En otra oportunidad escribimos una nota sobre la incertidumbre de la situación a nivel mundial en materia de comercio, y varias eran las razones que nos llevaron a catalogarla de esa forma, ya que no había otra manera de retratar las idas y vueltas del intercambio en el mundo.
No parece haber reglas generales que sean respetadas por los países, y el debilitamiento de la Organización Mundial de Comercio es el signo más evidente. Y a partir de esa situación o como causa de la misma, la guerra comercial entre Estados Unidos y China parece un cuento sin final pero con graves consecuencias en el relacionamiento internacional.
La región no es ajena a esa realidad, y acostumbrados en los últimos años a que las afinidades ideológicas son la premisa de las relaciones comerciales, nos cuesta abandonar esa absurda y dañina máxima, que en definitiva condena por lo menos y con suerte a un paupérrimo desarrollo económico y social de los países “amigos”.
Después de una década de escasos resultados en la inserción internacional de la región (léase MERCOSUR) en el comercio mundial, y como consecuencia de ello, la ausencia de “acuerdos comerciales” que contemplen principalmente preferencias arancelarias, recientemente parecía despertarse una vocación pérdida de integrarse al mundo. Ello ocurrió de la mano de la presidencia argentina, seguida por los gobiernos de Brasil y Paraguay, y con una actitud vacilante del Uruguay, que se encontraba y se encuentra “atada” a la dictadura venezolana por razones que aún cuestan entender.
Ese impulso integrador se concretó luego de más de 20 años de negociaciones en la firma de un entendimiento de acuerdo comercial entre la Unión Europea y el MERCOSUR, que calificamos como un “paso importante”. Y ello porque representa una clara señal de una voluntad integracionista largamente esperada, y además porque de concretarse, contiene importantes reglas comerciales para el relacionamiento entre los dos bloques regionales.
Sin embargo, esta “ida” comienza a tener una “vuelta”, no solamente porque han aparecido, como era de esperar, las opiniones disidentes de la firma del Acuerdo con la figura del presidente francés a la cabeza por razones muy conocidas; pero llamativamente aumentadas por el problema ambiental de la región de Amazonas.
Y si ello fuera poco, la región se muestra convulsionada, ya que uno de los candidatos con una gran chance de ser presidente en Argentina, ha manifestado su disconformidad con el Acuerdo. Y para no quedarse atrás, el presidente brasileño ha advertido cuál será la posición de su país en caso de que Argentina aplique una política proteccionista.
Ante estas malas noticias, siempre se encuentran algunas buenas, que pueden catalogarse como “idas”, y en primer lugar, se destaca la finalización de las negociaciones con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) integrada por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein. Se trata de países que, si bien están fuera de la Unión Europea, son el tercer socio de la UE en comercio de bienes y el segundo comercio de servicios, y a su vez cuentan con 29 Acuerdos de Libre Comercio con más de 40 países. Es cierto que la próxima instancia es una revisión final y legal antes de la firma y luego la ratificación, pero la base del acuerdo ha sido iniciada y todo hace suponer una rápida entrada en vigor.
Rescatamos a su vez, la prórroga del Acuerdo Automotriz en Argentina y Brasil que vencía en junio del 2020, ajustando el régimen vigente hasta el año 2029 donde entrará en vigencia el libre comercio automotriz entre los dos países, permitiendo de esta forma ir ajustando las realidades en materia de importación y exportación en ese rubro entre los dos países.
De nuevo, la región y los países de la región necesitan seguir acordando acuerdos comerciales de libre comercio, y profundizando los existentes, porque avanzar dos casilleros para luego retroceder tres, no es negocio y es hora de que lo entiendan los gobiernos de turno.
*ABOGADO. Director de la Maestría en Integración y Comercio Internacional de la Universidad de Montevideo. Profesor titular de la Cátedra de Derecho de la Integración de la Universidad de Montevideo.
por Jorge Fernández Reyes*
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