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SOCIEDAD | 14-02-2018 08:25

Mechetas: Cuáles fueron las razones de las mecheras adolescentes VIP

Cinco menores de familias acomodadas robaron en Pinamar. Rebeldía idiota y frívola.

"Estaba en Pinamar con unas amigas y nos la mandamos. Mal. Pero ya está, ya fue”. Así, escueta, fue la explicación que M.F. brindó sobre el robo que la tuvo como protagonista en Pinamar. La joven de 16 años y estrella de las redes sociales sólo se refirió al episodio policial a través de una emisión en vivo de su cuenta de Instagram para contar, como una travesura, el hurto de más de 50.000 pesos en mercadería que junto a otras cuatro amigas realizaron en distintos locales de la costa. “Es algo de lo que aprendimos mucho, pero ya pasó”, agregó la joven mientras pedía, entre risas, que no la llamaran “chorra”. Otra de sus amigas también utilizó las redes para hacer su descargo. “Gente, enfóquense en su vida y en sus errores y déjense de meter en las nuestras. Ya estamos hartas de la vida pública, son nuestros temas y son cosas que no van a volver a pasar”, escribió N. L. A todas ellas se las nombra con sus iniciales porque son menores de edad.

En las mentes de estas jóvenes, el robo no fue más que una pequeña picardía propia de su edad. Desde la comodidad de sus camas, no sólo le restaban importancia al hecho, sino que lo naturalizaban como algo que cualquier adolescente puede cometer en virtud de “ser joven”. Una rebeldía idiota que interpela a los adultos respecto de los adolescentes de hoy.

Todo comenzó la tarde del lunes 26 de enero cuando cinco jóvenes de entre 14 y 16 años realizaron un raid delictivo por el centro de la ciudad costera. Las amigas se encontraban de vacaciones en Pinamar, algunas de ellas incluso con sus familias, que decidieron ir más allá y llevar la transgresión al límite del delito. Porque, aburridas de subir a sus redes sociales fotos en sugerentes poses, de mostrarse tomando alcohol o de simular que fumaban marihuana, la adrenalina del robo se les volvió apetecible. Contaban con una coartada inapelable: pertenecer a una clase acomodada y por ende, no tener apariencia de ladronas. Vestidas a la última moda hurtaron en siete locales hasta que dos empleados las descubrieron.

Cuatro de ellas, M. F., las hermanas C. L. y N. L. y M. B. fueron detenidas y se comprobó que habían robado ropa, accesorios, perfumes, y demás objetos por un valor de más de 50.000 pesos. M. M. la quinta cómplice logró escapar aunque las cámaras de seguridad la delataron.

Los empleados de los negocios afectados estaban incrédulos. Famosas en las redes sociales y de apariencia chic, estas mecheras habían robado no por necesidad sino por diversión. “Hay adolescentes que encuentran un sabor especial en la transgresión. En este caso, la adrenalina de no ser descubiertas por los guardias de seguridad”, asegura a NOTICIAS la psicóloga Liliana Moneta, autora del libro “Tribulaciones y vicisitudes en la adolescencia. Notas de los fenómenos adolescentes contemporáneos”. Para ella, las jóvenes mecheras ni siquiera pensaban en cometer un delito, sino que estaban experimentando hasta dónde eran capaces de sobrepasar los límites impuestos por la sociedad.

“La mayoría de las cosas que se llevaron eran de marcas importantes. Estas chicas sabían lo que buscaban. Después nos enteramos de que tenían un alto poder adquisitivo y, viendo lo que se llevaron, no me extraña”, aseguró a Infobae, Eliana Rodríguez, empleada de uno de los negocios afectados.

Pronto, las “Mecheras VIP” o “Mechetas” se convirtieron en tendencia en las redes sociales e incluso hubo muchos que salieron a apoyar a las jóvenes por su picardía. Sin embargo, el delito disfrazado de osadía no hizo más que dejar en evidencia la frivolización de la transgresión adolescente. “Cuando llegué a la comisaría me temblaban las piernas. Ahí caí”, reconoció una de ellas, dando cuenta de que recién cuando la situación se tornó seria, la travesura dejó de ser divertida. Antes, mientras eran detenidas en pleno centro pinamarense, las jóvenes se reían e incluso se hacían bromas entre ellas.

“Es una cuestión de época. Si antes el imperativo era 'no robarás', hoy se modificó a 'gozarás'.Y esto se convierte en un imperativo”, destaca el psiquiatra Juan Eduardo Tesone, para quien en la actualidad el paradigma es justamente la necesidad de transgredir para disfrutar. “Los adolescentes se rigen en que si no lo hacés, no 'sos vivo', y por eso van viendo quién derriba más límites”, resume.

