Todos hemos pasado por días en los que la energía no es la mejor, en los que los desafíos parecen más grandes de lo habitual y el ánimo del equipo se resiente.
En esos momentos, más que nunca, es fundamental recordar que el estado de ánimo no es solo una cuestión individual, sino que influye directamente en la dinámica y los resultados del grupo.
Si hay algo que he aprendido en mi trayectoria profesional, es que un equipo motivado no solo trabaja mejor, sino que encuentra soluciones más creativas, se apoya mutuamente y transforma los problemas en oportunidades.
Pero mantener la motivación no es algo que ocurra automáticamente; requiere intención, acciones concretas y un liderazgo que entienda las emociones de los demás.
Y por ahí vamos...
Hay pequeñas acciones que generan un gran impacto y que, en lo personal, me han dado buen resultado:
Una palabra de aliento puede cambiar el rumbo de un día. Muchas veces, lo único que alguien necesita para recuperar el ánimo es sentirse visto, escuchado y valorado. ¿Cuántas veces un "sé que hoy ha sido difícil, pero valoro tu esfuerzo" ha sido suficiente para cambiar la perspectiva de alguien?
Además, generar espacios para el reconocimiento es clave. No hablo solo de grandes logros, sino de las pequeñas victorias que construyen el camino.
Celebrar un avance, reconocer el compromiso, agradecer el esfuerzo...
Estos gestos, aunque simples, fortalecen el sentido de pertenencia y la confianza.}
También es importante recordar el poder de la escucha. Hay momentos en que lo único que alguien necesita es un espacio para expresar sus preocupaciones sin sentir que serán juzgados.
Una conversación honesta, sin presiones, puede aliviar tensiones y devolver el enfoque al trabajo con una actitud más positiva.
La actitud del líder como motor emocional.
Como alguien que valora el crecimiento y la cultura organizacional, sé que el estado de ánimo no solo depende de las circunstancias, sino también de la actitud que elegimos tener.
Un líder que transmite energía, confianza y optimismo, incluso en los momentos difíciles, marca una diferencia enorme.
No significa ignorar los problemas ni minimizar las dificultades, sino abordarlas con una mentalidad constructiva, buscando soluciones y manteniendo la convicción de que, como equipo, podemos superar cualquier obstáculo.
Todos enfrentamos retos. La diferencia está en cómo los enfrentamos, en cómo apoyamos a quienes nos rodean y en el impacto que queremos generar en nuestro entorno.
Si hoy tu equipo necesita un impulso, se puede empezar con algo simple: una palabra de reconocimiento, una conversación sincera o un gesto que refuerce la confianza.
A veces, la motivación no viene de grandes discursos, sino de pequeñas acciones que, sumadas, generan un cambio profundo.
Porque al final, un equipo fuerte no es aquel que nunca tiene dificultades, sino aquel que, a pesar de ellas, sigue adelante. Juntos.
Ricardo Brusasca
Coach Ejecutivo. Coach de Equipos. Mentor.
www.ricardobrusasca.com
@ricardo.brusasca
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Tel: 3517507461
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