Saturday 20 de April, 2024

LIBROS | 19-02-2019 18:08

La épica del final

El tono personal está penetrado sin embargo por el rasgo que destacó a Houellebecq desde un principio: la sensación de que a Occidente (¿y por qué no Oriente?) ya no le queda más cuerda.

En los comentarios sobre este último libro, se han subrayado los efectos de un antidepresivo (que borra la libido y produce impotencia) y la capacidad del autor para percibir el futuro inmediato (aquí un grupo de agricultores de Normandía que parecen profetizar los “chalecos amarillos” de París). En realidad gran parte del libro lo dedica Florent-Claude Labrouste, de 46 años, a recorrer con lucidez, amargura y capacidad de ácido humor negro la serie de mujeres que cohabitaron su vida. Todo a partir de la traición de su última pareja, una japonesa dedicada con energía a ejercer la pornografía pesada.

Menos generalista que otros de sus libros (como “Sumisión”), el tono personal está penetrado sin embargo por el rasgo que destacó a Houellebecq desde un principio: la sensación de que a Occidente (¿y por qué no Oriente?) ya no le queda más cuerda. Y que los tormentos de su propia libido en retroceso son el espejo de la desaparición de la propia libido social de Occidente, empantanada en un aburrimiento desesperante, con la autoeliminación como única salida.

Lo que impresiona es el modo en que la lucidez pasa de ser un arma filosa a una productora de metáforas y convicciones cargadas de dinamita, que una y otra vez producen el asombro y la carcajada. Por detrás del relato, además, hay una carga abundante de información y curiosidad filosófica. Se trata de un libro a la vez compacto e hipnótico.

Cuando encuentra a un viejo amigo al trasladarse a Normandía, Aymeric está en un punto terminal, como él. Es un macho abandonado, rencoroso, inmóvil. Pero la paradoja de la reacción de su nivel social (la aristocracia con producción rural, lechera) lo ubica en un puesto particular. Si el argentino Néstor Sánchez declaraba no escribir porque “ya no hay épica”, el francés Michel Houellebecq (buen lector de Lovecraft y Schopenhauer, a la vez que de Thomas Mann y Marcel Proust) descubre que hoy la épica puede residir en el fracaso y el suicidio.

El proceso de su búsqueda, detrás de Camille, una mujer con la que fue feliz (algo que él arruinó, desde luego), incluso con la amenaza breve de un asesinato infantil, construye una novela fascinante. Tal vez sólo las páginas finales, un poco quejosas y repetitivas, se parecen a las de otros autores recientes.

**** “Serotonina”, de Michel Houellebecq. Anagrama, 282 págs. $ 550.

por Elvio E. Gandolfo

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