Pertenencia. La escena de la detención de las jóvenes parecía sacada de la película de Sofía Cóppola, “Adoro la fama” . Con sus peinados y vestimenta a la moda, eran observadas por todos mientras de sus mochilas, también de última tendencia, caían las prendas y accesorios robados. Mientras la montaña de objetos recuperados crecía, el padre de una de las jóvenes comía un waffle en uno de los lugares más top de Pinamar sin estar al tanto de la situación.

Ese mismo padre tuvo que ir a la comisaría a hacerse cargo de la situación. “Se le caía la cara de vergüenza. No sabía cómo pedir perdón”, explicaron los comerciantes. Es que tan pronto como se hizo pública su detención, se supo quiénes eran estas jóvenes, qué amistades tenían y su nivel socioeconómico.

“En la actualidad, los padres tienen mayores dificultades para poner límites, como si vivieran en una actitud de seducción. Hacerlo es de un padre poco canchero y simpático. Muchos pretenden ser amigos de sus hijos y acaban por no ponerles límites”, explica Tesone.

De hecho, mientras se resolvía la situación en la comisaría, uno de los padres se preguntaba cómo era posible esta situación siendo que él le pagaba varios viajes al año a Disney a su hija. “Muchas veces se comete el error de asociar la delincuencia sólo con las clases bajas y la verdad es que el robo, como práctica delictiva, no distingue estratos sociales. Pero sólo que en las clases más altas no responde a necesidades materiales, sino a otras cosas”, explica el sociólogo y doctor en ciencias sociales de FLACSO, Esteban Maioli.

Según los comerciantes, los objetos robados por las chicas daban cuenta de que ellas sabían qué debían llevarse. “Claramente sabían qué era lo más valioso y lo que más a la moda está. No es que agarraron lo que pudieron, se llevaron las cosas que más se usan”, explicaron. De hecho, en Pinamar aseguran que lo que más molestó fue el hecho de que las improvisadas ladronas sean VIP.

Esto se volvió más evidente aún cuando se supo que M.F. había sido parte del grupo de amigas de Juanita Tinelli, hija de Marcelo, aunque ahora están distanciadas. De hecho, esta joven es la que protagonizó un video, en 2016, en que la que ese grupo de adolescentes, entre las que aparecía la hija del conductor, se peleaba con otras jóvenes. “Después de eso, Tinelli le pidió a Juanita que dejara de juntarse con ella”, confían en el entorno del conductor. Ellas formaban parte del grupo “La Venenosa”, como se autodenominaron, y que fiel a su identificación con la clase alta, utilizan el logo de Louis Vuitton como sello distintivo.

Esta misma joven fue señalada por fuentes policiales como la promotora del raid delictivo. “En los jóvenes, los liderazgos se basan en la aprobación especular, no a través de lo que piensa el otro, sino de lo que muestra”, apunta Moneta, para quien además “actualmente las líderes femeninas tienen más conductas disruptivas".

Pero mientras en las redes sociales se muestran desafiantes y omnipotentes, la realidad les devuelve otra cosa. “Nosotros (los comerciantes damnificados) fuimos a la comisaría y cuando las vimos no lo podíamos creer. Ahí sí estaban asustadas y no sabían qué hacer”, explicó otro de los trabajadores robados en la puerta de la comisaría.

De hecho, según contó una de las jóvenes, al llegar a la delegación policial no sabía a quién llamar. “Llamé a mi vieja que estaba lejos y me iba a retar menos”, explicó una de las menores en su Instagram. Otra confesó que se le “vino el mundo abajo” y que dentro del calabozo lloró mucho.

Sin embargo, horas después volvieron a su rutina de selfies e Instagram. “Se frivoliza la transgresión adolescente, que en este caso acabó en delito, porque también se fue frivolizando la de los adultos. Es decir, si los adultos roban y quedan impunes, qué ejemplo se les da a los adolescentes”, dice Tesone.

Rebeldía 2.0. La detención de las jóvenes mecheras fue la comidilla de las redes sociales. En especial Instagram y Snapchat, las más usadas por esta generación (ver recuadro). Es que estas chicas no son sólo influencers, sino que son idolatradas por muchos de sus congéneres. Cuentan con clubes de fans que salieron a avalar el robo como una manifestación “canchera” y osada. “Con las redes sociales se potencia la transgresión porque se convierte en hazaña, es un show off con la difusión de su nombre como héroes de una gesta”, apunta Tesone.

Las redes sociales son el vehículo para alcanzar la fama, transgrediendo los límites de los adultos. Por eso, también el “arrepentimiento” fue virtual y no ante los dueños de los locales afectados, sino ante sus seguidores en redes sociales. “Ustedes se arrepienten de que las hayan agarrado, no de haber robado”, comentó indignado un seguidor de M.F. La necesidad de mostrarse como una adolescente transgresora no puede perderse. Ni siquiera cuando esta acción ya se convierte en delito.

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