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SALUD | 01-06-2015 08:07

Trasplantes: el efecto dominó

La opción de hacer operaciones con donantes vivos y los cambios que involucra. Cómo mejorar el actual sistema argentino.

No hay dudas de que el trasplante de órganos es uno de los más importantes avances de la historia de la medicina. Y –pese a su alta complejidad– se volvió una práctica habitual del sistema de salud argentino, al punto de que, en promedio durante 2014, cada cinco horas una persona recibió algún tipo de trasplante.

Es también el evento médico con mayor llegada a los medios, como lo muestran los numerosos y desesperados pedidos de donaciones que realizan los familiares y la gran repercusión que tuvo el reciente trasplante en el que el periodista Jorge Lanata fue uno de los cuatro protagonistas. Su caso abrió una nueva opción terapéutica: el trasplante cruzado de donante vivo no relacionado; el primero de este tipo realizado en América Latina.

Se trata de una alternativa para quienes están esperando un riñón, y el órgano de origen cadavérico no llega. Se concentra en los casos en que el futuro receptor cuenta con un donante (familiar cercano o pareja) deseoso de ayudarlo, pero que no puede hacer la donación debido a incompatibilidad entre los sistemas inmunológicos.

La práctica en cuestión fue ideada en los Estados Unidos en 1986 y actualmente se usa en España, Canadá, Inglaterra, Australia y Corea. Y, desde ahora, está disponible para pacientes argentinos. En esencia consiste en agrupar a una pareja donante-receptor, que entre sí son incompatibles para que intercambien sus riñones con otra dupla que atraviesa una situación similar, pero con la que sí hay compatibilidad cruzada. Y los expertos aseguran que esta estrategia –si es debidamente autorizada en cada caso por la Justicia– cumple los requisitos de ser un acto ético y transparente.

“Tras este primer trasplante cruzado, ahora viene una etapa de debate técnico: cómo se van a realizar los siguientes, el impacto que podría tener, cómo se implementarán en la práctica, cómo se repartirán los costos, si se armará un Plan Nacional que permita mejorar las posibilidades de encontrar compatibilidades entre parejas de pacientes de distintos centros, entre otros temas a analizar”, detalla Pablo Raffaele, jefe de la Unidad Renal de la Fundación Favaloro y responsable del equipo que llevó a cabo esta innovación en la Argentina.

De acuerdo con el experto, el revuelo mediático hizo que muchos pacientes de la Favaloro y de otros centros consultaran acerca de esta posibilidad. “Hubo tanto interés que tuvimos que abrir un nuevo consultorio para responder específicamente a esas inquietudes. Y estamos viendo cómo seguir; resolviendo caso a caso”, explica.

Lo que está fuera de toda discusión es que estas situaciones seguirán requiriendo –ante cada caso concreto– que donantes y receptores informen al Incucai (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante del país) y busquen la autorización judicial, tal como indica la normativa vigente.

De todos modos, según ese organismo, “este tipo de casos seguirá siendo algo marginal: de hecho, en los Estados Unidos solo el 3% de la totalidad de los trasplantes renales anuales hechos cada año se enmarcan en la modalidad de ‘trasplante cruzado’ o donado por un buen samaritano sin relación de parentesco”.

Espera. Los resultados positivos de los trasplantes generaron una rara paradoja: una larga lista de pacientes en espera. Según los datos del Incucai hay actualmente 7.750 argentinos inscriptos en un listado, esperando –a veces por años– a que aparezca un donante compatible. Esto no es algo local, y en los Estados Unidos esa lista de espera es de 123.000 personas, mientras que en el 2014 se concretaron 24.000 trasplantes.

“Los sistemas de salud en todo el mundo están intentando mejorar y aumentar su capacidad de generación de donantes para dar respuesta a una lista de espera que siempre es creciente”, le resume a NOTICIAS Carlos Alberto Soratti, presidente del INCUCAI. “Y en casi todos los países, el Estado regula esta temática para dar garantía de que se hacen en un marco ético-legal y para distribuir de la mejor manera posible un bien escaso”.

Ante esta realidad ¿qué se puede hacer para disminuir el abismo entre las listas de espera y de donantes?

“La discrepancia entre oferta y demanda es complejo y depende de muchos factores: de la situación sanitaria de cada país, de la cantidad de donantes vivos, del nivel de procuración de órganos de donante cadavérico y también de la tasa de trasplantes”, explica Alejandro Bertolotti, jefe del Servicio de Trasplante Intratorácico de la Fundación Favaloro.

Según este experto, nuestro país ronda los 15 donantes por millón de habitantes (DpM). Una cifra similar a Europa, cuya media anda entre los 18 y los 20 DpM. Sin embargo países como España, referencia mundial en la materia, ya están alcanzando los 34 DpM.

También es importante considerar cuantos órganos se obtienen de cada donante, indicador de la calidad de la procuración. “Inglaterra tiene, como nosotros, unos 15 DpM, pero aprovechan más órganos de cada donante. En Australia –en materia de pulmón– se implanta hasta el 40% de esos órganos mientras que en Argentina estamos en el 8%”.

