Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 05-12-2015 18:09

Macri salta la grita: “La apuesta a la ciencia fue positiva”

En un libro de Edi Zunino, el presidente electo explica por qué sigue Barañao. La división del país como factor económico distorsivo.

Esta semana llegó a las librerías "Cerrar la grieta. Ideas urgentes para el reencuentro de los argentinos". Se trata del tercer libro del jefe de redacción de NOTICIAS, Edi Zunino, esta vez en coautoría con Carlos Russo, quien también integró el staff de la revista. El trabajo, de caliente actualidad luego del balotaje y las tensiones que rodean la transición, habla de la virtual divisón del país en la década K, ahonda en su profundidad y sus causas, y reivindica dos géneros clásicos del periodismo: el ensayo y la entrevista. El presidente electo, Mauricio Macri, es uno de los entrevistados, en el capítulo que se titula "El kirchnerismo se apropió del enojo, la frustración y el rencor". En él, valora como único logro de los Kirchner la política en materia de ciencia y tecnología, concepto que Macri revalidó al preservar a Lino Barañao como ministro del área. He aquí un extracto de lo más sobresaliente de la charla, donde se advierten, más allá de la coyuntura caliente, conceptos que inspirarán el país que viene.

—¿Hasta dónde llega la grieta? ¿Es una cuestión de elites políticas, intelectuales y mediáticas o es algo que fracturó al país en serio?

—La grieta existe. Es seria. No teníamos una tradición en ese nivel de confrontación. Al menos mi generación no vivió -y quizá somos mayoría en el país actual- el principio del peronismo y antiperonismo, que puede haber sido la cosa más parecida. Para nosotros fue algo novedoso y se fue profundizando en estos años, de forma exponencial. Doy fe de que no contribuye en nada, no genera oportunidades competitivas, sino pérdida de energías y de trabajo coordinado en dirección a un objetivo común.

—¿Por qué se impuso?

—Por una suma de fracasos del Gobierno, que lo obligaron a extremar posiciones, dentro de un contexto donde hubo enorme abundancia y los K tuvieron capacidad de dar de todo a sectores muy postergados. Eso los fidelizó. También agitaron las banderas del resentimiento, que lamentablemente pueden convocar en una Argentina que después de tener un crecimiento brutal entre el final del siglo XIX y los principios del XX, lleva ya 80 años de serruchos que han ido castigando sistemáticamente a la clase media, pauperizando a algunos y enriqueciendo a otros en forma meteórica. Ahí radica el núcleo de los que aceptaron levantar banderas que hasta se basan en irracionalidades, como que íbamos a sustituir importaciones. Fue una irracionalidad. Un absurdo tras otro.

—¿Cuánto tuvo que ver con la grieta el arranque de este proceso, que es la crisis 2001-2002?

—Mucho. El 2001 de vuelta provocó una fractura y una pérdida de status para una parte importantísima de la clase media. El kirchnerismo se apropió del enojo, de la frustración y del rencor. Y los canalizó. Nunca hubiesen tenido banderas de éxito si no hubiese sido compararse con el 2001, que fue un pozo de niveles casi sin precedentes. Porque, en realidad, en casi ningún rubro estamos mejor que en 1998. Esa fractura permitió un relato épico que avala a la fractura. El ser humano vive las cosas con la subjetividad de la vivencia, de la comparación.

—¿Cómo es eso?

—No le podés pedir a alguien que se fracturó un dedo que no haga lío porque a otro le falta la mano. El ser humano compara con lo que a él le pasó. Para aquel que siente que el 2001 se lo llevó puesto, todo lo compara con el 2001, no con antes. Eso ayudó mucho a fortalecer el relato.

—¿Cuánto hizo Duhalde por la salida del 2001 y cuánto los Kirchner?

—La historia va a rescatar mucho más a Duhalde que a los Kirchner. Duhalde, esa transición, con su espíritu social demócrata, pro coaliciones, fue muy importante. Después a mi entender, se asustó con lo de Kosteki y Santillán e interrumpió ese proceso que se estaba consolidando y alumbrar una alternativa menos improvisada que la de los Kirchner.

—Pero, por ejemplo, el kirchnerismo hizo continuar a Lavagna...

