Friday 19 de April, 2024

NOTICIAS URUGUAY | 31-05-2019 16:16

El dilema de las internas

Uruguay tiene, bajo el sistema electoral actual e incluso con el anterior, experiencias de todo tipo. Los precandidatos, ¿piensan en la interna de junio o miran a las nacionales de octubre?

¿Todos del brazo, juntos y relegando diferencias? ¿O marcando perfiles y enfatizando las discrepancias? ¿Cuál debe ser la actitud de los precandidatos pensando en una elección interna? ¿Qué debe priorizarse? ¿La competencia interna buscando ganar, aun al costo de enfrentamientos internos, o el equilibro partidario para no encender diferencias que puedan ser contraproducentes camino a octubre?

Estos son algunos de los dilemas que plantea la elección del último domingo de junio. Y más aún: ¿la elección de junio es una competencia verdadera entre todos los que se postulan en cada partido para llegar a las respectivas candidaturas presidenciales? ¿O es, al menos para algunos de ellos, una oportunidad de proyectarse o consolidarse en sus partidos pensando en el futuro?

Las respuestas a estas preguntas son muy relevantes para comprender las estrategias y actitudes de cada uno de los competidores. Por ejemplo, respecto a aquellos que se postulan sabiendo que no tienen posibilidades reales de competir, resulta más comprensible una actitud poco agresiva frente a sus compañeros de partido. La ocasión, incluso, resulta buena para aparecer como alguien que prioriza la unidad por encima de todo. Por el contrario, parece razonable que quienes pelean realmente por las candidaturas pensando en que pueden ganarlas, se planteen una actitud más punzante, aun sabiendo los riesgos que ello conlleva.

Uruguay tiene, bajo el sistema electoral actual e incluso con el anterior, experiencias de todo tipo.

Elección especial. El 30 de junio se conocerá, como siempre desde la última reforma constitucional, el nombre de los candidatos únicos camino a octubre. Y, también como desde entonces, se elegirán las convenciones nacionales y departamentales.

Pero estos serán unas comicios especiales por, al menos, tres factores: 1) porque se producen en un contexto mucho más complicado para el Frente Amplio que en las últimas tres elecciones, lo que abre expectativas a la oposición y en particular al Partido Nacional. 2) Porque el resultado de estas internas podrá marcar el camino de la renovación, sobre todo en la izquierda y entre los colorados, ante el retiro más o menos paulatino de los líderes históricos. 3) Porque hay otra novedad que en realidad influye menos en la elección de junio, pero también complejiza el panorama sobre todo pensando en las nacionales: una mayor fragmentación expresada en partidos pequeños pero que marcan en las encuestas y van a pelear por senadores y diputados.

La clave ante este dilema está en un adecuado equilibrio entre la necesidad de marcar diferencias y perfiles internamente y cuidar al mismo tiempo la unidad partidaria; o dicho de otro forma, tener la capacidad para administrar adecuadamente los disensos. Han existido experiencias duras y dolorosas que incluso en algunas ocasiones tuvieron consecuencias muy negativas para quienes optaron por un camino de enfrentamiento frontal y excesivo.

Seguramente la experiencia más fuerte en ese sentido luego de la dictadura, fue la que protagonizaron los batllistas en1989 cuando dirimieron fuerzas el vicepresidente Enrique Tarigo, con el apoyo del presidente Julio Sanguinetti, y el líder de la lista 15 Jorge Batlle.

Este último, que había apoyado a Sanguinetti en 1984, esperaba el respaldo de su amigo y socio político en 1989, pero este optó por Tarigo. La campaña fue durísima, Batlle logró vencer a Tarigo a pesar del apoyo oficialista, pero luego fue derrotado por Luis Alberto Lacalle. La campaña de la interna había dejado desgastes y heridas profundas y Batlle nunca tuvo un apoyo entusiasta de los dirigentes sanguinettistas a la hora de competir con los otros partidos. No existían las elecciones internas obligatorias, pero el batllismo decidió definir su candidato de este modo: el costo fue altísimo.

También los blancos tuvieron duros enfrentamientos aun sin internas obligatorias, antes de la última reforma y con varios candidatos compitiendo al mismo tiempo entre ellos y con los postulantes de los demás partidos. El costo para el nacionalismo también fue duro. Los blancos en cierta forma aprendieron la lección y bajo el nuevo sistema de candidato único, procuraron superar aquellos problemas con una fórmula que incluyera al segundo más votado como candidato a vice: fue lo que ocurrió en las dos elecciones pasadas. Pero perdió.