Esto significa que no solo tenemos que obtener más órganos sino procurarlos mejor. E implica que es preciso optimizar el sistema sanitario y mejorar las terapias intensivas de clínicas y hospitales.

“Puede parecer paradójico pero para tener más donantes cadavéricos es necesario, previamente, haber salvado muchas vidas. Y esto rompe con el mito y los miedos respecto de la donación”, explica Raffaele. Y agrega:

“Tener servicios de terapia intensiva eficaces y una buena salud pública, capaz de salvar muchas vidas, genera un efecto colateral benéfico: que aquellos a los que no se logró curar se conviertan en donantes óptimos. Nos permitirá hacer más y mejores ablaciones de órganos en buen estado”.

La importancia de estos cuidados es refrendada por el presidente de la Sociedad Argentina de Trasplantes, Pablo Massari: “No faltan donantes, el problema es que no se los ve, ni se los identifica”. Acto seguido, aclara que los potenciales dadores están en las terapias intensivas pero –muchas veces– no son reconocidos y no se inician a tiempo los protocolos de trasplante. Esa tardanza hace que se vayan perdiendo órganos posibles de ser donados, dado que con el paso de las horas los tejidos se van deteriorando.

También aparecen otros conflictos que dificultan poder hacer más ablaciones: “El mantenimiento de un donante cadavérico implica contar con médicos, drogas y equipos sofisticados como respiradores. Y muchas veces esos recursos no alcanzan”.

Mejoras. Para poder mejorar los índices de DpM el Incucai se embarcó en una estrategia de “Hospital-Donante”. Según Soratti, para aumentar la cantidad de donantes, es necesario involucrar a toda la institución hospitalaria, desde su dirección hasta los médicos y enfermeras. “Tras este primer trasplante cruzado, ahora viene una etapa de debate técnico: cómo se van a realizar los siguientes, el impacto que podría tener, como se implementarán en la práctica, como se repartirán los costos, si se armará un Plan Nacional que permita mejorar las posibilidades de encontrar compatibilidades entre parejas de pacientes de distintos centros”, detalla Pablo Raffaele, jefe de la Unidad Renal de la Fundación Favaloro y responsable del equipo que llevó a cabo esta innovación en la Argentina.

“Todos deben capacitarse y comprometerse”, resume. Para mejorar esta situación es que se busca que las instituciones médicas pongan al trasplante entre sus objetivos prioritarios y que se considere a la generación de donantes como un indicador de calidad y de buena gestión, tal como ocurre hoy en Europa.

Desde el INCUCAI aseguran que ya se firmaron convenios con este objetivo en cinco hospitales. Y este año se prevé otra decena. “Nuestro plan es poder llegar, en un par de años, a que Argentina alcance los 20 DpM”.

Consentimiento. Uno de los debates globales de esta temática es el consentimiento presunto, como el que rige actualmente. Al día de hoy unas 500.000 personas dejaron sentada su negativa, mientras que 3 millones dieron el sí. Pero en la práctica, la decisión final suelen tomarla los familiares.

Estos números también se verifican en otros países. “Los registros de expresión de voluntad han mostrado no ser importantes, cuantitativamente hablando”, aseguran en el Incucai. Soratti explica que “a las culturas de Occidente no nos gusta hablar de la muerte. Y pensar sobre la donación implica reflexionar sobre la propia muerte”. Reconoce que “nuestra sociedad muestra una actitud positiva respecto del trasplante. No hay problemas de consentimiento, sino que el sistema de salud debe mejorar sus procesos”. Cuando fallece un ser querido, prácticamente cualquier cosa que se le plantee a la familia encontrará una negativa. Pero no es rechazo al trasplante, sino al dolor y la muerte.

Más tecnología. Argentina fue el primer país de América Latina en tener una ley de trasplantes. Y eso se logró en parte porque la sociedad logró asegurar la transparencia del sistema e invirtió en ella muchos recursos. “Ahora viene una nueva etapa: mejorar los índices de eficiencia. Eso implica, por ejemplo invertir en nuevas tecnologías médicas”, dice Pablo Raffaele.

Entre esas ideas figura que los órganos a trasplantar dejen de viajar en una caja con hielo, y que en su lugar sean puestos en una maquina que los perfunda (nutra) en forma adecuada. También que el cuerpo de un donante cadavérico sea mantenido en forma correcta, para que haya más órganos disponibles. Inclusive se podría invertir en tecnología para hacer ablaciones a corazón parado, algo que requiere de un equipamiento de última generación. Según Bertolotti, estas nuevas herramientas no solo logran optimizar la calidad del órgano a trasplantar, sino que también permiten intervenirlo y eventualmente curarlo antes de implantarlo.

“Podremos tratar órganos que hoy serían desechados por estar dañados o enfermos, y luego trasplantarlos”.

por Enrique Garabetyan

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