—Por supuesto. Pero ellos fueron oportunistas, por la fragilidad que todavía sobrevolaba el inconsciente de toda la sociedad y no desde la convicción. Cuando se sintieron más firmes, lo rajaron. Siempre fue una molestia Lavagna para el matrimonio.

—Si la grieta se basó en el resentimiento, ¿puede continuar en el futuro inmediato?

—Es un desafío. Hay mucha gente que, aún hoy estando con ellos, confío que frente a nuestro llamado a sumarse, se van a sumar. Otros no. Pero hay una mayoría de argentinos que se volverán a unir detrás de una idea de cómo desarrollar el país.

—¿Quién hizo más por esta división, Néstor o Cristina?

—Los dos. Fue de menor a mayor, los dos.

—¿Qué diferencias notaste vos en uno y en otro, en sus circunstancias y en sus personalidades?

—Fueron siempre un matrimonio que trabajó en conjunto. El tipo de relaciones que se planteaban entre ellos eran las que planteaban hacia afuera. Relaciones de poder, de destrato, pero la grieta se profundizó más con Cristina porque claramente cada vez hubo menos para repartir, y cada vez nos fuimos alejando más del 2001. Entonces mucha gente empezó a recuperar la visión de mediano y largo plazo y de las cosas que sucedían, fuera de aquel contexto del principio en donde decían: “La gente necesitaba a alguien con autoridad después de lo que pasó con De la Rúa en el 2001”. La demanda empezó a cambiar, la gente empezó a decir: “no, queremos que nos vuelvan a escuchar, que respeten nuestra opinión, que se dialogue”. Yo creo que, como la bonanza económica de esta década fue la más importante de la historia de la humanidad, con epicentro en América Latina, el cansancio y la grieta fue más por las formas y los valores con los cuales ejercieron el poder que por los temas económicos del 2001.

—¿Cuánto influyeron el conflicto con el campo y la Ley de Medios?

—El campo fue una bisagra, porque dejó de manifiesto la poca vocación de debate. El no interés en dialogar, la prepotencia, la agresividad, el intento de demonización del chacarero, del trabajador. Quedaron muy en evidencia frente a esa mayoría de argentinos que quiere algo de convivencia. Ella, para ganar en el 2011, retrocedió en toda esas formas. Todo ese período pos viudez, Heidi era un poroto. Nunca tuvo una diatriba agresiva, ni un comentario despectivo. Fue un año de comportamiento impecable. Después del discurso de asunción del 10 de diciembre de 2011, empezó de vuelta. Ese discurso fue de los peores que escuché en mi vida. Así como el de 2007 fue uno de los mejores, habló ininterrumpidamente sin leer un papel, estuvo impecable. Yo decía que parecía que se había hecho del PRO. Todo lo que habló sobre la educación pública de calidad y del enfrentamiento con corporaciones muy perniciosas, pero el de 2011 fue un decálogo de los conflictos por venir. Un desastre.

—¿Hubieran perdido en 2011 si Néstor no se moría?

—Absolutamente. Claramente, ahí hubo un quiebre emocional de la sociedad, una solidaridad hacia la pérdida, un perdonar de gran parte de la sociedad. Y fue acompañado por un rebote de la economía, salíamos de la recesión del 2009, y también por la fractura de Unión PRO. La fractura que provocó De Narváez porque quiso ser candidato a presidente.

—De algún modo te beneficiaste con la grieta. Este juego de "izquierda" versus "derecha" te dio visibilidad, te permitió ser el otro polo de reconstrucción de un posible bipartidismo.

—El PRO es un emergente de la crisis del 2001. El kirchnerismo es un reciclado inteligente que aprovechó la crisis del 2001 para presentarse como una nueva identidad. Pero ellos existían en el sistema y eran parte del feudalismo santacruceño y de todos los males que el “que se vayan todos” pedía que se acaben. Lo nuestro es algo auténtico. Nacimos como una respuesta a la crisis política que trajo la crisis económica del 2001. Desde el minuto cero fuimos poniendo en evidencia que lo de ellos no era genuino, que iba mucho más allá de "izquierda" y "derecha". Ellos le dieron ese tinte por su antigüedad. La agenda de la Ciudad fue lo más progresista que tuvo la República Argentina. Más que la de San Pablo o México DF. Hay cosas que tienen que ver con la modernidad, con la calidad de vida, con la relación poder-ciudadano. Nosotros representamos esa modernidad. Ejercer el poder desde otro lugar, con otra transparencia, con otra rendición de cuentas, con otra forma de convivir con la diversidad. Ellos representaban el esquema autoritario, prepotente, donde había una única verdad por Cadena Nacional. Por eso nos pusieron como contracara. La contracara estaba en estilos que implican valores distintos.