El Frente Amplio también tuvo choques duros e internas ásperas antes y después de la reforma: primero, con el enfrentamiento Tabaré Vázquez y Astori -que incluyó el choque del primero con el general Líber Seregni y su consiguiente renuncia- y con José Mujica y el propio Astori después. El clima caldeado que se había creado en lo previo a la elección de 2009 llegó a tal nivel, que casi impide la concreción de la fórmula Mujica-Astori.

¿Y el votante? Claro que ante este dilema de los dirigentes y de los partidos, muchos votantes que no definen su sufragio por adhesiones partidarias férreas, se hacen una pregunta obvia: ¿cómo puedo determinar cuál de los candidatos elegir si no se marcan las diferencias, si todos dicen más o menos lo mismo? Problema que se ve potenciado por la falta de debates.

Esta campaña por las internas está mostrando actitudes diversas, pero en el oficialismo es notorio el esfuerzo por priorizar la unidad por sobre todas las cosas. Esa actitud no sólo permite ofrecer la imagen de una coalición homogénea detrás de un programa común -más allá de su laxitud y generalidad en muchos planos- sino que además relega las diferencias que existen en temas como Venezuela. E incluso dejar debajo de la superficie hechos bastante recientes como los esfuerzos de dirigentes de primera línea por bloquear la candidatura de Daniel Martínez.

Claro está que esa actitud en procura de anteponer la imagen de unidad, no tiene para todos el mismo costo. No por casualidad el ex intendente de Montevideo es, en ese sentido, el que ha mostrado mayor distancia del discurso homogéneo en algunos temas, como la seguridad pública, el número de gente durmiendo en las calles y los cuestionamientos al régimen de Maduro, aunque sin animarse a calificarlo como dictadura. Sabe que no es del agrado de José Mujica y otros dirigentes del MPP e incluso de otros sectores y eso lo obliga a no pisar en falso.

Lo nuevo y un clásico. Entre los colorados la sorpresa ha sido doble: en primer lugar, la reaparición del ex presidente Julio Sanguinetti con gran energía, tratando de ponerse su partido al hombro y recorriendo el país como en sus mejores tiempos. Su candidatura, paradójicamente dada su edad y sus dos presidencias, revitalizó al Partido Colorado, según coinciden analistas y encuestadores.

Pero enfrente se le ha plantado un Ernesto Talvi cada vez más político, que ha logrado construir una imagen y un discurso que parecen dirigidos a atraer no sólo a colorados sino también indecisos e independientes. Atrás quedó la publicidad inicial que lo exaltaba como economista, para pasar a la de un líder que entre otros cambios, hoy reivindica con otro énfasis al primer batllismo, el de José Batlle y Ordoñez. El modo en el que se ha plantado no sólo hace pensar que es capaz de pelear en esta interna, sino que además, en el peor de lo casos, quedará en un lugar de privilegio para el futuro dentro de su partido.

Sanguinetti y Talvi, por lo tanto, no ocultan sus diferencias, tanto políticas como generacionales o de experiencia, según se las mire. “Se viene lo nuevo” reza al respecto uno de los eslóganes de Talvi. Y esas diferencias son expuestas de manera cada vez más clara. En medio, eventual víctima de esta polarización, está quedando José Amorín Batlle.

Los blancos tampoco ocultan demasiado sus diferencias que se han visto potenciadas por dos factores: 1) la reforma constitucional sobre seguridad pública propuesta por Jorge Larrañaga. 2) La aparición de Juan Sartori como un actor inesperado, procurando un segundo lugar muy difícil pero que quiere conquistar.

Seguramente bajo los condicionamientos que imponen los dilemas mencionados para no afectar en exceso la unidad partidaria, la campaña hasta el momento ha sido tibia y muchas veces con críticas cruzadas -de partido a partido- que parecen más propias de una elección nacional que de una interna. Falta un mes y es probable que estas cosas cambien, al menos en parte.

*PERIODISTA. Doctor en Diplomacia y Magister en Ciencia Política.

por Alfonso Lessa*

Galería de imágenes

Comentarios