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MúSICA | 23-12-2019 15:19

Dino Saluzzi: un cabrón genial

El músico exhibió lo más alto de su talento en sus shows de Vinilo, y también su conocido malhumor.

Timoteo “Dino” Saluzzi (Campo Santo, Salta; 20/5/1935) es un músico genial. Se formó inicialmente con su padre Cayetano y recibió influencias definitorias de grandes como los hermanos De Caro, Pedro Láurenz o el Cuchi Leguizamón, entre tantos. Integró orquestas de tango y de jazz (inclusive, fue parte de la formación original de la orquesta del tango de Buenos Aires) y pasó por cuantas músicas existen. Creativo, intuitivo, capaz de absorber enseñanzas de lo más variadas, aprendió los códigos más sofisticados de la lectoescritura de la música clásica y a improvisar según las leyes del jazz; sin pasar por los conservatorios, a partir de las lecciones de maestros particulares o sencillamente escuchando a sus colegas de todas partes. Y por eso, en su historia podemos encontrarlo tocando con León Gieco o con Al Di Meola, con Charlie Haden o con muchos cantantes, con los miembros de su familia o con la cellista alemana Anya Lechner, junto al inolvidable trío Alfombra Mágica o haciendo un solo inspiradísimo con su bandoneón, cantando o haciendo música instrumental a partir del tango o de las músicas del interior argentino. Y la lista podría seguir.

Con ese enorme bagaje y con un talento que le permite casi siempre sorprender, volvió a subirse el fin de semana, por tres noches, al escenario principal del Café Vinilo, uno de los mejores lugares para escuchar música en vivo en pequeño formato en la ciudad de Buenos Aires. Y como tantas otras veces, se rodeó de sus seres cercanos: Félix “Cuchara” Saluzzi en saxo y clarinete, José María Saluzzi en guitarra, Matías Saluzzi en el bajo y Jorge Savelón en batería. Y sumó para algunos temas a Belén Saluzzi en cello y al joven y ya muy importante bandoneonista Santiago Arias.

Con todo esto, es una pena que Dino, recurrentemente, se distraiga con cuestiones secundarias que no hacen al centro de su trabajo y que terminan, a ratos, haciéndole perder el eje y desconcentrándolo. En la función que nos tocó presenciar, por caso, interrumpió el recital por un tonto accidente de una copa que cayó al piso. A partir de ahí, acusó a parte del público de no estar comprometido con el trabajo de los músicos y, de paso, sin tener nada que ver, arremetió en abstracto y con varias imprecisiones contra los funcionarios de cultura, se quejó del poco lugar que ocupa en los espacios y medios públicos, cuestionó en general al “arte europeo” y hasta se burló de Picasso, “el boludo ese que les robó todo a los africanos”. Una pena, insistimos. Porque antes y después, ese mismo Dino tuvo momentos sublimes, en su siempre interesante versión de “Loca bohemia” de De Caro, en el vals “Un momento” de Chupita Stamponi, en la “Milonga de mis amores” de Láurenz, en “La vuelta de Pedro Orillas” de su pluma, en los solos de varios de sus compañeros (especialmente de su hijo José y de su hermano Cuchara) y en la valiosa participación de sus dos jóvenes invitados.

Calificación: * * * *

 

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Ricardo Salton

Ricardo Salton

Periodista crítico de música.

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