—¿La reincorporación de la juventud a la política y cierta renovación de la dirigencia es un rasgo positivo de esta época?

—Sí, ahí hay una coincidencia positiva de la época. El kirchnerismo y el PRO le han dado mucho más lugar a los jóvenes. Nosotros tenemos los bloques más jóvenes El kirchnerismo también, pero obviamente con el atenuante de que ellos gobernaban.

—Ustedes también gobernaban, pero en una escala menor...

—Está bien, pero en ellos se vio una enorme cuota de oportunismo. Hay que desendeudarse, y después se endeudaban. No había que cerrar y después van y cierran con el Club de París. Expropiamos, confiscamos, y no pagamos nada, y después vamos y pagamos más caro...

—De lo mismo te acusaron a vos: de cambiar radicalmente tu discurso.

—Sí, pero yo no digo cosas distintas. Con YPF, por ejemplo, no hay duda de que mi posición fue contra la confiscación. El único cambio fue con Aerolíneas, y frente al hecho consumado. Hoy Aerolíneas es una empresa del Estado y hay que hacerla funcionar. La cuestión es qué calidad de bienes y servicios tiene tu gente. Si después lo hace el privado o lo hace el Estado, es secundario. Lo importante es que la gente tenga buenos bienes sociales básicos, viajar, educarse, salud, seguridad. En el siglo XXI ya no da para esconder el tema de fondo, que es que las cosas no funcionan. Tienen que funcionar bien. No podés privatizar y aceptar que funcione mal. Ni estatizar y aceptar que funcione mal.

—¿Qué cosas ves como positivas de esta década?

—Pocas. La confirmación de la apuesta a la ciencia y a la tecnología. Porque las economías nos van a llevar a poder terminar o casi terminar con la pobreza, pero el salto del futuro es la sociedad de conocimiento: no hay otra alternativa. Mi hija Antonia va a tener siete empleos a lo largo de su vida –que será de cien años, porque esa va a ser la longevidad futura- de los cuales cinco todavía no existen. Entonces hay que ser parte de los que lo generen. Los robots destruyen empleo tradicional, y te corren al universo de los despegar.com, por ejemplo, que da 3.800 puestos de trabajo. Esto va a ir generando este tipo de situaciones. Entonces creo que en eso estuvieron bien, en apoyar esa situación. Estuvieron bien en haber tomado una idea de la oposición como la Asignación Universal, estuvieron bien en la intención de apoyar el desarrollo de la industria local, pero a la vez que las apoyaban le destruían la competitividad con la peor logística de América Latina, con el peor sistema impositivo, con altísimos niveles de gestoría y corrupción. Hay que tener un sistema impositivo que atraiga más inversiones, que son las que traigan trabajo, tenemos que hacer un esfuerzo de ir simplificando. Hoy las PYMES necesitan un escuadrón de contadores para liquidar los impuestos. Estos son costos. Tenemos que ir apuntando a impuestos no distorsivos.

—¿El kirchnerismo va a seguir siendo importante en el futuro?

— No sé. Tengo mis dudas. Hay que verlos sin plata. Nosotros tenemos construida militancia en base a la afinidad por la ética, a la afinidad por los sueños, ellos han construido todo desde la capacidad de dar. Y aparte, más allá de que le han dado cabida a los jóvenes, no veo liderazgos potentes detrás de ella.

—¿Tiene talento Cristina como conductora política?

—Talento tiene. Por empezar, para explicar lo inexplicable. Ese es un talento que él no tenía. Y te diría que también en la conducción de ella había una parte que se explica por la enorme debilidad del peronismo. Porque ella nunca se ha preocupado por dialogar ni siquiera dentro de su propio partido, de convencer a nadie. Ellos bajaban línea. El peronismo es un partido de poder y el que maneja la caja es el que maneja el partido.

