendía Garfunkel por la casa, se terminaría llevando mucho menos. Haber bajado las expectativas hizo que aparecieran los posibles compradores. Al primero, que ofrecía bienes inmuebles a cambio, lo dejaron colgado cuando desde un estudio de arquitectura se metieron en la negociación con la intención de hacer un edificio en el terreno que ocupa la mansión. No prosperó.

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Por eso fue Vanucci la encargada de regresar a la carga con el primer comprador. Seducirlo y convencerlo de que volviera al ruedo. Según fuentes vinculadas a la parte compradora, hubo tasaciones, gastos jurídicos y escrituras para poner al día las propiedades que le serían entregadas como parte de pago a Garfunkel. “Está aceptado, mañana transmito la decisión”, le escribió Vanucci por mail al comprador frustrado. Pero, a último momento, algo cambió: un nuevo oferente apareció con el dinero cash y la operación que estaba en marcha se frustró. "Me hicieron gastar mucho dinero en burocracia, Vanucci me convenció y después me colgaron. ¿Ahora quién paga todo esto?", protestó el empresario que se sintió perjudicado.

“No es ilegal lo que sucedió”, se excusan en el entorno de Garfunkel. Y completan: “En todo caso, si Vanucci aceptó algo o no, tampoco es válido, porque la casa estaba a nombre de Garfunkel Sociedad Anónima”.

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Quien apareció de sorpresa y concretó el negocio en cuestión de días fue Eduardo Cohen Watkins, el empresario hijo de la brasileña Lily Watkins y un fabricante de medias, Mario Cohen. El último de los cuatro esposos de la madre fue el banquero judío libanés Edmond Safra, quien murió en un incendio provocado por uno de sus empleados. Esa herencia transformó a la poderosa familia de Cohen Watkins en una de las principales fortunas de Brasil.

Hasta la aparición del flamante comprador, uno de los mayores problemas que tenían Vanucci y Garfunkel era el dinero que pedían cobrar por adelantado. “La deuda por el ABL más el embargo rondaría los 100 mil dólares. Pero tenemos unos gastos que afrontar. Por lo cual si nos quedan 600 mil dólares en mano, lo cerramos dejando el resto en cuotas”, pedían desesperados.

Cohen Watkins solucionó el tema y habría puesto sobre la mesa un millón de dólares. La operación cerró en tres millones, menos de la mitad de lo que pedían cuando la pusieron a la venta.

Hasta que se produjo la compraventa, la liquidez de dinero era un problema para el ex empresario K. Tanto que le pedía con insistencia a un amigo que vendiera alguno de los relojes Rolex y otros artículos de lujo que habían quedado en Buenos Aires para afrontar gastos con vencimiento inminente, como los que implica el cuidado de su madre. “Una vez le hizo ofrecer habanos importados, pero ya estaban secos de viejos”, cuenta una fuente a la que le llegó la propuesta por WhatsApp.

La compra de la mansión por parte de Cohen Watkins le permitió a Garfunkel sacar la cabeza de abajo del agua, al menos por un tiempo. El tiempo se le estaba acabando. Si no conseguían el dinero que pedían, el otrora exitoso empresario podría haber terminado en prisión.

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