—¿Cómo viviste la grieta en lo personal?

—Siendo una de las víctimas principales por la decisión de ellos. Fue una experiencia muy dura para mí. Pero por suerte el amor familiar, la contención de los afectos que me rodean me permitió superarla, sobre todo en los años 2008, 2009, 2010, que fueron tremendos con el invento de la causa judicial, con las interferencias de la gestión permanente a nuestro gobierno. Fue una etapa muy difícil.

—¿Te desequilibró eso, te puso en guardia, necesitaste asistencia, recuperar el eje?

—No, pero tanta agresión te perturba.

—¿Te dio miedo?

—No, miedo no. Siempre tuve mucha convicción de que la gente me iba a seguir acompañando, cosa que sucedió, aún en los peores momentos. Recordemos que yo fui reelegido en el 2011 con el 64 por ciento de los votos. La gran transformación se terminó de cristalizar recién en el 2013. Y a pesar de eso la gente sintió que nos habíamos esforzado y que éramos injustamente atacados y se solidarizó con nosotros. Pero fue durísimo. No tenía por qué pensar que iba a ser así mi convivencia con el Presidente, porque nunca había sido así, con Alfonsín, Menem, Duhalde o con De la Rúa, nunca hubiese sido así. Esto fue inédito para todos, así como fue para los periodistas, que nunca había sido la convivencia de esa manera.

—¿Te inquieta o te tranquiliza que se pueda gobernar con cien o mil tapas de Clarín en contra? Eso lo descubrieron los Kirchner...

—Sí, lo descubrieron ellos y nunca se dieron cuenta del logro, porque igual siguieron con la obsesión. Yo ya lo había aprendido en el fútbol, para mí fue una gran escuela. Yo tuve dos años y medio terribles en Boca cuando Ramón Díaz ganó cinco campeonatos seguidos. Y yo trabajaba, trabajaba y trabajaba y la gente bancaba. Y vos veías el diario y Boca era una catástrofe. Cabaret, caos, se cae, tapas y tapas de semanarios deportivos, de diarios deportivos. Pedro me di cuenta de que el periodismo tiene un rol, la gente lee pero saca después sus propias conclusiones. Hay cosas que son difamatorias o mentiras y a uno lo enojan, pero al final la ciudadanía se da cuenta.

—¿Sólo diálogo hace falta? ¿Un cambio de modales nomás?

—Un cambio en la forma de ejercer el poder. Entender que uno no es el dueño del Estado. Que vos venís acá, a la jefatura de Gobierno de la Ciudad y administrás este edificio por los términos en que la gente te eligió, pero vos no podés hacer de este edificio tu casa. Vos tenés que rendir cuentas, tenés que tener en cuenta la opinión de los demás, tenés que entender que hay independencia de poderes, que hay libertad de expresión, y después tenés que entender que la palabra vale. Porque si prometiste algo, lo tenés que cumplir. No te podés cagar en toda la gente que te apoyó, y hacer lo que a vos te viene bien y en beneficio personal. Ese es el cambio de fondo. Llevamos años donde la política ha sido un gran medio de mejora para los políticos y no para el conjunto de la sociedad. Y si no hay mejor política no hay mejor sociedad. Con lo cual hay que mejorar la política, no hay otra alternativa. No se puede prescindir de la política. Los anarquistas, los anti sistema finalmente trabajan para los que están en el poder, porque con su escepticismo logran que no haya una fuerza que proponga el cambio. Ves Tucumán, Formosa y en vez de lograr que esas provincias vayan hacia una institucionalidad mejor, como la que tenía la Nación hace unos años, lo que pasó es que la institucionalidad de la Nación se fue pareciendo a la de esas provincias. Fue un proceso inverso.

—Se provincializó la Nación...

—Se feudalizó. ¿Cuál es la ley marco, el instrumento más importante, que tiene una nación? El Presupuesto. Y Argentina aceptó hace una década no tener Presupuesto Nacional. Hace más una década que muchos que gobiernan gastan mal y más tarde te enterás por la Auditoría en qué gastaron. Más retroceso que eso, imposible.

—¿Y desarmar todo ese aparato va a ser sencillo?

—No, pero cuánto más tarde empecemos, más difícil va a ser.

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